Desde que el coronavirus comenzó a tomar fuerza en el mundo, el primer artículo de prevención en agotarse en todas las tiendas y supermercados fueron las mascarillas.
Actualmente es casi imposible encontrarlas, y en caso de hacerlo, los precios no son precisamente los más baratos.
Frente a este escenario, en redes sociales han comenzado a surgir un gran número de tutoriales para hacer mascarillas caseras e incluso ha comenzado a viralizarse un antiguo clip de la Cruz Roja Ecuatoriana que enseña a fabricarla.
¿Pero qué tan eficiente es una mascarillas hecha en casa?
En 2009, cuando el mundo luchaba contra la pandemia del H1N1, un grupo de científicos de la Universidad de Cambridge se hicieron la misma pregunta y decidieron poner a prueba los tapabocas caseros para que en una hipotética pandemia global, como la que vivimos hoy, tuviésemos la información adecuada.
“Este estudio examinó las mascarillas caseras como una alternativa a las mascarillas comerciales. Se evaluó la capacidad de varios materiales domésticos para bloquear aerosoles bacterianos y virales”, explicaron en su estudio.
Los investigadores pidieron a un grupo de 21 voluntarios sanos que crearan sus propios tapabocas usando una polera de algodón y una máquina de coser. “Las mascarillas fueron luego probadas para su ajuste”, añadieron.
Más tarde, se comparó utilizando varias técnicas de muestreo de aire, el número de microorganismos aislados entre los voluntarios que usaban su mascarillas casera, una mascarillas quirúrgica o ninguna de ellas.
“El factor de ajuste medio de las mascarillas caseras era la mitad del de las mascarillas quirúrgicas. Ambas mascarillas redujeron significativamente el número de microorganismos expulsados por los voluntarios, aunque la mascarillas quirúrgica fue 3 veces más efectiva para bloquear la transmisión que la mascarillas casera”, explicaron.
“Nuestros hallazgos sugieren que una mascarillas casera solo debe considerarse como un último recurso para prevenir la transmisión de gotas de individuos infectados, pero sería mejor que no tener protección”, sentenciaron.
Pero ese no es el único estudio disponible al respecto. Un grupo de investigadores del Instituto de Salud Pública de los Países Bajos, puso a prueba los tapabocas caseros hechos de un paño de cocina.
En esta ocasión, evaluaron “el potencial de reducción de la transmisión que brindan los respiradores personales, las mascarillas quirúrgicas y las mascarillas caseras cuando las usan voluntarios sanos”.
Se realizaron tres experimentos diferentes para evaluar. “El primero, era protección a corto plazo para diferentes tipos de mascarillas usadas durante 10-15 minutos por el mismo voluntario siguiendo un protocolo estandarizado”, sentenciaron.
“El segundo, protección a largo plazo de una mascarillas específica usada continuamente por un voluntario durante tres horas en las actividades regulares; y tercero, efectividad de diferentes tipos de mascarillas para prevenir la transmisión saliente por un sujeto infeccioso simulado”, añadieron.
Los investigadores también destacaron que “la protección interna se definió como el efecto del uso de mascarillas para proteger al usuario del medio ambiente”.
Mientras que “la protección externa se definió como el efecto de una mascarillas sobre la protección del medio ambiente contra la generación de partículas en el aire por un paciente (o en este caso, una cabeza mecánica)”.
En esta ocasión, concluyeron que si bien todos los tipos de mascarillas reducen la exposición viral y riesgo de infección en una persona promedio, sin importar el tipo de actividades, sí existe una variación en su nivel de efectividad.
Asimismo, también declararon que “la protección externa (uso de mascarilla por una cabeza mecánica) fue menos efectiva que la protección interna (uso de máscara por voluntarios sanos)”.
“Los respiradores personales eran más eficientes que las mascarillas quirúrgicas, que eran más eficientes que las mascarillas caseras”, concluyeron. Sin embargo, “independientemente del tipo de máscara, los niños estaban menos protegidos”, añadieron.
Dicho estudios también testeó la efectividad de estas después de tres horas de uso, dando como resultado que ni la humedad ni el tiempo tuvieron un gran impacto en la efectividad de cualquiera de las mascarillas.
Eso sí, al probarlas las caseras en 11 niños de 5 a 11 años, se descubrió que fueron aproximadamente un 15% menos efectivas que en adultos. Algo que también se vio en las quirúrgicas y las FFP2 (N92). Una explicación podría ser lo difícil que es poner las mascarillas en las caras de los niños y mantenerlas de forma correcta.
En resumen, las mascarillas caseras no reemplazan a las recomendadas, pero es mejor que nada y además ayuda para que aquellas oficiales vayan a dar a manos de los profesionales de la salud que sí las necesitan.
Recordemos que la recomendación es que solo aquellas personas contagiadas o que van a atender a una, deben usarlas obligatoriamente.