Pocas frases típicas de Chile tienen un personaje específico como el teniente Bello, un hombre que se ha vuelto un mito en la cultura popular por la repetición del dicho que lleva su nombre.
Se trata de uno de los refranes más utilizados, de hecho, hace unas semanas, la encuesta Cadem reveló que “andar más perdido que el teniente Bello” es la cuarta más usada del país, superada por “Ta’ mal pelao’ el chancho”, “Se me echó la yegua” y “le faltan palos pal’ puente”.
¿Quién era? ¿Cómo se extravió? ¿En qué año se produjo la desaparición? En esta nota te contaremos la historia que alimentó el mito.
¿Quién fue el teniente Bello?
Alejandro Bello Silva llegó al mundo en abril de 1887. Sus padres, José María Bello y Ana Rosa Silva también engendraron a otros 3 hijos. Mientras que dos de sus hermanos eligieron el camino del sacerdocio, otro prefirió estudiar derecho. Alejandro, por su parte, eligió la aviación.
Para conseguir su meta, el 27 de mayo de 1909 ingresó a la Escuela Militar, obteniendo el grado de teniente 2º del Ejército el 4 de junio de 1910, consigna una publicación del Instituto de Investigaciones Histórico Aeronáuticas de Chile.
Tras pasar por los regimientos de infantería de Carampangue, en Iquique; Lautaro, en Los Ángeles, y Pudeto en Santiago, consiguió el grado de teniente 1º, y en 1913 logró entrar a la Escuela de Aeronáutica Militar.
Ese mismo año, el teniente Bello viajó a Francia con el objetivo de conseguir una licencia de vuelo que, en la época, solo entregaba el Aero-Club del país europeo; aunque su verdadera motivación era estudiar el funcionamiento de los aviones Sánchez Besa, mencionan desde Iihach.
Se trataba de aeroplanos construidos por el chileno José Luis Sánchez Besa quien, avecindado en París, llegó a construir más de 3 mil aviones en las 4 fábricas que tuvo en algún momento de su historia.
De regreso en Chile, se le encomendó hacerse cargo de ese tipo de naves, pero antes debía rendir el examen Piloto Militar.
La mítica desaparición
Era el 9 de marzo de 1914, la mañana se extendía con una densa neblina en el aeródromo de Lo Espejo y amenazaba la realización de cualquier práctica aérea. Para aprobar el examen, se asignó el triángulo Lo Espejo – Culitrín (cerca de Hospital, Paine) – Cartagena – Lo Espejo a los tenientes Alejandro Bello y Tucapel Ponce en biplanos distintos.
El reloj marcaba las 5:00 horas cuando un teniente Bello de 27 años despegó del suelo, en un vuelo que debió suspender a poco tiempo de andar luego de romper parte de su avión en una acequia. Pese a la neblina y los aparentes nervios que reflejaba, según quienes lo vieron ese día, a eso de las 9:30 horas se embarcó en su segundo intento.
Bello y Ponce lograron llegar a Culitrín, donde aterrizaron y esperaron algunas horas hasta que las condiciones mejoraran para continuar hacia Cartagena. En un reporte que se conoció más tarde, el teniente Ponce escribió que le siguió el rastro durante gran parte del vuelo hasta que de pronto lo perdió de vista.
La búsqueda
Según el Instituto de Investigaciones Histórico Aeronáuticas de Chile, Bello aún tenía combustible para al menos unas 2 horas de vuelo al momento de extraviarse.
De vuelta en la Escuela de Aeronáutica Militar, el teniente Ponce comentó que Bello iba volando delante de él, por lo que presumieron que había aterrizado en algún lugar de la ruta, lo que se sumó a reportes de que lo habían visto cerca de Llo-Lleo.
El 10 de marzo comenzó la búsqueda atendiendo otro rumor que lo reportaba herido en el fundo La Boca, cerca de San Antonio, pero la patrulla que se plantó en el lugar comprobó que la información era incorrecta.
También se elaboró un plan de rastreo entre Valparaíso y la desembocadura del río Rapel, que contó con familiares, miembros del Ejército, policías y de la Escuela de Aeronáutica, campesinos y la Armada, el cual terminó sin éxito alguno. Las indagaciones se extendieron por hasta 10 días, incluyendo la zona desde Melipilla hacia la costa, que tampoco dio frutos.
7 años después, en 1921, arrieros dieron cuenta de restos de un avión y osamentas en el cajón del río Maipo, hasta donde llegaron tenientes para comprobar la información. Al llegar confirmaron que otra vez se trataba de rumores. Así, otras búsquedas se organizaron con el pasar de los años; la más reciente en 2007, que de igual forma no arrojó resultados positivos.
La noticia de su desaparición estremeció al Chile de la época, hito que junto a los repetidos operativos de rastreo de los últimos 100 años, hicieron que poco a poco su huella perdida se convirtiera en la frase que hoy todos conocemos y usamos: andar más perdido que el teniente Bello.