¿Te ha pasado que, de repente, estás pensando en una persona y justo en ese momento… ¡Te llama! O soñar con alguien y al cabo de unos días encuentras con él o ella? Pues bien, eso corresponde a lo que el mundo de la psicología ha denominado como sincronicidad.
Este concepto, tan antiguo como complejo, ha sido motivo de estudio y de intriga para varios, ya que su aplicación puede decirnos mucho sobre el ámbito interno de las personas y cómo interpretan los sucesos del exterior en momentos claves de sus vidas.
En definitiva, hay quienes ven en este concepto de sincronicidad una serie de señales que les indican si van o no “por el buen camino” a la hora de tomar decisiones.
¿Quieres saber más sobre la sincronicidad y sus alcances? A continuación te los explicamos.
¿Qué es la sincronicidad?
La sincronicidad es, en su definición más técnica, “una coincidencia temporal de dos o más sucesos relacionados entre sí de una manera no causal, cuyo contenido significativo sea igual o similar”.
Así lo englobaría en 1952 el afamado psicólogo Carl Jung, quien introdujo este término y le dio una base teórica en su obra “Sincronicidad como principio de conexiones acausales”, la cual hasta el día de hoy es estudiada e interpretada.
Dicho de otra forma, en la sincronicidad “se da una coincidencia entre una realidad interior (subjetiva) y una realidad externa (objetiva), en la que los acontecimientos se vinculan a través del sentido que nosotros les damos”, declaró Rocío Carmona, escritora y colaboradora del medio La Vanguardia.
“Existe una conexión entre el individuo y su entorno que ejerce algún tipo de influencia o poder sobre los acontecimientos, de manera que acaba provocando conexiones (lo que llamamos casualidad) que tienen un valor simbólico para la persona que los experimenta”, explicó en un artículo el medio La Razón.
Ejemplos de sincronicidad
Casos de sincronicidad hay muchos, pero a modo de ejemplos cotidianos, se da cuando pensamos en una canción y a los minutos la escuchamos en la radio; cuando miramos la hora y siempre es la misma -o al menos se repiten algunos dígitos-; cuando nos despertamos segundos antes de que suene el despertador; cuando evitamos tomar una calle y luego nos enteramos de que poco después ocurrió un accidente; entre tantas otras.
Sin embargo, una de las sincronicidades más célebres fue aquella que relató el propio Carl Jung, precisamente, mientras se encontraba investigando sobre este mundo de los acontecimientos causales que se conectan.
Cuenta la historia que durante una de sus sesiones como psicólogo, una de sus pacientes le estaba contando un sueño en el que destacaba un escarabajo dorado.
Justo en medio de la sesión, Jung escuchó que algo golpeaba contra el vidrio de la ventana, lo cual llamó su atención. Para su sorpresa, cuando se percató de qué era lo que hacía tanto ruido vio que se trataba de una cetonia, un insecto muy parecido al escarabajo y de colores verde-dorado.
Este hecho vino a reafirmar lo que el psicólogo planteaba: que la vida está repleta de acontecimientos que mantienen una profunda conexión con nuestro inconsciente, según explicó el psicólogo Gianluca Francia, especialista de la web Psicología Online.
Las sincronicidades como “guías de vida”
Igual que como ocurre con los sueños, Jung creía que las sincronicidades son un reflejo de procesos psicológicos potentes, y que nos aportan ciertos mensajes que debemos atender.
No por nada los investigadores dedicados a esta teoría han descubierto que las sincronías suceden con mayor frecuencia en períodos de crisis vital, cuestionamientos personales o de transición.
“Son muy frecuentes cuando acaba de suceder una muerte o un nacimiento cercano, acontecimientos que suelen volver la vida del revés“, declaró Carmona.
Según el escritor Gregg Levoy, colaborador de la web Psychology Today, una sincronicidad “es una coincidencia que tiene un análogo en la psique, y dependiendo de cómo la entiendas, puede informarte, principalmente a través de la intuición y la emoción, qué tan cerca o lejos estás” de alcanzar eso que anhelas.
“Por ejemplo, estás tratando de decidir si decir sí o no a una oportunidad en particular, y mientras conduces por la autopista, alguien de repente frena frente a ti y notas la pegatina del parabrisas: ¡Solo Hazlo!“, explicó Levoy.
Anthony Hopkins y su “sincronicidad perfecta”
Sin lugar a dudas, un gran ejemplo de sincronicidad es aquella serie de acontecimientos que marcó la vida del actor Anthony Hopkins en 1973.
Ese año, la estrella de cine se encontraba preparando su próximo papel en la cinta “La chica de Petrovka”, adaptación cinematográfica de la novela de George Feifer.
Para conocer en detalle de qué se trataba la obra, Hopkins pasó todo un día buscando un ejemplar en varias librerías de Londres. Sin embargo, su búsqueda fue infructuosa pues todos le comentaron que el escrito estaba descontinuado.
Apesadumbrado, el actor tomó el metro de vuelta a su hogar. De repente notó que un hombre se levantó rápidamente y se bajó en una estación. Al mirar de reojo su asiento, se percató de que había dejado algo olvidado: con asombro, notó que se trataba de una copia de “La chica de Petrovca”, con varios comentarios escritos al interior.
Meses después de estrenada la película, Hopkins tuvo la oportunidad de conocer al propio George Feifer y le comentó la increíble forma en la que había conseguido uno de los ejemplares de su libro, según informó La Razón.
Pero mayor fue su sorpresa cuando el autor le comentó que, casi con absoluta certeza, se trataba de su propia copia del libro, la cual le había regalado a un amigo. Éste la había olvidado en el metro, según le comentó poco después de perderlo.
Reflexiones sobre la sincronicidad
Para Carmona, las sincronicidades no deben pasar desapercibidas en nuestras vidas.
“Los acontecimientos misteriosos deben servir para conectar con nosotros mismos y prestar atención a aspectos personales desatendidos. También para abrirse a la vida con gratitud y aceptarla tal y como es, rindiéndose de vez en cuando a la magia del momento y de los encuentros que se nos ofrecen”, declaró la escritora.
Por su parte, Levoy enfatizó que “tal vez lo más importante que ofrecen las sincronicidades es el asombro. Después de todo, ¿con qué frecuencia en el transcurso de un día o una semana o un mes, te descubres atónito, asombrado por la vida, asombrado por su delicadeza?”.
Lo menciona también Mark Holland, coautor de la obra “Sincronicidad” (1995), al afirmar que “La realidad principal de las sincronicidades es emocional, no intelectual“.
“La razón por la que están allí es para hacernos sentir algo, y la sensación de que nuestras vidas son ricas y de que vale la pena nuestra reflexión proviene en parte de nuestro sentido de la profundidad y el misterio de la vida”, declaró Holland, según lo consignado por Psychology Today.
Si bien de momento ningún autor ha podido explicar del todo qué es la sincronicidad, “tal vez deberías simplemente aceptarla como un comodín y un principio de ordenamiento, la altura del absurdo y las entrañas de la profundidad, y una grieta en la puerta a través de la cual puedes ver el universo y sus formas misteriosas“, concluyó Levoy.