Los vestigios más claros de nuestra relación con los animales se remontan a la época paleolítica. Donde además de indicios de cacería, se comenzaría a gestar un verdadero vínculo con ellos, lo que se plasmaría a través del arte y de distintos rituales.
Desde ahí en adelante, esta asociación iría evolucionando y transformándose, adquiriendo distintos matices y connotaciones. Que dependiendo de nuestro criterio, podemos tildar de buenas o malas.
Pero aparentemente, la mayoría de los investigadores coinciden en que con el paso del tiempo los humanos terminamos cosificándoles, es decir, otorgándoles una utilidad-propósito específicos, y que una vez satisfechos, se les relega a un plano de atención inferior, o llanamente se les desecha.
No obstante, en las últimas décadas este modelo parece haber cambiado, y la relación se ha vuelto más consciente y compasiva. Despertando una lucha real y de acciones concretas, por reivindicar el lugar de los animales en nuestra sociedad.
Pero contrario a lo que podríamos creer, esta lucha no es reciente, puesto que ya en la antigua Grecia, el medioevo, el renacimiento y épocas subsiguientes, ya había varios que desde sus sitiales de influencia, procuraban sensibilizar a sus contemporáneos. Ejemplo de ellos son: Pitágoras de Samos, Plutarco, Platón, Séneca, Francisco de Asís, Leonardo DaVinci, Martín de Porres, Kant, Schopenahuer, Bentham, entre otros, según consigna el medio El Diario de España.
Hoy son distintas organizaciones y movimientos formales e informales quienes dan batallas inagotables a favor de los animales, en búsqueda de protección, y de conseguir sus derechos, para darles la posibilidad de un mejor pasar.
Nuestro país no es la excepción, y si no lo teníamos claro, lo acontecido recientemente en el estremecedor caso “Cholito”, terminó por demostrar la creciente preocupación que existe en torno a los animales, especialmente por aquellos desprotegidos y que sufren todo tipo de maltratos y vejaciones en manos de “personas” inescrupulosas.
Por otra parte, en la otra cara de la moneda, existen aquellos que producto de la relación de profundo afecto que sienten por sus mascotas, sin quizás darse cuenta, les han humanizado. Una tendencia que cobra fuerza, y que también ha generado el génesis de movimientos que buscan acabar con esta práctica, que también es considerada una forma de maltrato.
Hoy en BioBioChile, te contaremos de qué se trata, los riesgos, y cómo puedes mesurar tus acciones para no perjudicar a tus fieles compañeros.
Para muchos, las mascotas no sólo son animales domesticados, a quienes alimentamos, y con quienes compartimos y jugamos como parte de nuestra cotidianidad. En la actualidad, el concepto es más profundo, ya que son parte de la familia, se les otorga un sitial preponderante, pasan a cumplir un rol funcional y emocional en el seno familiar, y hasta tienen obligaciones.
Este afán por humanizarlos, se denomina antropomorfismo, y es la atribución de características y cualidades humanas a los animales. Una actitud que ha proliferado transversalmente.
Es precisamente esto lo que ha venido encendiendo las alarmas, y que para el experto en ética de la Universidad de Girona, Ramón Alcoberro, “es un tipo de amor malentendido, ya que el animal tiene derecho a ser un animal, y debe tener su propia vida de gato o de perro”.
“Algunos psicólogos consideran que el exceso de humanización animal se da durante el proceso de domesticación, cuando en muchas personas aparece la sensación de que pueden hablar el mismo idioma que sus mascotas y que emocionalmente hay una complementariedad que, en algunos casos, puede ir incluso más allá de su relación con los humanos. Esta conducta es algo muy profundo, ya que si pienso que puedo entrar en el mundo comunicativo del animal, lo estoy convirtiendo en miembro de mi propia familia”, explica el profesional, en entrevista con el diario El Clarín.
Para él, hoy las mascotas cumplen básicamente tres funciones:
– Afectiva en personas que han sufrido frustraciones en el terreno personal o profesional.
– Responsabilizadora, cuando llega el momento de consensuar decisiones en la familia.
– Educadora, esto a la hora de moldear las conductas de los niños, e inclusive muchas personas parten teniendo una mascota antes de decidirse por tener su primer hijo.
La delgada línea y cómo evitar cruzarla
Junto con la humanización de las mascotas, vino un fenómeno que prácticamente todos hemos podido visualizar: la diversificación, y el boom comercial de productos y espacios relativos al “cuidado” de nuestros animales. Que desde luego incentivan esta práctica, llevándola en ocasiones al extremo. Para quienes han humanizado a sus animales, esto puede resultarles inofensivo, no obstante, varios especialistas indican que no es el camino apropiado.
