En los actuales tiempos de pandemia, los antivacunas se han transformado en el antagonista de la historia, debido a que su reticencia a inocularse ha impedido que la crisis tenga un punto final.
En la actualidad existen varias vacunas autorizadas para inmunizar a las personas en el mundo, las cuales han demostrado su eficacia -una y otra vez- en evitar cuadros graves y mortalidad. No obstante, en reiteradas ocasiones ellos han hecho hincapié en que no accederán a estas. No obstante, sus argumentos carecen de sustento científico real.
Muchos podrían creer que se trata de un problema ‘actual’, propiciado por las redes sociales, pero lo cierto es que existen antecedentes de “antivacunas” que datan de hace 150 años.
Aunque luego hubo avances profundos en la medicina y la vacunación que disiparon estas creencias, un estudio científico manipulado que se publicó en 1998 reactivó estas inseguridades, amenazando décadas de progreso sanitario y poniendo en peligro inminente a la humanidad.
Antivacunas, hace más de 150 años
En Europa, a finales del siglo XIX, la viruela azotaba a la población y se transformaba en la principal causa de muerte de los habitantes de este continente, quienes vieron cómo el virus mató a cerca de 400.000 personas por año.
En América, la situación no fue muy diferente y tribus completas desaparecieron a causa de la mortal enfermedad, la cual en el mejor de los casos los dejaba con secuelas de por vida, las que incluían cicatrices a modo de ‘recuerdo’ eterno.
Sin embargo, en 1978 el médico Gloucestershire Edward Jenner consiguió la solución para la viruela, probando con éxito la primera vacuna. Esta consistía en inocular a las personas con una dosis leve de viruela bovina, lo que los protegió de la enfermedad, consignó BBC.
La vacuna fue un éxito y un par de años después se estaba aplicando en toda Europa. Tras eso, el mundo vio cómo una sencilla inoculación resguardaría a una población completa.
Aunque se veía como una excelente medida para la salud pública, esta no estuvo exenta de detractores. La mayoría venía de un lugar bastante singular, la iglesia.
De acuerdo a lo que indica La Vanguardia, quienes iban en contra de la vacuna, se escudaban en que no era un proceso “cristiano” porque “provenía de un ánima, la vaca”. Pero no todos creían ese argumento, pues existieron congregaciones para quienes la vacunación eran una “interferencia de la voluntad de Dios”.
Sin embargo, la religión no fue único origen conocido de los “antivacunas”. De acuerdo a lo que indica la historiadora médica Kristin Hussey su aparición “surgió desde una variedad de ángulos: el sanitario, religioso, científico y político”.
Entre los argumentos de la época -muchos que se siguen usando un siglo después- destacaban los continuos brotes, los efectos secundarios de estas o las infecciones cruzadas que podrían ocurrir en el proceso de inoculación.
“Vacunación: sus falacias y males” y “Vacunación, una maldición” eran carteles típicos que abundaban en las manifestaciones contrarias a la medida de salud pública en ese momento.
La proliferación de las peligrosas ligas antivacunas
En Inglaterra, entre el año 1840 y 1867 se promulgaron una serie de leyes que establecían la vacunación universal de los niños contra la viruela. El objetivo era evitar contagios y consolidar una importante medida de salud pública.
El artículo “Los antivacunas del pasado y del presente” de British Medical Journal de Robert Wolfe y Lisa Sharp destaca que “estas leyes constituyeron una innovación política que amplió los poderes del gobierno a las esferas de las libertades civiles tradicionales en nombre de la salud pública”.
Aunque esta fue una medida que pudo resultar muy positiva para la comunidad, hubo algunos que consideraron que esto era un abuso que ponía en riesgo la libertad individual de las personas, aunque eso implicara enfermarse y morir, incluso contagiando a otros en el proceso.
Esta situación originó disturbios en varias ciudades de Inglaterra y también desencadenó la aparición de asociaciones antivacunas. Una de las primeras fue “Liga antivacunación” de Leicester, en 1885, que reunió más de 100 mil personas.
Las consecuencias derivadas de mensajes errados y falsas consignas, fueron brutales para Leicester, que tuvo la mayor proporción de casos de viruela en menores de 10 años.
A pesar del ejemplo de Leicester, estos grupos proliferaron por lugares del mundo, dejando consecuencia similares.
Un estudio manipulado que causó mucho daño
Fue en 1998 cuando Andrew Wakefield presentó una investigación preliminar en la que asociaba el autismo con la inyección de la vacuna triple vírica (sarampión, rebeola y paperas). El estudio causó alarma, pero más tarde se descubrió que era una completa farsa.
El informe fue publicado en la prestigiosa revista científica “The Lancet” y se convirtió en una bandera de lucha para las personas con creencias antivacunas.
