El esguince de tobillo es la lesión musculoesquelética más frecuente en la población a nivel mundial, sin embargo, la mayoría de las personas no busca un tratamiento oportuno para esta dolencia.
Al respecto, el kinesiólogo de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (PUCV), Oscar Achiardi, señaló que: “esto suele desencadenar alteraciones estructurales de la articulación que establecen la manifestación de inestabilidad crónica de tobillo (ICT), la cual es una condición caracterizada por esguinces recurrentes y por la sensación persistente de que el pie y el tobillo ‘ceden’ repentinamente al caminar o hacer ejercicio, la que puede llevar incluso a la aparición de osteoartritis”.
Inestabilidad crónica de tobillo
El académico agregó que “de este modo, la ICT es una condición altamente invalidante, que afecta el desempeño en sus actividades de la vida diaria a una parte importante de la población, alterando así su estilo y calidad de vida”.
Dentro de sus principales causas se puede destacar la ausencia de tratamiento médico y rehabilitación física ante la ocurrencia de un esguince agudo. De hecho y según comentó Achiardi, “se estima que aproximadamente 2/3 de las personas con ICT no buscaron atención médica tras sufrir su primer esguince, los que a su vez experimentaron un mayor número y frecuencia de esguinces recurrentes”. Esto no permite una reparación adecuada de los tejidos y tampoco un correcto restablecimiento del movimiento y control motor del pie y tobillo.
Aunque parezca extraño, los zapatos tradicionales son uno de los elementos que atrofian y reducen la estimulación de los elementos que fortalecen y mejoran el funcionamiento de los tobillos, al respecto el kinesiólogo manifestó que “el calzado usualmente está construido con materiales firmes y una suela gruesa y rígida, con refuerzos en el talón y el arco longitudinal medial que sostienen y protegen la estructura del pie, reemplazando así la función de esta parte del cuerpo”.
Para comprender cómo afectan los zapatos a la estabilidad y la función de nuestros pies debemos entender que existen tres elementos esenciales que le permiten actuar como una estructura flexible que nos permita adaptarnos al terreno o también de forma rígida que amortigüe nuestro cuerpo en movimiento.
Estos elementos son:
– El componente pasivo, que corresponde especialmente a la fascia plantar, un tejido elástico ubicado en la planta del pie que colabora en la mantención de los arcos plantares
– Un componente activo, que corresponde primordialmente a una serie de pequeños músculos (denominados “musculatura intrínseca del pie”) encargados de aumentar la estabilidad mediante su contracción
– Y el Componente neural, que corresponde a una serie de órganos sensoriales ubicados en la piel de la planta del pie, músculos y cápsulas articulares, que informan al sistema nervioso central sobre cuándo se requiere mayor estabilidad o movilidad.
Para evitar este tipo de problemas es importante la estimulación de los elementos antes mencionados, mediante ejercicios focalizados que activen y fortalezcan la musculatura del pie, promoviendo la mantención de los arcos plantares a través de sistemas pasivos y activos.
Debido a que el uso de los zapatos tradicionales puede afectar de manera negativa la salud de nuestros pies, Achiardi recomienda el uso de un calzado especial para lograr mejoras, señalando que: “el uso de calzado minimalista construido con materiales flexibles, con una parte anterior ancha para permitir la forma normal de los dedos del pie y sin refuerzos extra sobre el talón ni los arcos plantares, puede promover la correcta estimulación y utilización de los elementos esenciales para la salud de pie y tobillo”.