A inicios de febrero el caso del pequeño Drayke Hardman de 12 años, quien se suicidó a causa del bullying del que era víctima en el colegio, conmovió a todo el mundo.
En un post de Instagram que estremeció a Internet, la madre de Drayke mostró impactantes fotos donde aparece junto al cuerpo sin vida de su hijo acompañada por su esposo. En el mismo mensaje, reconoció que el pequeño sufría acoso escolar sin ella saberlo.
“Este es el resultado del bullying, mi chico guapo estaba peleando una batalla de la que ni yo podía salvarlo”, dijo en primera instancia. “Es real, es silencioso y no hay absolutamente nada que puedas hacer como padre para quitar ese profundo dolor”, reflexionó.
Hoy, en nuestro país, el relato de la madre de un menor de nueve años en Valparaíso que sufrió una brutal agresión de parte de sus compañeros, no fue menos.
El pequeño de cuarto básico fue atado con una cuerda por sus compañeros, quienes además le arrancaron parte de sus pestañas durante el recreo en el colegio.
“El niño está asustado, no quiere volver al colegio […] podrían haber ahorcado a nuestro hijo, lo podrían haber asfixiado, haberlo matado en pleno patio y nadie vio nada”, declaró la madre a Radio Bio Bio.
Este es un ejemplo de varios episodios de violencia escolar que se ha registrado en las últimas semanas en Chile tras el regreso presencial a clases, llegando incluso a amenazas de masacres.
Tanto en un liceo de Quinta Normal como en un establecimiento educacional de Valdivia, los alumnos fueron amenazados con una “masacre escolar”, razón por la que incluso debieron ser suspendidas las clases presenciales a modo de prevención.
Usando un efecto de distorsión vocal y una imagen con la máscara de Anonymous, se oye en el vídeo de la amenaza: “Tomaremos venganza, eliminaremos sala por sala, no importa quién. Somos muchos, no intenten salvarse y menos correr […] no tengan miedo, solo queremos divertirnos”, dicen de manera intimidante.
Otra medida que debieron tomar en la región del Bío Bío fue solicitar al gobierno acortar las jornadas escolares, esto a causa de las violentas agresiones ocurridas en establecimientos educacionales de Laja y Nacimiento.
Estas situaciones no tienen preocupados solo a padres y autoridades, sino que también a expertos, quienes además están tratando de entender la razón tras el comportamiento de los agresores y señales en las víctimas.
¿A qué se debe este factor de violencia escolar actual?
“No es posible atribuir una sola causa a estos fenómenos que son tan complejos” afirma la experta en ciberbullying y convivencia escolar de la Universidad Finis Terrae, Adriana Velasco, aunque señala que sí pueden existir detonantes.
“Todo lo que ha venido ocurriendo en nuestro país, incluso antes del estallido social y acentuado por este, ha ido instalando lamentablemente una cultura de ‘con amenazas y golpes, consigo lo que quiero’“, asegura la profesional, lo cual a su juicio se ha instalado como un modelo de relación tóxico que ha trascendido a la convivencia familiar y educativa.
La académica de la Universidad de Talca e investigadora del Núcleo Milenio Imhay, Carolina Iturra, agrega que la personalidad e identidad de cada niño también puede influir, “se hace necesario entender cómo este estudiante se relaciona con sus pares, profesores y el resto de la comunidad educativa, cuál es el estatus que posee en el interior del establecimiento”.
En ese sentido, detalla que también es necesario “comprender las culturas escolares y familiares, la historia y antecedentes socioculturales” del menor.
Las redes sociales y su anonimato también son un factor dentro de los casos de violencia, como los mencionados en los liceos de Quinta Normal y Valdivia. “El que acosa no se muestra, los testigos cooperan con su silencio y el agredido o amenazado, en este caso, tiene un gran miedo a hablar y delatar, con lo cual se genera lo que se llama ‘la Ley del Silencio"” explica.
La falta de empatía y el retorno a la presencialidad ‘pospandemia’ también es un rasgo de estos hechos de violencia escolar, afirma Velasco. “El estrés emocional que generó el aislamiento, la incertidumbre, la pérdida de seres queridos, sin duda nos ha impactado tanto a niños, como a jóvenes y a adultos, e influye en el incremento de las situaciones de acoso y violencia escolar”, asegura.
A lo que Iturra agrega: “los escolares están retornando a clases después de dos años, y poco sabemos de cómo la cultura familiar enfrentó esta situación, depende de la vulnerabilidad de la familia y contextos, de sus capacidades para resolver conflictos”, sumado a esto afirma que no haber optado por un retorno paulatino a clases presenciales también influye.
¿Qué puede llevar a un menor de edad a amenazar de muerte a sus compañeros?
“Amenazar es un delito, no solo una agresión”, explica Velasco. “Hay que estar atento no solo a lo que puede estar sufriendo, el que está siendo agredido, sino también el que agrede, pues si lo hace, seguramente es porque está buscando una ganancia”, detalla.
Dentro de esto, explica que las carencias afectivas también cumplen un rol importante entre los detonantes de violencia.
A esto agrega que “explorar un posible trastorno en su personalidad, que lo esté llevando a no sentir ningún tipo de compasión por el otro” también puede ser un factor de ejercer violencia.
¿Cómo pueden los padres detectar si sus hijos son víctimas de violencia?
De acuerdo a Velasco, el poder descubrir las señales en los niños es una tarea compleja, ya que “en los casos de violencia y acoso escolar, se tiende a dar esta Ley del silencio, donde el agresor no se muestra y el agredido tiene terror a denunciar”.
Iturra detalla que una señal precoz de que los niños están sufriendo violencia escolar son “los cambios conductuales como, por ejemplo, irritabilidad o llanto fácil, si están menos comunicativos que lo normal, si hay cambios en sus patrones de alimentación o sueños”.
Iturra agrega que “si no cuentan con amigos o redes, no son invitados a trabajar con grupos de compañeros”, también pueden ser signos de bullying escolar.
Por su parte, Velasco detalla que otras señales pueden ser si los niños no quieren acudir al colegio o presentan síntomas ansiosos como dolor de estómago o de cabeza, se aíslan de sus amigos o de sus redes de apoyo o hay descenso brusco de rendimiento escolar.