Con una altura de 8.848 metros sobre el nivel del mar, el monte Everest es la montaña más alta del mundo, convirtiéndose a su vez en uno de los objetivos más codiciados por los alpinistas.
No obstante, a pesar de la fascinación que genera en los amantes de esta disciplina, se trata de un lugar que ha causado más de 290 muertes.
Y es que los osados que atreven a desafiarla -con la ayuda de los sherpas– no sólo deben escalar en terrenos sumamente complejos, que cuentan con barro y nieve, sino que según explica el portal Top China Travel, además deben hacer frente a la altura, en donde el oxígeno comienza a escasear.
Este fenómeno hace que las personas comiencen a experimentar intensos dolores de cabeza y náuseas, entre otras molestias. En promedio, las personas tardan entre ocho y diez días en alcanzar su cima.
Pero aunque hemos visto esta colosal montaña en series y películas, que está ubicada en el Himalaya, marcando la frontera entre Nepal y China, lo cierto es que esconde un secreto que pocas veces es tocado.
Nos referimos a los cuerpos del Everest. Se trata de los cadáveres de quienes han muerto en su intento por desafiar estos más de 8 mil metros de altura.
Porque por muy macabro que parezca, lo cierto es que la mayoría de estos restos se mantienen en el mismo lugar en el que la persona perdió la vida.
Ya sea por avalanchas, lesiones por terribles caídas, hipotermia u otros problemas de salud provocado por las condiciones extremas, cerca de 200 cadáveres permanecen en el Everest.
¿Por qué estos cuerpos no son rescatados por las autoridades? La respuesta es bastante más simple de lo que muchos creen: porque es demasiado peligroso.
Caminar bajo estas condiciones ya es sumamente complejo, por lo que cargar otro cuerpo sólo pondría en peligro la vida del alpinista. Llegar con helicópteros tampoco se viable por el riesgo que implicaría.
A partir de los 8.000 metros, los alpinistas entran en lo que se conoce como “zona de la muerte”. Es un sector en donde la aclimatación se hace sumamente compleja.
Si a esto sumamos las bajas temperaturas (en Enero, el mes más frío, la temperatura promedio en la cumbre es de -36ºC , aunque puede llegar a los -60ºC) además del complejo terreno, podremos comprender que un rescate se vuelve algo imposible.
Es por esto que si una persona llega a sufrir el mal de altura, congelación u otro accidente que le impida movilizarse por sí solo, estaremos frente a una situación grave.
En la actualidad, de los 200 cadáveres que permanecen en el Everest, 150 nunca se han encontrado. En las rutas de acceso a la cima, hay 40 cuerpos que se mantienen en dónde perecieron.
Muchos de ellos no han podido ser reconocidos, por lo que los alpinistas los han bautizado con otros nombres y son utilizados como puntos de referencia.
Uno de los cuerpos más conocidos es el del escalador indio Tsewang Paljor, quien murió en 1996 en medio de una tormenta. Desde entonces el cadáver “descansa” cerca de la cumbre del lado norte del Everest.
Hoy en día lo llaman Green Boots (Botas verdes), y aparece -o desaparece- según las condiciones meteorológicas. Cuando sobresale de la nieve, los escaladores deben pasar por sus piernas extendidas.
Pero sin duda que una de las historias más impactantes es la de Francys Arsentiev, una mujer que en mayo de 1998 se convirtió en la primera mujer en alcanzar la cima del Everest sin oxígeno.
Luego de conseguir con su objetivo, comenzó el descenso en compañía de su marido, Sergei. No obstante, las duras condiciones meteorológicas hicieron que la pareja se separaran por accidente en medio de la oscuridad de la noche.
En este complejo escenario, Sergei tomó la decisión de volver al campamento base, pensando que su mujer haría lo mismo. Lamentablemente al llegar, se dio cuenta que Francys no estaba.
Tal como recoge el periódico NZ Herald, el alpinista tomó tanques de oxígeno adicionales y salió a buscarla. Esa sería la última vez que sería visto con vida.
Un día después, otros escaladores encontraron a Francys semi-inconsciente. Tras suministrarle todo el oxígeno que pudieron, intentaron arrastrarla pero les resultó imposible.
Fue entonces cuando comprendieron que continuar junto a ella sólo haría que todos terminaran muertos, por lo que debieron tomar la difícil decisión de abandonarla a su suerte. “No me dejen morir aquí”, pidió la mujer.
Tiempo después, una de las expedicionarias, llamada Cathy O´Dowd, recordó cómo Francys pedía, entre sollozos, que no la dejaran, mientras el grupo se alejaba de la montaña.
A partir de entonces, Francys es conocida como “la Bella Durmiente”.
Los sherpas, etnia de montaña cuyo nombre se convirtió en sinónimo de guía de alpinismo, son la base de la industria del Himalaya en Nepal.
Tienen buena reputación por sus capacidades físicas en alta montaña, en donde la respiración se hace más difícil. Su cuerpo aclimatado utiliza el oxígeno de manera más eficaz que el de los habitantes de los llanos, según un estudio científico británico.
No obstante, de acuerdo a la agencia de noticias Agence France-Presse, la demanda cada vez mayor de guías hace que encontrar sherpas dedicados a este oficio sea cada vez más difícil. Por ello los últimos en ingresar al sector pueden obtener rápidamente mayores responsabilidades.
“Los jóvenes sherpas son muy fuertes y piensan que pueden hacer todo cuando en realidad no pueden. Los viejos sherpas van lentamente, pero con seguridad”, señaló hace unas semanas Phurba Tashi Sherpa, jefe de sherpas de la agencia Himalayan Experience, que subió 21 veces a la cima del Everest.
Cabe señalar que un sherpa aguerrido puede ganar hasta 10.000 dólares (6 millones 300 mil pesos chilenos) durante la temporada alta, de abril y mayo, es decir 14 veces el sueldo anual medio en Nepal.