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Las calabazas, icónicas en Halloween, son usadas como recipientes para pedir dulces, máscaras o guirnaldas; aunque ahora predominan las versiones de plástico, todavía hay quienes tallan las hortalizas auténticas. La tradición, que está por cumplir 200 años, tiene su origen en el cuento irlandés de Jack, el tacaño, publicado en 1836, donde un hombre burla al Diablo con astucia. La historia se masificó en Irlanda y Gran Bretaña, dando paso a faroles de nabo en la víspera de Todos los Santos, que evolucionaron a calabazas en Estados Unidos en el siglo 19. La combinación de tradiciones derivó en las famosas \'Jack o\'lantern\', faroles tallados con luz en su interior.

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Un clásico de Halloween son las calabazas. Año a año, este ícono se ve como recipiente para pedir dulces, en máscaras o guirnaldas.

Aunque hoy en día su versión más fácil de encontrar en el mercado es la de plástico, aún hay personas que alrededor del mundo mantienen la tradición de ahuecar la auténtica hortaliza y tallarles caras tenebrosas.

Distinto a lo que podría creerse, esta tradición no tiene sus inicios en Estados Unidos y tampoco es reciente, la historia está pronta a cumplir 200 años.

Los orígenes de las calabazas de Halloween

En 1836, el diario de Irlanda, Dublin Penny Journal publicó el cuento ‘Jack, el tacaño’, que contaba la historia de un hombre borracho, tacaño y astuto que burló al Diablo, aunque tuvo un alto costo.

Según consigna un artículo de National Geographic, la fama que antecedía a Jack hizo que el Diablo quisiera visitarlo para comprobar si los rumores eran ciertos, y llevarse su alma en el proceso.

Jack lo engatusó y le dijo que lo acompañara a un bar a tomarse una última cerveza. Al momento de pagar, el hombre le dijo que no tenía dinero, y le pidió transformarse en una moneda con la promesa de engañar al cantinero. Así, el Diablo terminó en el bolsillo del hombre junto a un crucifijo, para evitar que recuperara su forma. Para liberarlo, Jack le pidió que le perdonara la vida por 10 años.

Una década después, el Diablo volvió y accedió a un último deseo: dejarlo subir a un árbol para comer una manzana. Montado en las ramas, Jack le lanzó crucifijos para inmovilizarlo y le ofreció un trato: lo dejaba ir si prometía nunca llevarse su alma al Infierno. El Diablo aceptó.

Cuando Jack murió, Dios le negó la entrada al Cielo, por lo que se dirigió al Infierno, donde el Diablo le cobró la palabra. Le recordó la promesa de nunca llevarse su alma, por lo que lo condenó a vagar eternamente y le dio un nabo tallado que brillaba con una brasa en su interior, para alumbrar su camino.

Cuál es el origen de las calabazas talladas de Halloween y por qué llevan luz en su interior
Un nabo tallado | Museum of Country Life

La masificación de la historia

El cuento caló en los irlandeses y en Gran Bretaña, aunque en menor medida, que terminó derivando en la tradición de poner faroles confeccionados en base a nabos en la vigilia de Todos los Santos, o ‘All Hallows Eve’ que luego se contrajo al término Halloween. De acuerdo a las creencias de la época, durante esa noche los seres sobrenaturales vagaban por la Tierra, por lo que ponían los nabos fuera de sus casas para ahuyentarlos.

¿Cómo se pasa de nabos a calabazas? Resulta que en el siglo 19 se produjo una gran ola migratoria de irlandeses a Estados Unidos, donde los niños ya ahuecaban esta hortaliza para usarla en sus cabezas a modo de máscara, simulando ser Sleepy Hollow, cuya historia se había publicado en 1820 (16 años antes que el cuento de Jack el tacaño).

Debido al tamaño de las calabazas y ofrecer una mayor facilidad de tallado, ambas tradiciones terminaron combinándose y el resto es historia. De hecho, en habla inglesa, hoy son llamadas ‘Jack o’lantern’, algo así como ‘Farol de Jack’.

Cuál es el origen de las calabazas talladas de Halloween y por qué llevan luz en su interior
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