La idea de tener que someterse a una operación puede generar cierto temor en muchas personas, especialmente cuando se trata de intervenciones más bien invasivas. Y aunque es habitual hacerse muchísimas preguntas antes de un procedimiento de este tipo, seguramente son pocos quienes alguna vez se han planteado el terrorífico escenario de tener que operarse a sí mismos.
Si bien puede sonar como el guión ideal para una buena película de terror, lo cierto es que han habido casos reales en que personas se han visto en la obligación, por diferentes motivos, de tener que operar su propio cuerpo.
Uno de ellos es Leonid Rógozov, un médico ruso que participó en la sexta Expedición Antártica Soviética entre 1960 y 1961. Tal como recoge la cadena BBC, él era el único médico destinado en la Base Novolázarevskaya, en dónde una apendicitis lo obligó a practicarse una apendicectomía.
Nacido el 14 de marzo de 1934 en una remota aldea de Siberia, Rógozov completó sus estudios secundarios en 1953, tras lo cual viajó a Argentina, en donde vivió cinco años.
Un dato curioso es que durante su estancia en el país trasandino, probó suerte como futbolista en River Plate, institución en la que se desempeñó como volante por algún tiempo.
No obstante, posteriormente decidió regresar a Rusia para completar sus estudios, ingresando al Instituto Médico Pediátrico de Leningrado, ciudad que actualmente se llama San Petersburgo.
En 1959 se graduó como médico general, comenzando con su entrenamiento clínico para la especialidad de cirugía. Sin embargo, un año más tarde decidió interrumpir su especialización para unirse a la sexta Expedición Antártica Soviética como médico.
Sería precisamente durante su trabajo en la Antártida en dónde se convirtió en protagonista de uno de los casos de autocirugía más famosos de la historia. De acuerdo al portal Infomed, todo comenzó la mañana del 29 de abril de 1961, cuando empezó a experimentar debilidad general, además de náuseas y fiebre.
A estos síntomas se sumó un intenso dolor en el cuadrante inferior derecho del abdomen. Apelando a sus conocimientos médicos trató de aliviar los malestares con algunos tratamientos, ninguno de los cuales dio resultado.
Al día siguiente todo empeoró, cuando supo que lo suyo era más grave de lo que se pensaba: tenía peritonitis. En la noche su estado era grave.
Lo peor es que la estación soviética de investigación más cercana estaba a más de 3 mil kilómetros de la Base Novolázarevskaya, donde él se encontraba. Ninguna de las estaciones antárticas cercanas de otros países tenía aviones, lo que sumado a las condiciones meteorológicas lo llevó a tomar la drástica decisión de operarse a sí mismo.
Fue así como a las 22:00 horas de ese mismo 30 de abril Rógozov se inyectó anestesia local en la pared abdominal para iniciar la intervención, con ayuda del conductor de tractores y el meteorólogo, quienes le facilitaban los instrumentos.
Además, ambos sostenían un espejo para que el médico pudiera ver las zonas a las que de otra forma no habría podido inspeccionar. Tras hacer una incisión de 12 centímetros, Rógozov comenzó a buscar su apéndice.
Treinta minutos después empezó a sentir debilidad general y náuseas, razón por la cual debió hacer varias pausas para descansar en el procedimiento. Según detalló en su informe, su apéndice inflamado tenía una perforación de 2 x 2 centímetros en la base. Dos horas después de iniciada la operación, concluyó.
Su autocirugía fue un verdadero éxito. En cinco días su temperatura volvió a la normalidad, mientras que en una semana pudo retirar los puntos de sutura. Dos semanas después de la operación pudo retomar sus labores diarias.
Rápidamente la noticia de la intervención llegó hasta su país, en donde recibió la Orden de la Bandera Roja del Trabajo.
Una vez de regreso a Rusia, siguió ligado a la salud, desempeñándose como jefe del Departamento de Cirugía del Instituto de Investigación de Neumología Tuberculosa, en Leningrado/San Petersburgo, por casi 15 años.
Falleció el 21 de septiembre de 2000 de cáncer de pulmón, dejando un gran legado en la historia de la medicina. A modo de ejemplo, luego de conocerse su caso, se estableció que las apendicectomías deben ser obligatorias para los exploradores antárticos de varios países, como Australia.