El consumo de alcohol y antibióticos es un tema que a lo largo del tiempo ha estado en la vida de quienes consumen bebidas etílicas, ya sea de forma social, moderada o a diario. Una de las recomendaciones importantes, es que no te quedes con el título de esta nota y te dispongas a obtener una dosis de información, de la mano de expertos, para que tomes las mejores decisiones cuando de salud se trata.
“Tomarlo por 7 días, cada 12 horas”. Se trata de una prescripción médica que puede “funar” los planes, sobre todo, en fin de semana.
“Me dejaron los medicamentos por una infección urinaria, dice Maricela L. Se debate entre la orden de su médico y la sensación de una prohibición que tiende a “aguar la fiesta”.
Es un tema universal. Resulta que medios como El País, en España, se dieron a la tarea de entrevistar a expertos en el tema, en busca de respuestas a la sonada pregunta de “¿Y puedo beber alcohol, mientras me tomo este antibiótico?”. Bien por el que no necesita hacerla. Lógica para el que lo ha preguntado una vez o más.
En el país ibérico, por cierto, el citado medio informa que es el segundo país europeo que consume más alcohol. 13% de los españoles beben a diario. Esto vs el 9% que se registraba en 2017, según el medio de esa nación citado en esta nota. Portugal está arriba en el marcador este año (20,7% bebiendo alcohol diariamente).
Las cifras anteriores, no obstante, han sido explicadas, en parte, debido a la pandemia que se resiste a irse en buena parte del mundo.
Los dos antibióticos “con los que puedes beber alcohol”, pero con cuidado
Lejos de ser una oda a la desobediencia sanitaria, o juzgar a quienes pasan por alto la recomendación de su médico o médica, esta pieza tiene como objetivo mostrar una arista, justificada, en la opinión de quienes han estudiado los efectos de los antimicrobianos.
Dos, son los que están en discusión, como los que se pueden consumir, sin dejar de beber.
Amoxicilina, que según el informe español, es usado para infección urinarias, en las vías respiratorias altas (fosas nasales y faringe) y para bacterias que habitan en el sistema digestivo, como la Helicobacter pylori, pero que puede afectar el sistema nervioso central.
Ácido clavulánico, descrito como “un fármaco de amplio espectro” contra casi todas las infecciones.
“En circunstancias muy especiales, de una enfermedad leve para la que se está tomando antibióticos, se puede ingerir el alcohol mínimo indispensable socialmente”, sostiene Emilio Casariego, desde el Servicio de Medicina Interna del Hospital Lucus Augusti de Lugo, mientras que su colega, el psiquiatra Francisco Arias, miembro del Programa de Alcohol del Hospital Doce de Octubre (Madrid), agrega: “En líneas generales, puede que una caña no afecte mucho”.
Hasta acá, pareciera que es una luz verde para ir, a toda velocidad, hacia la pista de la diversión y la vida social. No obstante, el consumo está sujeto a una copa de vino o espumante.
“Si se bebe mucho alcohol con estos medicamentos pueden aparecer nauseas, vómitos y diarreas porque se irrita la mucosa gastrointestinal”, remata Arias.
Cabe destacar que los dos médicos antes mencionados transitan en una especie de “Sí, pero no”, cuando del consumo etílico y antimicrobianos se trata. Es decir, si no existen esas “circunstancias especiales” que llevan a beber, es mejor evitarlo.
La Clínica Mayo coincide en las posturas antes citadas. Su escrito en la web, considera que “Aunque el uso modesto de alcohol no reduce la eficacia de la mayoría de los antibióticos, puede reducir tu energía y hacer que tu recuperación de la enfermedad sea más lenta. Así que es una buena idea evitar el alcohol hasta que termines tus antibióticos y te sientas mejor”.
Los antibióticos absolutamente prohibidos, “con 0º alcohol”
Seguramente el antibiótico Metronidazol es uno de los más familiarizados en glosario de remedios de los chilenos (como en otras latitudes).
Hay contraindicaciones con respecto a este, cuando de consumo etílico se trata. Acá, no cabe el vocablo “moderación”, sino, “prohibición” en toda la extensión de palabra.
Lo anterior, tiene sus grados en el impacto de la mezcla con un fármaco que habitualmente se prescribe en una clínica o consulta para infecciones dentales (y en encías), vaginosis bacterianas y parasitosis.
No se trata de que afecte al metabolismo de dicho compuesto. “Sucede a la inversa”, sostiene el doctor Arias, ya que el alcohol no se elimina, acumulándose como si se hubiese bebido en exceso.
“Esto es conocido como el efecto antabus”, añadió. Se refiere a lo que genera el fármaco, conocido además como Disulfiram, indicado para el tratamiento del trastorno por consumo de alcohol o alcoholismo. Toda una ironía en compuesto, en palabras de la psiquiatra española Maria Robles, consignadas en su sitio web.
Hablando de contraindicaciones, la Doxiciclina, usada para eliminar infecciones de la piel como el acné y rosácea facial, ve afectada su eficacia cuando se mezcla con alcohol, aún y cuando el consumo sea bajo.
Pero, si de mayor gravedad se trata, la Rifampicina e Isoniacida (contra la tuberculosis), tienen un impacto directo en el hígado, cuando se bebe, y sobre todo, en exceso.
La Clínica Mayo también hace menciones a los fármacos con los que NO SE DEBE beber ni una gota de alcohol: “El tinidazol (Tindamax), el sulfametoxazol y la trimetoprima (Bactrim), no deben mezclarse con el alcohol porque pueden provocar una reacción más grave. El consumo de cualquier cantidad de alcohol con estos medicamentos puede provocar efectos secundarios como ruborización, dolor de cabeza, náuseas y vómitos, y una rápida frecuencia cardíaca”.
Ese último efecto también lo atribuye al consumo de alcohol, mientras se lleva un tratamiento con linezolid (Zyvox), que es para infecciones bacterianas graves, desarrolladas debido a que hubo una resistencia a los antibióticos menos fuertes.
“Interactúa con ciertas bebidas alcohólicas, incluido el vino tinto y la cerveza de barril. Consumir estas bebidas con este medicamento puede causar un peligroso aumento de la presión arterial”.