Las hembras de una especie de primates incitan a los machos a luchar contra otros grupos rivales y recompensan a los valientes y agreden a los prudentes, según un estudio científico publicado este miércoles.
“Es la primera vez que se demuestra que otra especie además de los seres humanos es capaz de utilizar tácticas de manipulación, como el castigo o la recompensa, para incitar a participar en batallas entre diferentes grupos”, explicó a la AFP Jean Arseneau, especialista en primates de la Universidad de Zúrich.
Los simios estudiados, la especie Chlorocebus aethiops pygerythrus, viven en África y son fácilmente reconocibles por tener la cara negra enmarcada por abundante pelaje blanco. Muchos ejemplares tienen un color verde-amarillento en el lomo.
Estos animales viven en grupo y las hembras participan en las batallas cuando está en juego la comida del grupo.
Un equipo de investigaciones con sede en Suiza y en Sudáfrica estudió durante dos años a un grupo de simios que vive en una reserva en África. Los resultados de sus observaciones fueron publicados este miércoles en la revista Proceedings of the Royal Society B.
Los expertos notaron que después de una pelea, las hembras usaban “la zanahoria o el palo” para incitar a los machos a que la próxima vez saltaran a la arena.
Más concretamente, los simios que participaron en las peleas eran despiojados por las hembras.
A la inversa, chillaban y se acercaban con modos amenazantes a los machos que se habían mantenido al margen. A veces incluso los perseguían y los agredían físicamente.
Antes de atacar a un macho, que cuentan con la ventaja de tener un peso mayor, las hembras formaban “una coalición” de dos o más individuos para evitar riesgos, explicó Jean Arseneau.
Y la estrategia era eficaz, ya que los premiados “seguían ayudando en las batallas sucesivas” y los castigados se unían a los combates.
“Las hembras usaban estas tácticas de manipulación cuando había comida interesante en juego, ya que necesitan alimentos para criar a su prole”, dijo el científico.
Para los machos, en cambio, entraba en juego una estrategia reproductiva.
“Ser castigado puede degradar las relaciones sociales” con las hembras del grupo, destacaron los expertos en el estudio.
“A la inversa ser recompensado puede reforzar los lazos y señalar a las hembras del grupo que el macho objeto de las atenciones es una pareja socialmente aceptable”, agregaron.