Tal como señaló BBC, la publicación indicaba que “doce niños vacunados habían desarrollado comportamientos autistas e inflamación intestinal grave”, asegurando que lo que tenían en común era que tenían “restos del virus del sarampión en el cuerpo”.
La hipótesis de Wakefield apuntaba a que “la vacuna podría causar problemas gastrointestinales, que llevaban a una inflamación en el cerebro y tal vez al autismo”.
El polémico estudio, que estuvo durante más de una década publicado, preocupó a los padres del mundo que vieron en esto una razón para evitar la vacunación, lo que trajo brote de enfermedades que estaban prácticamente erradicadas como el sarampión.
Sin embargo, en 2010 el Colegio General Médico Británico acusó a Andrew Wakefield de actuar de forma irresponsable y deshonesta, luego de que se comprobase que el informe era incorrecto y que se manipuló evidencia, consignó en 2010 El País.
Según informó la asociación británica en ese momento, se determinó que las conclusiones y métodos de trabajo que implementó el investigador eran falsos, esto luego de que se descubriera que Wakefield había elegido a 12 niños estratégicamente a través de un despacho de abogados que tenía el caso de una pareja que estaba interesada en demandar a laboratorios fabricantes de vacunas.
Además, los 12 niños que participaron en el estudio habrían recibido un pago para que se sometieran a las pruebas del médico, quien una década después se tuvo que disculpar por el estudio que causó un daño irreparable en la salud pública del mundo.
Por su parte, la revista The Lancet sacó de circulación el estudio explicando que las conclusiones del estudio eran falsas.
“Un peligro para la sociedad”
Estas son las palabras que más acompañan la descripción de un antivacuna. Su negación a ser inoculados los ha transformado en una amenaza.
Es por esto que en países como Francia, el presidente Emmanuel Macron ha sido muy crítico con estas personas, señalando que tienen una falta de moral e irresponsabilidad, acusándolas de intentar socavar la solidez de una nación.
Recientemente el mandatario comentó al sitio Le Parisien: “Yo no estoy para cabrear a los franceses (…), bueno a los no vacunados realmente quiero joderlos. Y así vamos a seguir haciéndolo, hasta el final. Ésa es la estrategia”, indicando que “intentaré restringir, en lo posible, el acceso al ocio a quienes intentan no vacunarse”.
Las declaraciones del presidente francés se dan en medio del récord de infecciones en su país, donde los casos aumentaron en un 80% en una semana y la tasa de incidencia tardó menos de siete días en pasar de 100 a 164 casos por 100.000 habitantes.
¿Podría esto ocurrir en Chile? Hay que considerar que los ingresos UCI y muertes presentan una incidencia notablemente mayor entre quienes no están vacunados o tienen su esquema incompleto, de acuerdo a un reporte que entregó BioBioChile.
En octubre pasado el secretario nacional del Colegio Médico, José Miguel Bernucci, señalaba: “La tercera dosis, por evidencia (…) pareciera ser una medida adecuada. Sin embargo, donde tenemos que poner el pie en el acelerador, sin ninguna duda, es en poder vacunar a los rezagados. La peor realidad que podemos enfrentar hoy día, cada persona que vive acá, es no estar vacunados. A las personas no vacunadas les va mucho peor”.
Según indicó el primer ministro israelí, Naftali Benet, un estudio que realizó el Centro Médico Sheba entrega resultados preliminares que indican que una semana después de recibir la cuarta dosis existe un aumento de casi 5 veces en el número de anticuerpos en la sangre, una excelente noticia en la lucha por frenar la pandemia, así como también las variadas cepas que cada vez se propagan más gracias a quienes no se quieren vacunar.
La Organización Mundial de la Salud siempre resalta la importancia de las vacunas, considerando que anualmente pueden evitar entre 2 y 3 millones de muertes, considerando que la inmunización previene cada año en todos los grupos de edad numerosas muertes por difteria, tétanos, tos ferina y sarampión.
Desmintiendo mitos antivacunas
Con la pandemia de coronavirus, han resurgido las creencias antivacunas en algunas personas, situación que se alimenta con la circulación de información falsa en las redes sociales.
En este contexto, el doctor Felix Drexler, del Instituto de Virología de la Clínica Charité de Berlín, habló con nuestro medio asociado DW y respondió a los argumentos más comunes de quienes no quieren vacunarse contra el coronavirus:
Mito/argumento 1: “No confío en la seguridad de las vacunas porque siguen siendo experimentales”
Felix Drexler: no son experimentales, son licenciadas. Han sido desarrolladas en un proceso de distintas fases y de validación a una velocidad que jamás habíamos tenido. Es verdad que no podemos saber si tendrá efectos secundarios no deseados en las siguientes décadas, porque son vacunas nuevas.
