En Chile existen profundas inequidades en la atención del parto, reflejo de una violencia estructural hacia las mujeres, que se manifiesta con mayor crudeza en las maternidades del sistema público. La falta de infraestructura adecuada, el trato deshumanizado y la ausencia de un enfoque centrado en la experiencia materna evidencian una discriminación histórica y social, donde factores como la pobreza, la etnia y la edad predisponen al maltrato.

“No da lo mismo dónde y cuándo nacer”, indicó el médico ginecólogo Christian Figueroa en la 6ta cumbre Global sobre seguridad del paciente. Desde el punto de vista de atención personalizada -centrada en la mujer, personalizada, participativa, sin maltrato y con infraestructura adecuada– parece tener razón.

¿Hay inequidad en los nacimientos en Chile?

Cuando una desigualdad es injusta, se transforma en inequidad y al analizar diferentes aspectos en la atención de los nacimientos, como el trato hacia las mujeres en el parto en nuestro país, la respuesta parece ser afirmativa.

Revisar la perspectiva histórica nos permite entender el origen de este fenómeno y observar también cómo la violencia reproductiva es una expresión de violencia estructural.

¿A quiénes se maltrata? La revista británica The Lancet el año 2022 publicó el artículo de Elizabeth O’Brien, que nos permite revisar la violencia en el nacimiento desde una óptica histórica y podemos reconocer que al igual que muchas desigualdades, las reproductivas tienen orígenes multifactoriales y en ocasiones responden a esquemas de discriminación más profundos.

Una investigación del año 2022, en Chile, en donde se evaluó la percepción de 2105 mujeres de todas las regiones del país y que fue publicada en la revista Panamericana de Salud, establece que un 79,3% de mujeres cree haber experimentado una forma de violencia obstétrica. Esta violencia fue más frecuente en centros públicos, en jóvenes de entre 18 y 29 años, en quienes se identificaron con pueblos originarios, y entre quienes tienen una orientación sexual no heterosexual.

Al revisar las páginas web de las principales clínicas del país, encontramos afirmaciones como: “Nuestra maternidad está pensada en ti, para que vivas la experiencia de la llegada de un hijo en un ambiente íntimo y cálido”, o “Puedes elegir la forma en que das a luz: el tipo de parto, la temperatura y la luminosidad de la sala, para que ese momento tan especial sea recordado como una buena experiencia”. Sin embargo, al realizar el mismo ejercicio con los principales hospitales públicos de la Región Metropolitana, salvo algunas excepciones, no se encontró ninguna referencia a la experiencia del parto.

Violencia obstétrica: una forma de maltrato normalizado

Como Matrón Jefe de una maternidad del Sistema Público, me resulta difícil describir el abandono que enfrentamos en algunos centros. Mi equipo trabaja en salas de parto antiguas, como muchas que aún existen en el país, con una falta de personal que impide brindar la atención personalizada que debería ser el estándar. Además, los recintos carecen de comodidades: no hay habitaciones individuales ni prepartos diferenciados. Son lugares donde, si las familias pudieran elegir, no elegirían parir allí.

En las maternidades nos hacemos cargo de la salud de las mujeres y, por lo tanto, no estamos ajenos a la desigualdad de género. Si imagináramos un hospital como un reflejo de la estructura de una sociedad y la distribución de sus recursos e intereses, las mujeres y sus necesidades —su dolor, su parto— estarían precisamente al final. Y si, además, se trata de una maternidad pública, no solo atendemos a mujeres, sino a aquellas que no pueden elegir: las más vulnerables de la sociedad.

¿Se imaginan cómo serían las maternidades si los hombres parieran? De seguro muy distintas.

La necesidad de políticas públicas en salud materna

Desde el punto de vista de Salud Pública y la importancia del nacimiento, en términos de cómo las mujeres viven y experimentan sus partos, Chile parece que sigue dormido, siendo uno de los pocos países de Latinoamérica en no tener leyes que sancionan el maltrato en el parto.

No da lo mismo cómo y cuándo nacer, ni los determinantes sociales con los que una mujer enfrenta el nacimiento de su hijo. Su etnia, raza, edad, escolaridad, religión, nacionalidad y, sobre todo, su pobreza parecen ser factores que la predisponen al maltrato. Lo más frustrante es que, desde una mirada histórica, los procesos reproductivos han sido un espacio de violencia social hacia las mujeres. Y pareciera que, en pleno 2025, aún no somos capaces de hacernos cargo de los vestigios de discriminación que arrastramos de nuestros antepasados.

Parece, entonces, necesario considerar los nacimientos como un problema de salud pública que aborde, por un lado, la seguridad en la atención con una infraestructura adecuada y, por otro—estrechamente ligado a la calidad—, la experiencia materna. Además, es fundamental reconocer el maltrato en el nacimiento como una vulneración de los derechos humanos.

Chile, un país de marcadas desigualdades, y al parecer somos tan distintos que hasta nacemos diferentes.

Héctor Núñez
Salubrista
Matron Jefe Maternidad Hospital de Rengo

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