Darle un contorno y aspecto natural a los glúteos, aumentándolos de forma proporcional, es el objetivo de la gluteoplastía. Esta intervención busca mejorar el autoestima de las personas que están disconformes con sus glúteos ya sea por pequeños, planos o de apariencia más caída, y otorgarles mayor seguridad a la hora de verse al espejo o ponerse un pantalón más ajustado.
La aceptación de este tipo de operaciones se ha visto reflejada en su aumento a nivel mundial, ya que ha crecido en un 66% desde 2015, según un estudio realizado por la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica Estética (ISAPS).
Para el vicepresidente de la Sociedad Chilena de Cirugía Plástica (SCCP), el doctor Stefan Danilla, el aumento es positivo, pero a la vez puede traer sus riesgos, ya que “existen métodos riesgosos que se utilizan a veces para abaratar costos, por lo que es importante destacar que la única sustancia permitida para inyectar a los glúteos es la grasa del propio paciente. Ya hemos visto desastres como el uso biopolímeros o silicona industrial y otros nombres que algunas personas le dan a otras sustancias desconocidas, ineficaces y/o peligrosas, como es el caso del plasma gel”.
Los datos de la encuesta mundial se recogieron a través de un cuestionario enviado a aproximadamente 25 mil cirujanos plásticos. Las preguntas se centraron sobre todo en la cantidad de intervenciones quirúrgicas y no quirúrgicas concretas que se habían practicado hasta la fecha.
Sobre la operación propiamente tal, la gluteoplastía tiene dos variantes: aumento de volumen o levantamiento, las que pueden también ser complementadas entre ellas. En cuanto al primero, muestra un alza de un 66% desde 2015 hasta la fecha, mientras que el segundo, creció un 78% durante el mismo periodo, respectivamente. El rango etario más prominente y que se inclinó con mayor frecuencia por querer subsanar los glúteos pequeños o planos, fueron las adultas entre 35 y 50 años.
Riesgos al someterse a este procedimiento
El paciente puede someterse a una cirugía mediante el uso de prótesis o la inyección de grasa. El primer método, consiste en la introducción de un implante de silicona, para posteriormente inyectar grasa del mismo paciente como forma de autotrasplante. En cuanto al segundo, puede ser tanto un tratamiento aislado como no. Esto quiere decir que a raíz de una lipoescultura, por ejemplo, u otro procedimiento, se pueden “transferir” los tejidos adiposos succionados a la zona glútea.
“Uno de los riesgos que puede provocar personal médico que no sea cirujano plástico acreditado, reside en el traslado de grasa dentro del glúteo; lo que puede generar una embolia grasa, una complicación que ocurre cuando los émbolos de entran en el músculo y con posibilidades también de meterse en el torrente sanguíneo, causando una obstrucción pulmonar que generalmente termina siendo mortal. Actualmente, está prohibido por todos los organismos internacionales ingresar la grasa dentro de los músculos glúteos, ya que solo deben incorporarse a nivel subcutáneo”, explica el doctor Danilla.
En pacientes de cuerpos delgados que no tengan suficiente grasa para aumentar o que requieran un aumento más importante, el especialista comenta que “necesitan una intervención con implantes denominada gluteoplastía compuesta que consiste en utilizar los implantes para dar volumen al glúteo y usar un poco de la grasa del propio paciente para contornear las caderas”.
“Además, para querer abaratar costos en ciertas ocasiones, quienes intervienen al paciente pueden inyectar material en gel externo, como silicona industrial o metacrilatos, las que son muy publicitadas por médicos no especialistas y esteticistas y pueden ser altamente peligrosas y no están autorizadas por el Instituto de Salud Pública (ISP)”, agregó el vicepresidente de la SCCP.