¿La has escuchado alguna vez? La dieta antiinflamatoria es un gran beneficio para tu sistema. Si eres una persona que pasa gran parte del tiempo hinchada, o si posees alguna enfermedad caracterizada por la inflamación crónica, esta nota es para ti.
Si bien la hinchazón es común y a veces normal, sentirla constantemente no lo es. La inflamación localizada y/o a nivel general del cuerpo puede pasar a ser más que una simple molestia cuando se lleva tiempo viviendo con ella. Es por esto que hoy te hablaremos de la dieta antiinflamatoria.
“Somos lo que comemos”, dicen por ahí, y en este caso, la premisa nunca había tenido tanto sentido. La dieta antiinflamatoria es un régimen alimenticio que no está basado en el déficit calórico o algo por el estilo.
Este modo de alimentación tiene que ver con ser conscientes de cómo lo que ingerimos afecta nuestro organismo; optar por aquellos productos frescos y naturales por sobre los procesados y/o refinados. Si miramos nuestro cuerpo como una máquina, tiene sentido que pensemos en no darle un combustible de mala calidad o dañino… ¿No?
La dieta antiinflamatoria
“El objetivo de llevar una alimentación antiinflamatoria es prevenir estados proinflamatorios y ayudar a controlar enfermedades que se caracterizan por una inflamación crónica”, explica Gabriela Saez Escobar, especialista en nutrición oncológica y deportiva.
Cuando la profesional habla de enfermedades que implican una inflamación crónica, se refiere a patologías tales como las que te enumeramos a continuación, según las especifica la comunidad de médicos Top Doctors de España:
-Lupus cutáneo y lupus eritematoso sistémico
-Artritis reumatoide
-Síndrome antifosfolípido
-Espondiloartropatías (como la espondiloartrosis)
-Psoriasis
-Artritis psoriásica
-Espondilitis anquilosante
-Síndrome de Sjögren, también llamado síndrome seco
-Polimialgia reumática
-Vasculitis sistémicas
-Vasculitis cutáneas
-Arteritis de Horton
-Enfermedades inflamatorias intestinales como la colitis ulcerosa y la enfermedad de Crohn
-Hepatopatías autoinmunes
-Miopatías inflamatorias
-Dermatomiositis
-Enfermedad mixta del tejido conectivo
-Esclerosis sistémica, también llamada esclerodermia
Y si bien el listado no incluye el lipedema, ésta también consiste en una enfermedad de tipo inflamatoria.
Estas enfermedades inflamatorias y/o autoinmunes tienen gran prevalencia en la población general. Según ciertos estudios epidemiológicos, más del 20% de la población sufre alguna de estas enfermedades, lo que se traduce en 1 de cada 5 personas, detalla el sitio de medicina.
Seguir un régimen antiinflamatorio trae beneficios en el caso de padecer alguna de dichas afecciones, tales como reducir sus riesgos y complicaciones relacionadas, además de controlar distintos parámetros de la salud del paciente, tales como su peso, porcentaje de agua, masa muscular, grasa corporal, etc, detalla Gabriela.
“Todas las patologías que se caractericen por generar estados pro inflamatorios, por ejemplo el cáncer, enfermedades autoinmunes, reumáticas, lipedema, obesidad y/o enfermedades cardíacas” (como las detalladas anteriormente) pueden presentar el alivio de sus síntomas al implementar esta dieta, agrega la nutricionista.
Lo mejor de todo es que este régimen específico no tiene contraindicaciones. “Con una asesoría adecuada no existe ningún déficit de macro o micronutrientes. Siempre se aconseja asesorarse por un profesional capacitado, porque se debe adecuar las necesidades energéticas y de macro y micro nutrientes, además de efectuar controles médicos para monitorear la enfermedad de base”, enfatiza la experta.
“Todas las personas que no tengan alguna alergia o restricción a algunos alimentos que sean parte de este régimen, podrían llevarla. Es apto para todos siempre y cuando no se genere algún déficit de alguna vitamina o mineral que sea indispensable para el buen funcionamiento del cuerpo”, recalca Saez.
¿Cuáles alimentos son la base de un régimen antiinflamatorio?
La profesional detalla que este régimen se compone, principalmente, de alimentos ricos en fibra y antioxidantes como las frutas y verduras en general, los cereales integrales (evitar en el caso de intolerancia al gluten o enfermedad celíaca), las grasas saludables como el aceite de oliva y alimentos ricos en omega 3 (no así el aceite de girasol), proteínas magras como el pollo, pavo y pescados (no carnes rojas), frutos secos, semillas, hierbas y especias, en especial la cúrcuma.
Te recordamos y enfatizamos: en el caso de querer iniciar cualquier cambio en tu dieta, siempre consulta antes con tu nutricionista y/o profesional de cabecera.