“Tener que meter en bolsas a personas a las que su familia no iba a tener oportunidad de despedirse, personas que eran una mamá, abuela, hermana, tía, hija, es algo que impacta”. Este es uno de los tantos testimonios de funcionarios de la salud, que han alcanzado los límites del cansancio físico y mental de manera muy solitaria.
El coronavirus trajo consigo una enfermedad desconocida y millones de muertos a nivel mundial. Ha dejado cifras alarmantes en contagios, pero estos no cesan por la “irresponsabilidad de quienes se consideran ‘superhumanos’ e inmunes al virus”, comentan.
Sin embargo, pese a lo anterior, estos grupos de profesionales no pueden abandonar los hospitales y sólo piden ayuda a las autoridades y a la comunidad para detener al covid-19.
Un estudio realizado en octubre de 2020, detalla que alrededor del 10% del personal de salud durante la pandemia “ha deseado estar muerto o irse a dormir y no despertar”. La investigación titulada “COVID-19 Health Care Workers Study”, que fue integrada por 30 países incluyendo Chile e instituciones como el Colegio Médico y diferentes universidades, arrojó que las ideas de muerte son más frecuentes en mujeres alcanzando un 11,8%, mientras que dichas ideas en hombres representan un 6,6%.
Una lucha más allá del covid
Estas personas, que constantemente están expuestas a contagios, deben luchar con estados constantes de angustia, depresión y ansiedad, presentando graves síntomas de mala salud mental. Estas condiciones se producen, principalmente, al tener que distanciarse físicamente de su familia y cercanos, buscando apoyo en sus pares.
Incluso, se ha llegado a hablar del temido “Síndrome de Burnout”, que se define como el estado de agotamiento mental, emocional y físico que se presenta como resultado de exigencias agobiantes, estrés crónico o insatisfacción laboral.
Para el Dr. Sergio Cabrera Melita, médico psiquiatra y académico de la Facultad de Medicina de la Universidad de Concepción, este desgaste profesional es un cuadro que se caracteriza por un estado de agotamiento mental, emocional y físico presentándose como resultado de exigencias agobiantes y estrés crónico, como el que han presentado los y las profesionales de la salud en relación a la pandemia covid-19.
“El diagnóstico diferencial con otras enfermedades psiquiátricas es difícil, ya que comparte síntomas similares como la depresión y otras patologías, como puede ser la falta de energía, insomnio e irritabilidad. La clave está en que por lo general tiene relación temporal con el estrés laboral”, explica el psiquiatra sobre cómo detectar este síndrome.
Según el médico, el trastorno se ha presentado durante la pandemia en los funcionarios sanitarios que se desempeñan en la atención directa de pacientes, especialmente en los que trabajan en zonas críticas como las unidades de cuidados intensivos (UCI) y urgencias.
Así, son varios los casos de excesivo estrés y cansancio, llevando a los profesionales de la salud a buscar ayuda psicológica y apoyo para sobrellevar esta desgastante situación.
Natalia Torres de 30 años, lleva ocho años ejerciendo su profesión de enfermera, de los cuales cuatro ha trabajado en la UTI del Hospital del Salvador en Santiago (Providencia). Al comienzo de la pandemia, le fue muy difícil poder soportar lo que estaba ocurriendo, afectándole profesional y personalmente.
“En lo personal tuve una ‘crisis’ de angustia a comienzos de enero de este año y tuve que acudir a la Asociación Chilena de Seguridad (Achs) por estrés laboral, el cual aún esta en investigación si es enfermedad laboral o enfermedad común, agregado que obtuve cero apoyo de parte de la Achs y ni hablar del hospital”, relata Natalia.
“Finalmente tuve que acudir a un psiquiatra (puesto que estaba muy afectada y no me sentía en condiciones de dar mi 100%) y me dieron 21 días de licencia para poder descansar y desconectarme del estrés laboral Santiaguino”, agregó.
En el caso de Josefa Cataldo Castro, enfermera de 26 años, comenta que “al inicio de la pandemia el trabajo nos ofreció ayuda psicológica y asistí a un par de sesiones. El resto ha sido tratar de pensar positivo, siempre pienso que es un día menos. Trato de hacer ejercicio, descansar, y mi familia me da todo su apoyo para poder seguir trabajando”.
La profesional que se desempeña en el Hospital San Juan de Dios en Santiago, cuenta que el apoyo de las autoridades “no ha sido lo suficiente para poder superar la crisis. Creo que nunca estuvimos preparados como dijo el presidente al inicio de la pandemia. A mi parecer las medidas no han sido las suficientes y no sólo hacia el personal de salud, si no que hacia la población en general”.
