Sin tener un aporte nutricional, pero siendo fuente necesaria de energía, el azúcar suele estar en la mira de quienes desean tener una alimentación saludable. Una mala fama que en realidad radica en la forma en que es consumida y en los efectos secundarios que tiene dejarla.
Aunque muchos aún no lo sepan, frutas y verduras también cuentan con un tienen azúcar, pero esta no es tan dañina como la refinada o blanca, la cual, producto de su palatibilidad, tiene un cierto efecto adictivo.
La nutrióloga de Clínica Terré, Dra. Isabel Zúñiga explica que “cuando un alimento rico en azúcar entra en contacto con las papilas gustativas de la lengua, se envían señales al tronco cerebral y, de ahí, a diferentes áreas del cerebro, activando el sistema de recompensa del cerebro, con liberación de opioides y dopamina”.
“Cuando se activa de forma repetida este sistema de recompensa, el cerebro se adapta y se reconecta con esos hábitos de consumo, lo que hace que cada vez la persona quiera comer más, con sus consecuentes resultados”, añadió.
Más allá de la fuerza de voluntad, efectivamente el consumo de lo que algunos denominan como uno de los cinco ‘venenos blancos’, puede generar un tipo de dependencia que no es fácil cortar.
¿Y cómo cortamos el azúcar?
“Cuando las personas dejan de consumir una dieta alta en azúcar, manifiestan síntomas similares a una ‘de alguna droga’: fatiga, dolores de cabeza, irritabilidad, nerviosismo e, incluso, depresión”, asegura la experta.
“En esta fase puede haber recaídas en un consumo excesivo de azúcar. Sin embargo, con los días el organismo se estabiliza, se reducen los niveles de insulina, mejoran los parámetros metabólicos, puede haber baja de peso, las personas se sienten con más energía, de mejor ánimo y menos ansiosas de antojos dulce”, plantea.
Pero ¿cómo lograr pasar esos primeros síntomas que se generan con la eliminación del azúcar sin morir en el intento?
Para la profesional “una vez tomada la decisión es importante comenzar por eliminar los productos procesados de la despensa: galletas, pasteles, dulces, jugos, cereales y bebidas azucaradas e ir reemplazando por azúcares naturales, como frutas y vegetales, que además aportan vitaminas, minerales y fibra”.
“El beber agua y líquidos tibios – calientes también ayuda a combatir los antojos”, aconseja.
En este proceso “es clave mantener un orden de comidas con colaciones saludables programas entremedio, de modo de evitar que lo que nos lleva a buscar el azúcar sea realmente hambre por exceso de ayuno. También es importante ir desacostumbrando el paladar a lo dulce, por lo que se aconseja incluso disminuir el consumo de endulzantes”.
Y ¿qué pasa con los endulzantes?
En la búsqueda de alternativas que permitan endulzar de manera más saludable, el mercado ha generado diversas opciones “light” o livianos en calorías. Así han surgido edulcorantes no nutritivos o artificiales como Sucralosa, Aspartamo, Sacarina, Ciclamato o Stevia, los que, según lo que nos plantea la nutrióloga, cuentan con un aporte calórico “insignificante”.
Si bien en general son seguros y cuentan con estudios toxicológicos, existen algunas situaciones que pueden involucrar un riesgo de superar estas cantidades máximas, como son condiciones de bajo peso (niños y ancianos) y la ingesta excesiva de alimentos con el mismo aditivo, que puede estar presente en muchos productos “livianos en azúcar” en el mercado.
De acuerdo a lo que plantea la nutrióloga, si bien se ha dicho que los edulcorantes artificiales pueden alterar nuestro gusto por los alimentos, haciendo que encontremos menos atractivos alimentos naturalmente dulces como las frutas y que prefiramos comer alimentos más azucarados.
Estos son una “buena alternativa para reducir el aporte calórico de alimentos dulces en personas con regímenes hipocalóricos o diabéticos, su uso moderado, asociado a una alimentación saludable, variada, ordenada y acompañada de ejercicio físico es clave para alcanzar los objetivos de mantener un peso saludable y buenos hábitos de alimentación”.