Un estudio elaborado por diversas universidades norteamericanas y publicado este lunes en la revista The Lancet Psychiatry, revela que las personas que se identifican como parte del colectivo LGTBIQ+ y que se han sometido a terapias de conversión sexual, tienen más probabilidades de experimentar problemas de salud mental.
La encuesta del Estudio PRIDE contó con la participación de 4.426 adultos de entre 18 y 84 años de Estados Unidos.
Sus hallazgos sugieren que las personas sometidas a prácticas dirigidas a alterar su identidad de género u orientación sexual, pueden ser más propensas a experimentar depresión, trastorno de estrés postraumático y pensamientos o intentos de suicidio.
El 3,4% de los participantes admitió haber experimentado prácticas dirigidas a modificar su orientación sexual, el 1% se sometió a prácticas dirigidas a cambiar su identidad de género y otro 1% a ambas.
Otro de los resultados que arrojó la encuesta, es que en el 52% de los casos, es decir, más de la mitad, las terapias dirigidas a alterar la orientación sexual de la persona las realizó un líder u organización religiosa, mientras que en un 29% fueron proveedores de salud mental. En el caso de las prácticas dirigidas a modificar la identidad de género, los porcentajes se invierten.
Problemas de salud mental por terapias de conversión sexual
El mismo estudio publicado detectó que los síntomas de problemas derivados con la salud mental eran mayores entre los participantes transgénero (43% del total), sin embargo, los pensamientos suicidas fueron mayores entre los cisgénero (un 57% del total), aunque para explicar el porqué, añade el estudio, se necesita una investigación más precisa.
Las prácticas de conversión contemplan técnicas psicológicas, conductuales, físicas y basadas en la fe, pero pese a que las organizaciones profesionales médicas y de salud mental se oponen de forma generalizada, aún se realizan en algunas zonas de Estados Unidos y otras partes del mundo. Por ejemplo, en el Reino Unido, Asia o África, estas terapias son legales.
El doctor Nguyen Tran, de la Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford, indicó que “nuestros hallazgos se suman a un conjunto de evidencias que muestra que las prácticas de conversión son poco éticas y están relacionadas con una salud mental débil”, consigna la Agencia EFE.
También aseguró que la protección de las personas LGBTIQ+ de los efectos de estos métodos nocivos “requerirá una legislación de múltiples frentes, incluidas prohibiciones estatales y federales”, además de otras medidas, como redes de apoyo para sobrevivientes.
Los investigadores reconocen limitaciones en el estudio, ya que solo se basa en los testimonios de los voluntarios del Estudio PRIDE, los que pueden incurrir en errores en los recursos de infancia. Un punto que quedó fuera del estudio, que también puede afectar a la salud mental, es el rechazado de las familias a la identidad de género de los participantes.