Otra enfermera, que prefirió no revelar su identidad, cuenta que debió pedir licencia por el nivel de estrés y angustia de trabajar en pandemia. “El gobierno no ha tenido preocupación por nosotros. Las autoridades no velaron desde el inicio por el personal de salud y creo que esto se pudo haber evitado”, relata quien actualmente está en un juicio contra COMPIN, por no regularizar sus licencias médicas por el exceso laboral.
Para Virginia Cañete Gonzales de 35 años, lleva 12 años trabajando en el área clínica y actualmente trabaja en el Hospital Traumatológico de Concepción. “Lo más difícil fue que nadie sabía lo que pasaba. Conocíamos los casos de Estados Unidos, lo que pasaba en Europa, pero aquí nos costó afrontarlo y cómo iban a reaccionar los pacientes en la realidad chilena”.
“Hubo mucha incertidumbre. Los protocolos cambiaban cada tres o cuatro días y teníamos que estar muy atentos a todos estos cambios, por lo tanto, eso generaba inseguridad en el personal, no saber qué te ibas a encontrar en el turno, que cosas nuevas hay que hacer; nadie creyó que a estas alturas terminaríamos en lo mismo”, sentenció Virginia Cañete.
Jocelyn Alarcón Gallardo, enfermera y colega de Virginia en el mismo hospital, cuenta que “para mi fue un cambio muy brusco y siempre había trabajado en la parte administrativa del hospital, nunca con pacientes de manera directa. Entonces cuando comenzó esta pandemia y hubo baja de personal, se me ofreció trabajar en la parte hospitalaria, donde fue una experiencia nueva y muy fuerte”.
“Todo queda en aplausos”
Nicole Soto, enfermera de 34 años que trabaja en el Hospital Metropolitano, dice que “no he podido manejar mi nivel de agotamiento, sólo lloro cuando necesito llorar, que es bien frecuente, me desahogo con mi esposo y le cuento lo triste que es la muerte en soledad, y cuando me siento muy sobrepasada me acuesto y duermo todo lo que puedo, así no pienso tanto”.
Además, cuenta que “mi mayor frustración es no cumplir mis promesas. Algunas veces los pacientes antes de ser entubados me piden la mano y me han pedido que les prometa que no morirán y una lo hace para darles tranquilidad, a veces se mueren y una queda con esa sensación de ahogo que no se va, que se queda para siempre y se convierte en uno mas de tus recuerdos tristes”.
Evelyn Leal Pantoja tiene 30 años y trabaja como enfermera en el servicio de Medicina Adulto del Hospital Base de Valdivia y cuenta que antes de la pandemia sabían cómo tratar a los pacientes, qué les pasaba y cómo proceder. Ahora, están a ciegas.
“En lo profesional estoy acostumbrada a ver pacientes graves debido a sus patologías crónicas y agudas más conocidas medicamente, que podíamos compensar, retardar la enfermedad y la muerte, podíamos brindarle un buen morir a nuestros pacientes, en resumen, podíamos dedicarnos 100% a ellos, conversar, consolarlos, atenderlos, darle todos los cuidados que necesitan (…) Hoy en día, es difícil poder darle nuestro 100% a cada paciente, la pandemia cambio nuestra rutina, nuestras atenciones, impacto en nuestros tiempo y quehaceres”, relata Evelyn Leal.
Estas enfermeras coinciden en una cosa: las personas los aplauden, les dan las gracias, pero nadie ha velado por su bienestar físico y emocional, en todos los meses que llevan cumpliendo extensas jornadas de trabajo.
Nicole Soto enfatiza en que “creo que el apoyo de las autoridades podría ser mejor, darnos más recursos y de mejor calidad, haría que el sistema fuera más eficiente, contratar más psicólogos, crear ambientes hospitalarios menos deprimentes, no es que quisiera un circo en una UCI pero si darle vida, con espacio para un buen descanso, a veces hasta un tecito con una galleta es bienvenida cuando te sientes agotado y hambrienta”.
Karla Carmona, enfermera de 30 años que trabaja en la UCI Neurocrítica de la Clínica Indisa en Providencia, cuenta que “la mayor de las frustraciones e impotencias es ver a muchas personas que creen que esto es invención del gobierno, algo conspirativo, que el virus no es real y que la gente muere de otras cosas, muchas personas han dicho que al personal de salud nos pagan por cada paciente que decimos ser covid, eso nos llena de impotencia”.
