Históricamente, el volcán Llaima siempre ha sido uno de los más activos de Chile. Y aunque aún mantiene el título, una extraña calma lo envuelve desde el terremoto del 27 de febrero de 2010.
Emplazado al interior del Parque Nacional Conguillío, el macizo se ubica 3.125 metros sobre el nivel de mar, en cercanía a las comunas de Curacautín, Melipeuco y Vilcún, en la región de La Araucanía.
En 2023, el Servicio Nacional de Geología y Minería (Sernageomin) actualizó una lista con los 14 volcanes más activos de Chile, en la que el protagonista de esta publicación no podía faltar. Estos son: Villarrica, Calbuco, Llaima, Puyehue – cordón Caulle, Grupo Descabezados, Carrán – Los Venados, Chaitén, Osorno, Mocho – Choshuenco, Nevados de Chillán, Lonquimay, Hudson, Antuco y Láscar.
Pese a tener esa categoría, hoy el volcán Llaima mantiene una alerta técnica verde, la más baja de las disponibles. Ello está en sintonía con una interrogante que buscaron responder un grupo de volcanólogos, a raíz de la disminución de un 90% de los eventos sísmicos asociados a actividad volcánica después del terremoto 8.8, ocurrido el 27 de febrero de 2010.
La huella del terremoto sobre el volcán Llaima
La respuesta frente a este “silencio” fue publicada recientemente en la revista científica Journal of Volcanology and Geothermal Research, a través del artículo “A long time of rest at Llaima volcano following the 2010 MW 8.8 Maule earthquake, Chile” (Un largo tiempo de descanso en el volcán Llaima tras el terremoto de Maule de 8,8 MW de 2010, Chile).
Uno de los científicos detrás de la publicación, el investigador adjunto del Instituto Milenio Ckelar Volcanes y académico de la Universidad Austral de Chile, Luis Lara, conversó con BioBioChile acerca de lo que hay detrás de este fenómeno, e indicó que para entenderlo hay que partir desde la base de que bajo los volcanes hay una especie de “red de tuberías” por la que fluye el magma.
En específico, se trata de un “rezago de grietas conectadas entre sí. Eso tiene una geometría preferente, una orientación, son canales, pero que pueden tener una orientación norte, sur, este, oeste, noreste (…), y dependiendo de cómo es esa orientación, es cómo van a reaccionar durante la ocurrencia de un terremoto”.
Dichas grietas pueden abrirse o cerrarse dependiendo de la dirección proveniente de una determinada fuerza. Si la presión tiene una dirección opuesta, se abren y facilitan el paso del magma. Si es contraria, éstas se mantienen cerradas.
Lara explica que en el caso de los terremotos estas fracturas se abren con mayor facilidad, aunque de ello también depende la dirección de las ondas sísmicas, la geometría y la orientación del sistema de esa fractura. Por estas variables es que también puede ocurrir el caso contrario, como pasó tras el terremoto del 27F.
Ahora bien, ¿Cómo influyó este movimiento, ocurrido a más de 300 kilómetros del epicentro, en el volcán Llaima? “La manera en que los grandes terremotos de la zona de subducción propagan la deformación hacia el interior del continente, y el efecto de las ondas sísmicas en el momento del mega sismo, explican lo que sucede al interior de un volcán, ya que ese impacto se atenúa con la distancia, pero tiene una direccionalidad que impacta en los conductos magmáticos”, plantea el Dr. Lara.
A lo anterior, añade que el desplazamiento que tiene el continente no es uniforme y actúa sobre estructuras internas del volcán que pueden estar favorablemente orientadas o no. En el caso del Llaima, esa dirección habría interactuado con una estructura que se cerró, dificultando que el magma alcance la superficie.
La calma del gigante
Producto de esta situación, desde 2010 los eventos sísmicos asociados a la actividad volcánica bajaron en un 90%. Un fenómeno que no se registraba hace 172 años.
Sobre esto, el académico de la UACh mencionó que “el Llaima tiene un nutrido registro eruptivo y, además, es un volcán que en las últimas décadas, antes del 2010 (y en particular desde que se tiene un registro instrumental en los años 90), se caracterizaba por tener una actividad superficial muy similar al Villarrica, pero después del mega terremoto entró bruscamente en una de las etapas silentes más largas desde 1852″.
Lara comentó que estos efectos se evidencian a través de la poca frecuencia de los sismos de pequeña magnitud, sumado a la disminución en la emanación de gases que, previo a 2010, tenían una periodicidad diaria.
Pese a que los conductos magmáticos se cerraron a partir del terremoto, el volcanólogo mencionó que no es necesario que se registre un nuevo movimiento telúrico para gatillar su apertura. Y es que “lo que mueve las erupciones volcánicas es el ingreso de nuevos pulsos o volúmenes de magma desde la zona profunda, es decir, el manto terrestre”, puntualizó el experto.