No son pocos los historiadores y testigos que aseguran que el día que murió Adolf Hitler en Berlín (30 de abril de 1945), él llevaba guardada en su abrigo una foto de su madre Klara. El relato viene acompañado por la creencia de que ella fue la única persona a la que el hombre le tuvo cariño y respeto en su vida.
No obstante, hasta el día de hoy poco se sabe sobre quien fue el padre de quien se convertiría en líder de Alemania en 1933. Su nombre fue Alois Hitler y, para muchos, fue clave en la formación del carácter del futuro canciller.
En la introducción del libro Mi Lucha (que narra la experiencia de Hitler), él mismo declara que su padre era un solícito funcionario civil de aduanas en la frontera entre Austria y Alemania. No obstante, aquel relato estuvo cargado de mucho dolor.
Radicado en la aldea de Braunau am Inn, Alois era reconocido por ser un esforzado servidor público, habiéndose iniciado en el mundo de los controles fronterizos desde que tenía 18 años.
Pero todo ese éxito laboral se vio empañado durante años por la pésima vida familiar que tuvo el hombre, la cual incluyó malos tratos a sus esposas y sus propios hijos.
De acuerdo a un reportaje del medio español ABC, el hombre tuvo dos matrimonios antes de casarse con su sobrina Klara (20 años menor que él). De aquel matrimonio nacieron cinco hijos, de los cuales sólo dos llegaron a edad adulta: Adolf y Paula.
Ian Kershaw, historiador británico y escritor de una de las biografías del líder Nazi, explica que el pequeño Adolf era el principal blanco de sus enfados cuando llegaba a casa, por lo que frecuentemente lo castigaba.
Décadas después del fin de la guerra, Paula declaró en muchos libros que las palizas de Alois a sus hijos eran cosa de cada día. Estas incluían azotes con cinturones, golpes de puños en la cara, palmetazos en el trasero e incluso patadas.
No obstante, Paula dejó entrever que era su hermano quien constantemente hacía rabiar a su padre con su obstinación y desobediencia, ya que no le hacía caso en lo que respectaba a seguir un trabajo tradicional.
“Era especialmente mi hermano Adolf quien empujaba con su obstinación a mi padre a la severidad extrema y recibía cada día una buena tanda de golpes. Él siempre lloraba cuando mi padre llegaba”, dijo en una oportunidad.
El historiador Jesús Hernández indicó al citado medio que, en algunos relatos a sus seguidores, el propio Hitler aseguró que en su niñez fue víctima de palizas por parte de su padre. “El pequeño era el objeto de la cólera de su iracundo padre”, asegura.
Para Hernández, el desprecio que habría sentido el padre por su hijo se debía a que este no quería seguir su carrera de oficial de aduanas, ya que sentía que su futuro estaba en el arte, como pintor o dibujante.
En contraparte, fue su madre Klara quien alentó a Hitler a que siguiera su sueño de convertirse en un gran artista, contradiciendo en parte las órdenes de su esposo, por quien sentía pavor.
Tanto Kershaw como Hernández enfatizan en sus relatos que esta mujer esperaba todos los días con terror la llegada de su marido, sin poder hacer mucho cuando este empezaba a golpear a su único hijo hombre.
Se sostiene que Hitler tenía entre ocho y 10 años cuando recibió las peores golpizas de su padre. Sin embargo, hubo un hecho en particular que cambió la visión del hombre respecto al niño.
Para Kershaw, esto tiene relación con la formación del carácter del pequeño Adolf. “Años más tarde (Hitler), explicó a su secretaria que, un día, cuando vivían en Leonding, tomó la decisión de no llorar más cuando su padre le azotaba”, explica.
“Unos pocos días después tuve la oportunidad de poner a prueba mi voluntad. Mi madre, asustada, se escondió en frente de la puerta. En cuanto a mí, conté silenciosamente los golpes del palo que azotaba mi trasero”, habría explicado en la oportunidad.
Al parecer, este cambio en la actitud del niño hizo que el hombre nunca más lo golpeara al llegar a casa o cuando él desobedecía sus órdenes.
Decidido a no obedecer las órdenes de su padre, Adolf dejó la escuela secundaria a los 16 años y sin haber terminado sus estudios. En ese entonces, tenía en mente convertirse en artista y vivir de sus creaciones.
Alcohólico y mujeriego
Según detalla la National Geographic, la vida de Alois Hitler estuvo marcada por la violencia y una familia mal constituida, lo que lo llevó a vivir una juventud en la que convivió con problemas de alcoholismo y muchas relaciones amorosas fallidas.