Lorena Barría de 41 años trabaja en el CESFAM DE Algarrobo. Lleva 10 años trabajando como enfermera de Atención Primaria de Salud y cuenta que “uno de los mayores desafíos fue transformar el miedo a contagiarme en mi fortaleza a través de la incorporación de rutinas de higienización de manos y protocolos de acción, que comenzaron a ser parte de mí, en mi hogar con mis hijas y en el trabajo con mis compañeros y usuarios”.
La profesional agrega que “ahora con este permiso de verano todo el control que habíamos logrado se fue a las pailas y ya no damos más. Estamos cansados, hace dos semanas un enfermero murió por covid y otro en la grave en la UCI por reacción diversa”.
Mujeres de hierro
La fortaleza es la cualidad esencial para sobrevivir al apocalíptico panorama que vive el mundo con una pandemia que nadie esperaba. Por eso, estas profesionales han estado día y noche, cumpliendo una gran y noble labor.
“Personalmente, la pandemia me ha afectado a gran escala, yo soy una persona muy unida a mi familia y en los primeros meses de pandemia, prácticamente me encerré en mi departamento y me negué a ver a mi familia, mi madre tiene 76 años y muchos factores de riesgo que la podrían matar si llegara a contagiarse y la verdad es que me daba terror llevarle esta lesera a casa, estando yo cuidando a personas enfermas de covid”, cuenta Geraldine Blanchard, enfermera de UPC Adulto de Sanatorio Alemán en Concepción.
“Aguanté alrededor de 6 meses, en septiembre debuté con crisis de pánico secundarias al estrés del trabajo y estar sola sin mis habituales redes de apoyo. Tuve que buscar apoyo con una psiquiatra que visitaba mis pacientes en UCI y requerí licencia por dos meses para poder vencer las crisis y lograr siquiera algo tan básico como salir a la calle o dormir sola. Actualmente me mantengo con psicoterapia de apoyo semanal, medicamentos y vivo en casa de mis papás, que son y han sido mi apoyo emocional fundamental en todo este duro proceso”, señala Geraldine.
Nicole Soto concluye que “creo que estoy viviendo lo que nunca imaginé desde que decidí ser enfermera, actualmente y desde hace 1 año tomé la decisión de separarme de mis hijos de 10 y 5 años, los cuales están al cuidado de sus abuelos en Colbún, lo difícil no es que estén lejos, lo difícil es ir a verlos y no dejar de pensar que pasaría si estoy enferma y contagio a mi familia con mi visita, difícil es sentirte útil para aquellos que luchan por mantenerse vivos y no eres suficiente para tu propia familia. Se que es una decisión personal trabajar en una uci, pero ¿qué clase de enfermera sería si hubiese corrido por el miedo?”.
Ayuda que yo te ayudaré
Esta popular dicho se hace presente en cada uno de los testimonios que estas valientes enfermeras quisieron contar. Enfermeras, que pese a su fortaleza, también pueden ser víctimas de este temido virus.
Por esta razón nace “Enfermería ayuda a Enfermería”, un grupo cerrado de Facebook y exclusivo para profesionales de esta área, con el fin de comunicarse y ayudarse entre ellos a lo largo de todo Chile y que actualmente cuenta con más de 15 mil miembros.
Danae Álvarez, enfermera de 34 años fue quien creó este grupo y explica que “este grupo nació hace siete meses más o menos, poco después del inicio de la pandemia y cuenta con más de 15 mil miembros a la fecha”.
“Nació como una iniciativa personal cuando comencé a ver que muchos colegas, en otros grupos de redes sociales de enfermería, solicitaban ayuda para saber de algún familiar hospitalizado, sobre todo de aquellos que eran trasladados o vivían en otras regiones”, asegura.
“Hoy en día han sido miles los colegas y familias que han obtenido ayuda por parte de enfermeros y enfermeras. Han logrado concretar videollamadas con sus familiares, han entregado mensajes tan simples, pero al mismo tiempo tan potentes a sus seres queridos, como decirles, por ejemplo, que los quieren, que salgan adelante y que los están esperando una vez que se recuperen”, finaliza Danae.
Todas estas valientes enfermeras, entre todas sus necesidades laborales, concluyen una cosa: “que las personas no se expongan”. El coronavirus no es un juego, y que no discrimina en edad, patologías o ideologías, porque puede afectar de manera agresiva a cualquier persona, por lo que hacen el llamado a la conciencia de su entorno, ya que ellos como personal de salud, no pueden garantizar que todos los enfermos vuelvan a sus casas.