Sin embargo, los efectos secundarios entre los más de 6.000 millones de personas vacunadas en el planeta son mínimos. Sabemos que existe, por ejemplo, un riesgo mínimo de trombosis con la vacuna vectorizada de AstraZeneca o de miocarditis con BioNTech/Pfizer y Moderna. Debido a que todo está siendo un proceso muy transparente, todo indica que no hay un riesgo de efectos secundarios a largo plazo.
Mito/argumento 2: “Prefiero esperar a que se desarrolle una vacuna que proteja contra las variantes actuales”
Felix Drexler: Entiendo el argumento, pero me parece un riesgo muy grande, porque no sabemos cuándo las farmacéuticas terminarán de desarrollar esas vacunas, quizás en dos o tres años. Hasta ahora, las vacunas existentes están protegiendo contra las variantes. Es cierto que la protección, por ejemplo, contra la variante Delta o Beta es un poco reducida.
Sin embargo, todas las vacunas que están licenciadas protegen bien contra la enfermedad severa. Mientras espera una nueva generación de vacunas, es muy seguro que se va a contagiar.
Mito/argumento 3: “Tengo que evaluar los beneficios y los riesgos antes de decidirme”
Felix Drexler: Claro que tiene que evaluar su decisión. Es fácil acceder a los datos a nivel mundial. Toda la comunidad médica, científica y los gobiernos están haciendo el máximo esfuerzo para comunicar claramente los pros y los contras. Los beneficios son claramente más grandes que los riesgos. Es cierto que se pueden presentar casos de miocarditis, inflamación temporal del tejido muscular, por las vacunas de ARN mensajero, pero este riesgo también existe por la infección con coronavirus y, en ese caso, es mucho más alto. Además de los otros riesgos de la enfermedad. Según el Centro de Control de Enfermedades (CDC) de EE. UU., es más probable que a una persona le caiga un rayo a que desarrolle una miocarditis o un trombo. La probabilidad es de 1 entre 500.000.
No es erróneo decidir sobre su salud y su bienestar. Es una decisión individual y estoy de acuerdo en que se debe evitar la obligatoriedad, pero hay que tener en cuenta que esa decisión significará infectarse.
Mito/argumento 4: “Me voy a contagiar de todas formas así me vacune”
Felix Drexler: Uno se puede contagiar estando vacunado, pero estará protegido contra una enfermedad grave. El riesgo de tener consecuencias negativas sin estar vacunado es mucho mayor a los riesgos de la vacuna. Ese argumento es una apuesta muy triste. Uno la puede pasar muy mal, quedarse sin el sentido del olfato o hasta morir. Uno puede decidir no vacunarse, pero estos argumentos van en contra de toda evidencia.
Mito/argumento 5: “Cuando todos estén vacunados ya no voy a necesitar vacunarme”
Felix Drexler: En primer lugar, no hay que olvidarse que justamente con la variante Delta (y ahora con la Ómicron), que es más transmisible, esto no funcionará, porque los no vacunados se terminarán contagiando en cualquier momento. Segundo, me parece egoísta frente a las personas más vulnerables de la población. No solo están poniendo en riesgo su salud sino la del resto. Desgraciadamente el virus es muy transmisible y, si se infectan, terminarán contagiando a otros. Si no se quieren vacunar, solamente les podemos pedir que tomen todas las medidas posibles de seguridad, mientras que el resto de la población se irá liberando de las restricciones gradualmente.
Mito/argumento 6: “La vacunación es innecesaria para mí porque soy sano y joven”
Felix Drexler: Probablemente existe un riesgo un poco menor en comparación con personas que tienen otras comorbilidades o pertenecen a ciertos grupos de riesgo. Pero muchos jóvenes se confunden al pensar que nada les pasará porque aparentemente están sanos. Lo cierto es que nadie lo sabe con exactitud. Ahora mismo hay un montón de jóvenes muriéndose en las Unidades de Cuidados Intensivos sin que sepamos las razones. Otro problema que también se puede presentar es el COVID-19 persistente.
Mito/argumento 7: “Las vacunas son solo un negocio de las grandes empresas farmacéuticas”
Felix Drexler: No. Obviamente, las farmacéuticas también pueden obtener un lucro con su producto. Es normal que cualquiera que tenga un negocio quiera recibir un beneficio a cambio. Siempre hemos dicho que sería bueno que las farmacétuicas ofrezcan precios diferenciados para distintos mercados. Eso me parece justo. Al final hay que comparar el precio de una vacuna, que está entre los 10 a 20 dólares en el mercado mundial, con el costo de un tratamiento o de una cama en UCI durante un mes o dos, que son miles de dólares. Las vacunas son la herramienta con el mejor costo-beneficio de todos los tratamientos en la medicina.