Ese hombre nació en la aldea austriaca de Döllersheim 1837, siendo hijo de una mujer llamada Anna María Schicklgruber. Creció desconociendo quien era su padre biológico, por lo que su primer apellido fue Schicklgruber.
De acuerdo al citado medio, los historiadores concuerdan en que hubo sospechas que sus padres eran el campesino Johann Nepomuk Hüttler o un molinero de la zona llamado Johann Georg Hiedler.
Su madre, años más tarde, terminó casándose con Hiedler, aunque éste nunca lo reconoció como hijo legitimo del matrimonio y no intervino mayormente en su proceso de crianza.
Fue recién en 1877 cuando Alois Schicklgruber, con el objetivo de ascender en el mundo laboral con un apellido que sonara menos “campestre”, decidió cambiarlo por que el tenía su padrastro.
Fue así como él mismo hizo ese trámite ante la iglesia de Döllersheim, la cual lo nombró como hijo legítimo de Johann Georg Hiedler, quien murió a los 40 años sin haber dejado herederos.
No obstante, un error de tipeo en el servicio postal de Austria hizo que su nuevo apellido fuera mal deletreado, quedando finalmente como Alois Hitler.
El sujeto ingresó al servicio de aduanas cuando apenas tenía 18 años, logrando ascensos debido a una extraordinaria capacidad de sacrificio y obstinación por el trabajo.
“Poseía una personalidad dominante y se afanaba con impaciencia y sin darse el menor respiro en conseguir sus objetivos. Tenía la capacidad de dominar de forma fría y calculadora a quiénes le rodeaban, sabiendo impresionarles y convencerles”, determinó Jesús Hernández.
Sin embargo, todo el esfuerzo que Alois puso en su trabajo quedó opacado por un vicio: era alcohólico.
Según el detalle que entrega el diario El País, Hitler era de esas personas que siempre estaba en bares después de trabajar, por lo que el dinero le duraba bastante poco.
Sin ir más lejos, el propio periódico estima que su hijo se refirió a él en un extracto de Mi Lucha, en el cual se hace referencia a problemas de la economía familiar.
“El hambre destruye todos los proyectos de los trabajadores […]. En los buenos tiempos se dejan acariciar por el sueño de una vida mejor […], después que reciben sus salarios. Así se explica que aquel que apenas ha logrado conseguir trabajo, olvida toda previsión y vive tan desordenadamente que hasta el pequeño presupuesto semanal del gasto doméstico resulta alterado; al principio, el salario alcanza en lugar de siete días, sólo para cinco; después únicamente para tres y, por último, escasamente para un día, despilfarrándolo todo en una noche”, escribió.
A lo que agregó: “A menudo la mujer y los hijos se contaminan de esa vida, especialmente si el padre de familia es en el fondo bueno con ellos y los quiere a su manera”.
Por otro lado, El País sostiene que Alois era un mujeriego desde joven. Según datos de historiadores europeos, el hombre tuvo un hijo ilegítimo hacia 1860, el cual nunca reconoció como suyo.
A eso se suma que 13 años después se casó con una mujer que era 14 años mayor que él. Sin embargo, algunos sostienen que también tuvo una amante por esos años, cuyo nombre era Francisca.
Tiempo más tarde su esposa le pidió el divorcio, situación que Hitler acepto. Sólo tres meses después se casó con una mujer llamada Anna, quien dos años después murió a causa de una enfermedad.
Alois conoció a Klara Pölzl mientras estaba casado con su segunda esposa. Aquella mujer tenía en ese entonces sólo 16 años y era nieta de uno de sus tíos. Sin ir más lejos, ella se dirigía a él como “tío”.
Finalmente ambos terminaron casándose y fruto de esa relación nació Adolf en 1889. El matrimonio tuvo cinco hijos, pero sólo dos pudieron desarrollarse y llegar a adultos.
Según los registros, Alois Hitler falleció la mañana del 3 de enero de 1903 a causa, supuestamente, de un derrame cerebral. Se dice que la afección surgió cuando estaba tomando una copa matutina de vino en su sillón.
Por su parte, Klara Hitler murió en Linz (Imperio Austrohúngaro) un 21 de diciembre de 1907. Su deceso se produjo a causa de un cáncer de mama que le había sido diagnosticado hacía dos años.
Tanto Kershaw como Hernández indican que la muerte de su madre dejó marcada para siempre la personalidad de Adolf Hitler, quien no tuvo relaciones sentimentales hasta que conoció a Eva Braun en la década de 1930.