La investigación oncológica acelera sus avances con una herramienta clave: la inteligencia artificial, que forma parte ya del día a día del sector y augura un futuro en que avatares digitales de los pacientes permitan optimizar el tratamiento y su resultado tras padecer cáncer.
Su abanico de posibilidades es tan amplio como su potencial y su objetivo es no limitar esa tecnología a los ensayos clínicos, el diseño de fármacos o el diagnóstico, sino que vaya también de la mano en ese último paso crucial, el de la terapia en sí.
“La inteligencia artificial es el presente y también será el futuro. Probablemente, ahora solo estamos rascando en la superficie de sus oportunidades”, explicó a EFE este domingo el vicepresidente ejecutivo de la división de Oncología de la farmacéutica AstraZeneca, Dave Fredrickson.
El congreso anual de la Sociedad Americana de Oncología Clínica (ASCO, por sus siglas en inglés), en el que participa, refleja que la práctica médica puede confiar en la inteligencia artificial (IA) para mejorar todas las fases del proceso: desde las pruebas y el diagnóstico hasta la predicción y selección de los tratamientos y la detección de recaídas.
La oncóloga Arsela Prelaj, del Instituto Nacional del Tumor de Milán, reconoció en ese encuentro en Chicago, el principal del sector, que el momento actual es de transición.
“Le debemos mucho a cómo hemos podido usar hasta ahora la masa de datos, pero nos hemos topado ya con el muro. La IA y el aprendizaje automático proporcionan los medios para derribarlo y reconfigurar nuestra caja de herramientas para mejorar su eficacia“, dijo en una de las muchas ponencias que desde el pasado viernes y hasta el martes convierten la ciudad en epicentro de la innovación oncológica.
¿Inteligencia artificial en tratamientos contra el cáncer?
La inteligencia artificial permite llegar al punto deseado “más rápido y con mayor precisión” y en última instancia facilita mejores resultados para los pacientes.
Pero según Dean Ho, director de The Institute for Digital Medicine y jefe del Departamento de Ingeniería Biomédica de la Universidad Nacional de Singapur, todavía quedan “años” antes de que esa tecnología se explote al máximo para optimizar y adaptar el tratamiento a lo largo de toda su duración.
“Todas las personas somos diferentes y un paciente es distinto a otro, pero el hecho es que un mismo paciente puede cambiar conforme pasa el tiempo. En ese caso (la inteligencia artificial) ofrece la posibilidad de ajustar de forma dinámica la evolución de la dosificación para mantener un tratamiento optimizado en todo el proceso”, señaló a EFE.
La inteligencia artificial permite mejorar la selección del fármaco y de la dosis necesaria o asignar a los pacientes a las terapias que más les convengan. Pero también tiene como retos su uso en más tipos de cánceres y una mayor personalización.
En ese último punto entran en juego los “avatares digitales”, alter egos de un paciente que están siendo sometidos todavía a ensayo clínico.
No parten del “big data”, de los macrodatos existentes, sino de los micro. Empieza de cero usando solo los datos del propio enfermo para gestionar su tratamiento y recurre a biomarcadores para predecir la respuesta que este puede registrar.
En todas esas etapas la tecnología no minimiza la necesidad de la intervención humana y quienes tienen en su mano su desarrollo ven imprescindible también una buena selección de los datos utilizados por los algoritmos, para evitar predisposiciones que perjudiquen a ciertos colectivos
“Las personas deben estar involucradas en cada paso. Eso es algo decisivo”, apuntó a EFE el ingeniero biomédico de Singapur, participante de una sesión que se preguntó si la inteligencia artificial es una moda pasajera o si ha llegado para quedarse, y en la que de forma unánime se coincidió en que no tiene fecha de caducidad.