Está comenzando el período de campañas presidenciales y, salvo casos particulares, aún no se sabe mucho de las propuestas específicas que cada candidato plantea en materia tributaria. Por ello, y a riesgo de ser majadero, no está de más proponer algunas medidas para que puedan ser evaluadas por los candidatos en sus programas.
Claudio Bustos
Abogado tributarista y socio de Bustos Tax & Legal
En mi opinión, el acento debe ponerse en medidas que signifiquen un incentivo a la actividad económica y al crecimiento, pues las últimas reformas han estado dirigidas, fundamentalmente, a aumentar la recaudación a través del aumento de impuestos y combate a la elusión fiscal, olvidando que el país también necesita estímulos para crecer.
Es cierto que, académicamente, puede ser discutible que medidas tributarias favorables al mercado se traduzcan necesariamente en un mayor crecimiento económico y mayor recaudación fiscal, pero, por otro lado, estamos seguros que, de no haber crecimiento económico, difícilmente se podrá recaudar más.
La ecuación es simple, si las empresas no tienen ganancias razonables, tampoco podrán tributar conforme a lo que se espera. Más aún, si desde ya existe la expectativa en el mercado de que no se crecerá o de que el crecimiento será magro, menor es la posibilidad de que aumente la actividad económica con el consecuente efecto en recaudación fiscal.
Por lo tanto, la política tributaria debe contribuir a generar los estímulos suficientes, para crear expectativas positivas en el mercado, que induzcan a una mayor actividad económica, que potencien la atracción de inversión extranjera y, con ello, el crecimiento económico y la mayor recaudación tributaria.
Por ello y, nuevamente insisto, a riesgo de ser majadero (no es la primera ni será la última vez que se plantean este tipo de medidas), vayan algunas sugerencias para quien las quiera tomar:
Restablecer el sistema 100% integrado de impuesto a la renta. Es un sistema conocido por todos los actores del mercado, que además es simple de administrar y fiscalizar, y genera confianza en el mercado.
Disminuir el impuesto de primera categoría a tasas entre el 18% y 20%. En la actualidad, el impuesto de tasa 27% se sitúa lejos del promedio OCDE que oscila alrededor del 23%. Probablemente, la disminución debe ser progresiva en el tiempo y no de una sola vez, para generar menor impacto en la recaudación fiscal los primeros años.
Establecer un régimen especial para las PYME, en las cuales se establezca un tramo exento de impuesto para las empresas de menores ingresos, y tasas progresivas de impuesto que no excedan de un máximo de 12%.
Reducir el tramo exento de impuesto Global Complementario, para aumentar así la base de aplicación de dicho impuesto, y recaudar más por esa vía.
Eliminar definitivamente el impuesto de timbres y estampillas, el cual es totalmente anacrónico.
Eliminar paulatinamente el impuesto territorial (contribuciones).
Suprimir o bajar la tasa del impuesto a la herencia respecto a los patrimonios constituidos por micro y pequeñas empresas
Permitir a las personas naturales la deducción de gastos por educación y salud, con ciertos límites.
Todo lo anterior, evidentemente, debería acompañarse de un recorte eficiente de los gastos fiscales, como también de un combate férreo a la elusión ilícita y evasión tributaria. El actual Director del SII algo ha avanzado en esto último, aunque quizá un poco “a palos de ciego”. En fin, en proponer no hay engaño.
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