Seguramente has escuchado hablar alguna vez de la misofonía y/o la misokinesia. Si es que no, es porque quizás no conocías estos fenómenos por su nombre, pero probablemente sí por su significado.
La misofonía, en palabras de Paula Aránguiz, psicóloga y académica de la Facultad de Psicología y Humanidades de la USS, se trata de una condición donde ciertos sonidos específicos provocan reacciones emocionales intensas, como ira o ansiedad.
Estos sonidos suelen ser comunes y triviales, como el ladrido de perros, bocinas de buses o autos, el golpeteo de los pies y un largo etcétera.
Por otro lado, la especialista detalla que la misokinesia es una aversión intensa hacia movimientos repetitivos realizados por otras personas, como por ejemplo el movimiento constante de las piernas o masticar chicle de forma visible.
Misokinesia y misofonía: ¿en qué consisten?
“Quienes tienen la condición de misofonía tienden a evitar situaciones donde se produzcan los sonidos desencadenantes. Algunos incluso podrían estar en un constante estado de alerta o vigilancia para evitar que estos sonidos se generen, lo que provoca un estrés constante en sus vidas”, detalla Aránguiz.
“En el caso de quienes presentan la condición de misokinesia, suelen evitar mirar a la persona que realiza los movimientos que son molestos. Se pueden llegar a cambiar de lugar e incluso pedirle a la persona que deje de moverse”, continúa la psicóloga.
Por ende, ambos fenómenos generan una hipervigilancia hacia los movimientos que realizan las otras personas, por lo que quienes padecen de tales condiciones en grados no menores presentan grandes dificultades para concentrarse en sus tareas.
El doctor Jorge Ochoa, psiquiatra y académico de la Facultad de Medicina y Ciencia de la misma casa de estudios, especifica que tanto la misofonía como la misokinesia no constituyen un trastorno psiquiátrico propiamente tal.
Sin embargo, el profesional explica que estas condiciones podrían estar presentes como síntomas en trastornos psiquiátricos conocidos, como por ejemplo, el trastorno de ansiedad.
“Ambos son fenómenos relativamente frecuentes en la población general (hasta un tercio)“, manifiesta Ochoa. “No suelen requerir tratamiento a menos que causen incomodidad extrema y alguna discapacidad social“, agrega.
Y ese es el caso de Antonia, una joven tiktoker que ha utilizado la plataforma de videos para visibilizar su diario vivir lidiando con ambas afecciones a un nivel extremo.
“Tengo misofonía y por ella tengo que hacerme un guion para leer porque de no hacerlo, no podría hablar por mi cuenta“, señala la chica en un video que ya casi alcanza el millón y medio de visitas en TikTok.
“Mi mente está obsesionada con la idea de escuchar algún ruido. A esta altura, me molestan casi todos. También tengo misokinesia (…) por esta razón también me cuesta montones hablar por chat con mis amigos”, describe la creadora de contenido.
La joven declara vivir en constante estado de alerta; sin poder estar presente y hacer las cosas que ama como dibujar, leer, escribir o bailar. Según su relato, dejó de ir a la universidad por la intensidad de sus condiciones.
Incluso dejó de hablar consigo misma. “Es un infierno, es como estar muerto en vida, o al menos así lo es para mí”, dice.
Paula Aránguiz ratifica lo expuesto por la joven: cuando se tiene misofonía y misokinesia al nivel de Antonia, se pueden generar dificultades en las relaciones sociales, pues “la irritabilidad y el conflicto que les genera obstaculiza la socialización con otros”.
“En términos de desempeño, (estas personas) suelen presentar dificultades para concentrarse y mantenerse productivos frente a estas situaciones, especialmente si se encuentran en entornos abiertos donde son más frecuentes”, agrega la psicóloga.
“Por otra parte, el bienestar y calidad de vida también se ven afectados por la hipervigilancia y ansiedad que su sintomatología implica, tendiendo al aislamiento para así minimizar la exposición a las situaciones desencadenantes”, detalla la profesional.
En casos severos como este, el psiquiatra y académico de la USS subraya algo muy importante: “Lo primero es descartar que sean parte de un trastorno psiquiátrico”.
“Por ejemplo, la misofonía puede ser parte de un trastorno del neurodesarrollo del espectro autista. En esos casos lo que se aborda es la patología o trastorno de base”, explica Jorge.
El psiquiatra señala que si se trata de un fenómeno aislado y no ligado a un trastorno de base, suele -o suelen- manejarse con apoyo psicológico dirigido a manejar la ansiedad y discomfort (malestar) que provocan los estímulos molestos.
En dicho escenario, ayuda el “aprender técnicas de relajación e imaginería (mindfulness), que permitan enfocarme en otra cosa y no en el estímulo que causa discomfort“.
Sin embargo, se debe considerar que la gran mayoría de los casos en los que se presenta la misofonía o misokinesia se trata de personas sin trastornos psiquiátricos, subraya Ochoa.
Muchos de ellos no requieren intervención debido a que dichos fenómenos no influyen de sobremanera en su diario vivir.
¿Cómo se desarrollan estos fenómenos en nuestro cerebro?
El psiquiatra explica que la misofonía y la misokinesia están relacionadas directamente con las neuronas en espejo y cierta hiperactivacion de una región en el cerebro: la corteza insular anterior.
Las neuronas espejo y la corteza insular anterior se activan frente a ruidos repetitivos como, por ejemplo, goteras y la masticación, o con movimientos constantes como el balanceo de piernas.
“Se recomienda consultar cuando la misofonía o misokinesia generan un gran discomfort e incapacitan socialmente a la persona”, enfatiza el psiquiatra.
Según el profesional, el manejo de estos fenómenos es principalmente psicológico: con técnicas de relajación para el manejo de la ansiedad, e imaginería o mindfulness para el manejo del estímulo disruptivo.
Con ello, además, resulta necesario entrenar la comunicación asertiva para saber cómo solicitarle a alguien que está realizando un ruido o movimiento molesto -como por ejemplo, tronar los dedos- que lo deje de hacer.
“Las psicoterapias cognitivo-conductuales tienen buenos resultados en el manejo de la sintomatología, la cual les puede permitir cambiar sus patrones de pensamiento y generar estrategias de aproximación sistemática a las situaciones que les generan malestar significativo a quienes lo padecen”, detalla, por su lado, Paula Aránguiz.
La psicóloga añade un punto importante: “Se sugiere generar modificaciones en su vida cotidiana como el uso de audífonos aislantes de sonido idealmente, o en su defecto, pueden utilizar tapones e incluso algodones con la finalidad de reducir la exposición a los sonidos desencadenantes”.
Dicha técnica ayuda a crear entornos más favorables ya sea en el trabajo o en el hogar, disminuyendo al mínimo las situaciones que afectan a quienes sufren de misofonía y misokinesia.
La académica subraya, además, la importancia de generar psicoeducación a quien presenta la condición; tanto a su familia como a su entorno cercano también, para así lograr un mayor apoyo y comprensión.