Los protagonistas de esta historia son 3: dos humanas y su gato, Vaska, que pasó de ser la mascota, el regalón de un hogar, al proveedor de unas mujeres que vieron cambiar sus vidas en plena Segunda Guerra Mundial, con el sonar de las bombas en Leningrado, bajo el asedio nazi.
La comida escaseaba y la vida, aún más. Eso relata la nieta e hija de ambas rusas que vivieron los embates de un cruento periodo. De hecho, su historia se cuenta en los museos de su país.
Además, la historia, la trasladó a sus seguidores otra oriunda de Rusia: Varya Malina, quien es parte del show “Todo en 90 Días” del canal TLC. Ese, que muestra la vicisitud de las parejas de países distintos que lo dejan todo, incluso sus territorios, por una relación complicada. De hecho, la producción lleva 8 temporadas.
La anterior es otra temática a revisar en otra ocasión. La que hoy nos convoca, Malina se vio movida a publicarla en su Instagram, tras escucharla en un museo de San Petersburgo, en territorio ruso.
Quizás por conservar la historia, para que no se repita nunca más, los rusos se dan a la tarea de establecer la conexión entre esta, la supervivencia y las increíbles reacciones de un animal tan enigmático como lo es el gato.
Vaska: el proveedor
Cuando la guerra ya tenía en el suelo a Leningrado y sus habitantes, dos rusas (como millones más), se esforzaban por sobrevivir. No estaban solas. Un escuálido felino cuidaba de ellas, no al revés, como suele suceder en tiempos normales.
Los 3 pasaban períodos de hambre. No había qué comer. Entonces, Vaska entraba en acción con las fuerzas que le quedaban.
“Cada día, Vaska salía a cazar y traía de regreso a casa un ratón o incluso una gran rata. Mi abuela destripaba a los ratones y hacía estofado, mientras que con las ratas, lograba hacer un buen goulash”, cuenta la historia que rusos y extranjeros pueden leer y escuchar en los museos de ese país.
el gato era tan consciente de lo que hacía, al punto en que aguardaba su turno para probar la comida, ya cocinada, que proveía a las dos mujeres, madre e hija. La hora de compartir iba más allá de un tiempo de alimentos.
“El gato siempre se sentaba junto a ella (su abuela) y esperaba su turno para comer. Durante la noche, los tres se metían bajo la misma frazada y él las adormecía con su ronroneo”.
No es un comportamiento difícil de creer. Quienes poseen un felino, saben que estos tienen la capacidad de intuir cuándo sus humanos los necesitan. En ese momento, están 100% para ellos. Así muestra la historia a Vaska.
Pero, estaba débil. Conforme el acecho nazi se consolidaba, el hambre y la desesperación se agudizaba también. Eso, alcanzó a humanos y animales por igual. No obstante, este gato se las ingeniaba y cazaba junto a una de sus humanas, con las fuerzas en reserva.
“El hambre era terrible. Vaska estaba hambriento y flaco, como todos los demás. Durante todo el invierno, mi abuela guardaba migajas para los pájaros, y cuando llegaba la primavera salía junto a Vaska para cazarlos. Esparcía las migajas y luego se ocultaban junto a Vaska para emboscarlos. Su salto siempre era sorprendentemente preciso y rápido. Pero Vaska estaba tan desnutrido como ellas y ya no tenía fuerzas suficientes para matar al pájaro. Entonces, mi abuela dejaba que Vaska sólo lo agarrara y luego llegaba ella para ayudarlo. Entonces, entre la primavera y el otoño, sólo comían pájaros”.
Era el trabajo en equipo de una familia conformada por dos humanas y un gato, en busca de la supervivencia.
Vaska: el radar de los bombardeos
Los aviones nazis sobrevolaban el cielo de Leningrado. Lo sentían suyo y desde este dejaban caer las bombas que tenían como blanco principal a los aliados o a todo lo que estuviera en su contra.
Las imágenes que circulan de ese periodo, lo dicen todo. En ellas se funden historias de vida y muerte que dejan una sensación de desolación en el presente, cuando millones se preguntan ¿cómo? o ¿por qué? se vivió un capítulo tan espeluznante.
En ese tiempo, cuando solo había que pensar en sobrevivir, Vaska se unía a ese concierto.
Uno de los pasajes que más sorprende en la hazaña de este felino, es la forma en que se anticipaba a las bombas que caían del cielo, estallando en infierno.
“Él se percataba de los bombardeos mucho antes de que pudieran sentir el ruido de los aviones. Cuando Vaska comenzaba a inquietarse y maullar con angustia, mi abuela sabía que era el momento de tomar sus ropas, agua, a mi madre y definitivamente también a Vaska, y huir de casa”.
Por supuesto que nadie lo dejaba atrás. No sólo se trataba de cuidar al proveedor. Era un integrante más de la familia, que era visto por otros como la comida de varios días. Nada de que culpar a los demás cuando no había nada más que comer.
“Cuando debían correr a un refugio antibombas, siendo un miembro más de la familia, se llevaban también a Vaska y lo vigilaban de cerca para que nadie fuera a llevárselo y comérselo”.
A esas alturas de la guerra, Vaska estaba muy débil, pero presente en su familia, como hoy su hazaña en los museos rusos. Las ratas abundaban porque los sobrevivientes de los bombardeos comían gatos. De ahí que en plena invasión enemiga se desatara además una plaga de ratas que complicó aún más el escenario.
Sin embargo, vino un final feliz. Vaska vio la retribución de ser noble con sus humanas.
Nadie lo cazó. No murió de escuálido. Al contrario. Vino un periodo mejor, donde los bombardeos cesaron y se vio recompensado por su fiel protección.
“Cuando por fin se levantó el bloqueo de la ciudad y volvió a llegar comida, e incluso después de la guerra, mi abuela siempre guardaba los mejores trozos para el gato. Lo acariciaba cariñosamente diciendo ‘tú fuiste nuestro proveedor"”, le decía la matriarca a Vaska.
La vida retribuye, eso le sucedió al peludo de esta historia. Cinco años después del fin de la invasión nazi, llegó el fin de un animal que lo dio todo por sus humanas.
“Vaska murió en 1949 y mi abuela se las arregló para sepultarlo en el cementerio. Para que nadie pisoteara su tumba, le puso una cruz donde escribió ‘Vasily Bugrov"”. Cuando llegó su momento, mi madre sepultó a mi abuela junto al gato, y luego, yo sepulté a mi madre con ellos. Hoy, los tres yacen juntos bajo la misma lápida, tal como alguna vez estuvieron durante la guerra… los tres juntos bajo una misma frazada”.
¿Quieres llorar? No hay por qué. Solo abraza a tu(s) gato(s).