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La controversia entre llamar español o castellano a la lengua común de España y América ha sido aclarada por la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua. A pesar de las polémicas históricas, ambos términos son válidos, según el Diccionario panhispánico de dudas. Mientras que la palabra "español" llegó a la península ibérica en el siglo XIII, el "castellano" se convirtió en lengua representativa de España en el siglo XV. A lo largo de la historia, se han alternado preferencias por una u otra denominación, incluso en las constituciones de los países hispanohablantes de América. Aunque la discusión persiste, lo más relevante es la riqueza de la lengua en sí, más allá de las controversias sobre su nombre.

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Este artículo fue escrito por Amalia Pedrero González, profesora Titular de Lengua Española de la Universidad CEU San Pablo para The Conversation.

No es raro encontrar las palabras español y castellano para designar la misma lengua, como ocurrió con los subtítulos de la gala de los Óscar en 2020, cuando subieron al escenario todas las cantantes de Frozen II. La versión de la española Gisela fue subtitulada como castellano, y la de Carmen Sarahí, mexicana, como español.

¿Son las dos correctas? ¿Implican diferencias?

La denominación suscita polémicas que hoy, desde el punto de vista académico, están resueltas. La Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua así lo afirman en la definición que dan de español en el Diccionario panhispánico de dudas:

“Para designar la lengua común de España y de muchas naciones de América, y que también se habla como propia en otras partes del mundo, son válidos los términos castellano y español. La polémica sobre cuál de estas denominaciones resulta más apropiada está hoy superada”.

Sin embargo, parece que no está zanjada del todo, pues vuelven las mismas controversias.

¿De dónde vienen ‘español’?

La palabra español, de origen provenzal, llegó a la península ibérica por el Camino de Santiago, o por caballeros que se proponían la reconquista de Zaragoza (en 1118). De hecho, se encuentra asentada en el siglo XIII.

Por otro lado, el castellano se convierte en lengua representativa de España en el siglo XV, al ir ocupando Castilla territorios, y convertirse en la lengua común que utilizaban los diferentes reinos para la comunicación entre ellos.

Es en ese momento cuando comienza la doble posibilidad de designar la lengua: unos dicen castellano, y otros prefieren español, como se verá a continuación. Así, lo que empezó como una simple cuestión de preferencia acabó convirtiéndose en bandera de nacionalismos o regionalismos, con diferentes connotaciones de cada uno según zonas o épocas. Y comenzaron las polémicas.

Preferencias históricas por las denominaciones

En España, la primera referencia oficial data de Alfonso X y es “castellano”, aunque aparezca una vez la denominación “español”. Con Isabel la Católica se mantiene “lengua castellana”, como se aprecia en la Gramática de la lengua castellana de Nebrija.

A principios del siglo XVI se generaliza “español”, pero es frecuente “castellano”, y así se consigna en la Gramática castellana del licenciado Villalón.

No obstante, de esta época es el famoso ejemplo de Carlos I en un discurso ante el papa en el que se refiere a “mi lengua española”. Esta denominación encajaba con la nueva realidad política, porque con este adjetivo se incluía también a los que no procedían de Castilla, a pesar de que el adjetivo “castellano” se mantenía como sinónimo de “mayor pureza”.

Durante el siglo XVII la denominación más frecuente es la de “español”, si bien hay ejemplos de “castellano” como el Tesoro de la lengua castellana o española de Covarrubias o Del origen y principio de la lengua castellana de Aldrete.

Vuelta al “castellano”

En el siglo XVIII se vuelve a preferir “castellano”, y así se aprecia en las obras de la Academia. Esta denominación viene determinada por la idea de la época de que en Castilla se hablaba mejor, además de una corriente casticista en oposición al francés, imperante en la época.

No será hasta el siglo XX cuando la Academia cambie su postura: en 1923, siguiendo el criterio de Menéndez Pidal, decide que la denominación de la lengua sea “española” y a partir de ahí todas sus publicaciones incluirán este adjetivo; sin embargo, en la Constitución Española, en su artículo 3 especifica que:

“1. El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla”. Así ocurría también en la Constitución de 1931.

Uso en América

En América hay una evolución en las denominaciones de los diferentes países. La primera designación fue “castellano”, que se impone tras la independencia y se encuentra en la Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos de Andrés Bello. En la misma línea, Rufino José Cuervo ve en la denominación “castellano” un concepto de unidad de los países hispanoamericanos.

Con el paso del tiempo hasta la actualidad, lo normal es la alternancia “español” y “castellano”. Algunos expertos han analizado las constituciones de América para reflejar el nombre de la lengua que registrado en ellas: siete países usan “castellano” (Bolivia, Colombia, Ecuador, El Salvador, Paraguay, Perú y Venezuela) y otros siete países emplean “español” (Costa Rica, Cuba, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá y Puerto Rico).

Las constituciones de Argentina, Chile, México, República Dominicana y Uruguay no hacen mención del idioma. Así pues, según las constituciones actuales, no hay preferencia por un término u otro.

Independientemente de los documentos políticos, los propios hispanohablantes muestran sus preferencias de uso. Así, en países como Colombia, México o Puerto Rico, la denominación mayoritaria es la de español; frente a Argentina, Chile, Paraguay o Perú, donde el uso de castellano es mucho más frecuente.

En resumen: dos denominaciones correctas para una lengua, donde lo más importante es la riqueza de esta lengua en sí, fuera de polémicas.

Este artículo se publicó primero en The Conversation.