Casi sin darnos cuenta, ya han pasado dos años desde que se encendieron las alarmas por aquel virus que causa coronavirus en los humanos. Y desde entonces hemos visto pasar diferentes variantes de Covid-19 sin darnos cuenta, como Alfa, Beta, Delta y más recientemente Ómicron. Pero, ¿por qué y cómo aparecen?
Fue en diciembre de 2019 que se supo de los primeros infectados con el SARS-CoV-2, el virus que causa el coronavirus y hoy la enfermedad recorre todo el mundo, provocando más de 267 millones de casos de infección en estos dos años de pandemia.
De acuerdo a la Clínica Mayo, a medida que el virus viaja de contagiado a contagiado, su genoma cambia o muta. Esta alteración genética se llama mutagenicidad y puede afectar la facilidad con la que se propaga el virus, la gravedad de la enfermedad o el nivel de inmunidad que se obtiene de una vacuna o una infección previa.
Los cambios más preocupantes se rastrean a medida que se vuelven más prominentes en diferentes regiones geográficas del mundo.
Un virus se reproduce copiando su código genético y así, forma nuevas partículas de virus para infectar tantas células como sea posible. En el caso del SARS-CoV-2, el virus almacena su código genético como ARN.
Este virus en particular prioriza la velocidad de copia sobre la precisión, y las mutaciones pueden aparecer en cada ronda de replicación. Desde el momento de la infección, hasta los primeros días, las partículas de SARS-CoV-2 pueden duplicarse en número cada seis horas aproximadamente.
Los errores del virus
Sin embargo, a medida que ocurre esa replicación del ARN, se producen errores, denominados mutaciones.
En caso de que estas mutaciones modificaran el virus, ayudando con su propagación o su capacidad de infectar, pueden dar lugar a una nueva cepa del virus llamada variante.
Sin embargo, otros errores de copia pueden dañar la reproducción del virus o no tener ningún efecto.
“Uno se infecta por una población de virus”, explica Richard Kennedy, Ph.D., inmunólogo y codirector del Grupo de Investigación de Vacunas de Mayo Clinic. “Cada virus individual podría ser diferente de los demás porque las mutaciones ocurren en lugares aleatorios”, añade.
Pese a que todas las mutaciones son estudiadas por los científicos, no todas son para preocuparse, explica el doctor Dr. Andrew Badley, especialista en enfermedades infecciosas de Mayo Clinic. Esto porque en algunos casos las mutaciones aparecen y luego se extinguen si no ayudan a que el virus se propague.
De todas formas, el Dr. Badley señala que es esencial detectar y recopilar información sobre estas mutaciones, así como también evaluar su impacto en la eficacia con la que se propaga el virus, cómo enferma a las personas y si las nuevas variantes de Covid-19 se resisten a los tratamientos actuales y a las terapias experimentales.
La importancia de la vacuna
De por sí, el cuerpo humano posee una respuesta autoinmune a diferentes tipos de virus. Esto es gracias a los anticuerpos, que se enfrentan al virus conectando una pequeña porción de la proteína viral.
Pero, si el virus muta, la proteína producida del virus podría cambiar lo suficiente como para que el anticuerpo no se pueda unir a él o se una con menos fuerza, reduciendo e incluso anulando los efectos que dependen en gran medida de los anticuerpos. Es por eso que la vacuna es necesaria: para que los anticuerpos puedan desarrollarse.
“El uso de la mascarilla, el distanciamiento físico y el lavado de manos disminuyen nuestras posibilidades de exposición, sin importar qué variantes de Covid-19 existan”, dice el Dr. Kennedy.
“Si seguimos todas las recomendaciones sobre el uso de la mascarilla, el distanciamiento y el lavado de manos, y nos colocamos la vacuna contra el Covid-19, tendremos múltiples capas de protección para mantenernos a salvo”, asegura.