Uno de ellos es el famoso “encantador de perros”, César Millán, quien señala que aquellos que humanizan a sus mascotas, no comprenden su psicología animal.
Para Millán, el problema radica en la sobre-exageración del vínculo afectivo, por parte de los amos, ya que lo único que hacen es proporcionar afecto, y cualquier respuesta que entregan ante cualquier situación con sus mascotas es dar más y más afecto. Pero ellos necesitan además, ejercicio y disciplina. Necesitan comprender cuál es el lugar que les corresponde como animales, pues no son humanos, y no están ahí para resolver nuestros problemas, explica.
“Cuando los traemos a nuestro mundo, necesitamos ayudarles a alcanzar el equilibrio satisfaciendo sus necesidades como la naturaleza ha previsto que sean”, sentencia Millan para The Seattle Times.
Según voces expertas, la frontera o la condición para saber si nuestras acciones con las mascotas son o no convenientes está en el dolor. Según Alba Jornet, de la Fundación FAADA para el Asesoramiento y Acción en Defensa de los Animales en España, todo lo que pueda provocar un estrés al animal puede acabar en maltrato, por lo que advierte que es necesario conocer muy bien la naturaleza de la mascota antes de tomar cualquier decisión.
Recapitulando:
– No debemos nunca olvidar que nuestras mascotas son animales, no son personas.
– Debemos comprender su naturaleza. Para esto es necesario que entendamos las características específicas de la raza, y observar como se comportan antes distintos estímulos.
– Eliminar o desestimar cualquier práctica que veamos que afecta su comportamiento, que les incomoda, que invade su espacio animal.
– Además de darles cariño, debemos disciplinarles y fomentar el ejercicio.
Los riesgos de la humanización animal
Como mencionábamos, esta práctica puede impactar negativamente a nuestras mascotas de distintas formas. sin embargo, las más comunes y corroboradas serían las siguientes:
Riesgos para nosotros:
– Enfrentar la desnaturalización. Para nosotros el riesgo es compartir diariamente con un animal que ha sido desnaturalizado de su condición animal. Que buscará equipararse a nuestra condición y competir por un espacio que no le corresponde, explica el portal Mascotaadictos.
Riesgos para ellos:
– Inestabilidad
Que se manifiesta a través de cambios de conducta. Estos cambios en su personalidad y actitud, son fomentados principalmente por el estrés. Situándolos en una posición defensiva, manifestando ansiedad, agresividad, e irascibilidad.
– Pérdida de identidad
En el proceso de humanizar a un animal, se le somete a que cambie sus hábitos naturales por hábitos aprendidos. No nos referimos a sentarse, saludar, o jugar. Sino a cuando por ejemplo, se les obliga a comer en la misma mesa que nosotros, a orinar en un inodoro, a vestirse, etc. Nos afanamos en que lo que es natural para nosotros, lo sea también para ellos. Esto puede generar confusión y gran estrés en nuestras mascotas. Pasamos por alto sus necesidades, haciendo primar las nuestras.
– Pérdida de los principios de jerarquía
Humanizar a nuestra mascota puede conducir a que el animal no sepa quién manda. Ellos por lo general necesitan un líder y si no lo tienen, asumirán el liderazgo. De esta manera, perderán el equilibrio entre lo que pueden o no pueden hacer. Creyendo que pueden hacer lo que quieren sin límites, y que todos quienes les rodean, están a su servicio y disposición. Esto puede decantar en comportamientos agresivos y trastornos graves, señala el sitio especializado en mascotas Mis animales.
– Obesidad
Un estudio de Royal Canin Alemania demostró que los animales “humanizados” tienen mayor tendencia a la obesidad, ya que son sobrealimentados y son menos activos. Esta enfermedad, suele ser causada por un exceso de calorías que el animal ingiere, pero no logra un gasto energético suficiente que genere balance. El mismo estudio señala que sólo tres de cada diez dueños reconocen la obesidad en sus mascotas, lo que expone a las mascotas porque no tienen un tratamiento adecuado.
Una mascota que es obesa puede también desarrollar enfermedades pulmonares y cardiovasculares, ya que el exceso de peso fuerza el sistema circulatorio y genera un aumento de trabajo cardiaco. De la misma forma, los efectos físicos de cargar con un exceso de peso favorecen a la poca tolerancia al calor y al ejercicio, al desarrollo de artritis, de problemas locomotores y trastornos articulares.