La bacteria es capaz de generar diferentes mecanismos para adaptarse al estómago y causar diversas complicaciones de salud. Incluso puede ayudar a aumentar el riesgo de contraer uno de los cánceres más letales.
La infección por la bacteria Helicobacter pylori, que en el lenguaje coloquial suele identificarse sin más como una infección estomacal genérica, es una cuestión de salud pública de considerable importancia debido a su prevalencia mundial y su papel en diversas enfermedades gastrointestinales.
Esta suele transmitirse de persona a persona por el contacto de heces o saliva y también a través del agua y alimentos contaminados, lo que subraya la importancia de las condiciones higiénico-sanitarias en su propagación.
Ana Isabel Ramos, especialista en nutrición del Servicio de Endocrinología del Hospital Universitario La Luz de Madrid, indicó a EFE que “la relevancia de esta bacteria radica no solo en su capacidad para colonizar el estómago de aproximadamente la mitad de la población mundial, sino también en su contribución al desarrollo de patologías como la gastritis crónica, úlceras pépticas y su asociación con el carcinoma gástrico y el linfoma de tejido linfoide asociado a la mucosa gástrica (MALT)”.
¿Qué condiciones le permiten sobrevivir en el estómago?
La patogenia de Helicobacter pylori es compleja y multifactorial porque involucra mecanismos que permiten a la bacteria evadir las defensas gástricas y provocar inflamación.
La capacidad de la bacteria para producir ureasa, que metaboliza la urea en amoníaco neutralizando el ácido gástrico circundante, le permite sobrevivir en el ambiente ácido del estómago.
Además, posee mecanismos de adherencia específicos que facilitan su colonización y persistencia en la mucosa gástrica, provocando una respuesta inmunitaria que, sin embargo, no consigue erradicar la infección, sino que contribuye a la patología mediante la inflamación crónica.
Relación entre Helicobacter pylori y enfermedades gastrointestinales
La infección crónica por esta bacteria es un factor de riesgo bien establecido para el desarrollo de úlceras gástricas y duodenales, y juega un papel crucial en la patogénesis del cáncer gástrico, el tercer cáncer más letal a nivel mundial.
Su erradicación ha demostrado ser efectiva en la prevención de la recurrencia de úlceras pépticas y se considera una estrategia potencial para reducir el riesgo de cáncer gástrico.
En la mayoría de los casos, Helicobacter no provoca ningún síntoma, pero en otros puede aparecer saciedad y falta de apetito, hinchazón y dolor abdominal, náuseas y vómitos, etcétera.
Para su diagnóstico se usan diversas pruebas y procedimientos, como prueba de antígenos de heces, prueba de reacción en cadena de la polimerasa o PCR y prueba del aliento con urea. También la endoscopia puede resultar útil.
El foco en la alimentación
En todos los casos de afectados por Helicobacter pylori debe cuidarse la alimentación y realizar una dieta específica en los casos en que haya síntomas digestivos. La dieta puede mejorar los síntomas, pero no eliminará la bacteria por sí misma.
No todos los pacientes que tienen esta infección necesitan algún tipo de restricción dietética, pero es importante contar con la ayuda de un dietista nutricionista para evitar déficits nutricionales y valorar la suplementación, en caso de comprobar que la bacteria no se ha eliminado y el tratamiento se alarga en el tiempo.
Es necesario reintroducir alimentos cuando los síntomas mejoren según la tolerancia individual para llevar una dieta variada y equilibrada.
En todo caso, hay que atender recomendaciones generales como masticar bien los alimentos, comer despacio, evitar comidas abundantes, beber suficiente agua y en pequeñas cantidades, no tumbarse después de las comidas y consumir alimentos hervidos, a la plancha, o al vapor, evitando los fritos y los rebozados.
En cuanto a alimentos a descartar, la lista incluye estimulantes como el café y el té, picantes, bebidas carbonatadas o los zumos de naranja y tomate, embutidos grasos, quesos curados, alcohol, chocolate, los ultraprocesados, o a los alimentos y bebidas muy fríos y muy calientes, que pueden irritar la mucosa.