Señor director:

Hoy en día, se habla mucho de la historia de Chile y de lo que representó la dictadura de Augusto Pinochet. Para muchos de nosotros, los Jóvenes, esta figura es solo un eco lejano de un pasado que no vivimos en carne propia, pero que sigue teniendo una fuerte presencia en la sociedad.

La ex presidenta Michelle Bachelet, quien en varias ocasiones ha expresado su preocupación por la perpetuación del legado de Pinochet entre los jóvenes, ha puesto sobre la mesa un tema sensible, pero necesario: ¿Realmente somos conscientes de la influencia que aún tiene este personaje en las nuevas generaciones?

Es fácil pensar que aquellos que vivimos en democracia, que nacimos después de 1990, estamos completamente alejados de los efectos del régimen de Pinochet. Sin embargo, la realidad es que su legado sigue vivo en muchas formas: en la economía neoliberal que prevalece, en las estructuras de poder que no han cambiado tanto y, lamentablemente, en la persistencia de una narrativa distorsionada sobre lo ocurrido.

A menudo se nos enseña de manera simplificada o, incluso, se nos omite información que nos ayudaría a comprender la magnitud de las violaciones a los derechos humanos que se cometieron durante su gobierno.

La imagen de Pinochet y las consecuencias de la desinformación

El hecho de que algunos jóvenes celebren o incluso reivindiquen a Pinochet no es solo un fenómeno aislado. Es el resultado de un proceso complejo donde factores como la falta de educación histórica, la manipulación mediática y la falta de empatía por parte de los poderes establecidos juegan un papel fundamental.

Vivimos en una era de desinformación, en donde las redes sociales permiten que se difundan ideas extremas sin ningún tipo de control. Y aunque muchos de nosotros, como jóvenes, nos inclinamos por la búsqueda de justicia social, no podemos cerrar los ojos a los intentos de algunos sectores de volver a instalar figuras autoritarias y antidemocráticas.

Como sociedad, debemos reflexionar sobre el impacto de estos discursos y buscar una educación más profunda y crítica sobre nuestra historia reciente. No se trata solo de condenar a Pinochet, sino de entender por qué su figura sigue siendo tan polarizante. La desinformación sobre lo que realmente sucedió en su gobierno crea un caldo de cultivo perfecto para que los jóvenes caigan en la trampa de los discursos revisionistas.

Dictadura militar: aprendamos del pasado

Es hora de hablar abiertamente, sin tabúes, sobre lo que significa realmente la figura de Pinochet para nuestra generación. No podemos permitir que se reescriba la historia ni que se relativicen las atrocidades cometidas en nombre de la “seguridad nacional” o el “orden”. La democracia que hoy gozamos es el fruto de un largo proceso de lucha que, aunque joven en comparación con las dictaduras que hemos conocido, necesita ser defendida de aquellos que pretenden manipularla para sus propios fines.

Es nuestra responsabilidad como jóvenes, como futuros líderes, como ciudadanos de este país, conocer y aprender del pasado. Solo así podremos construir una sociedad más justa, igualitaria y, sobre todo, libre de las sombras de aquellos que intentaron arrebatarnos los derechos más fundamentales.

La historia no se debe olvidar; debe enseñarnos, no solo a quienes ya han vivido las injusticias, sino a todos los que hoy estamos construyendo el futuro.

Por José Silva Jerez
Estudiante. 17 años

Nuestra sección de OPINIÓN es un espacio abierto, por lo que el contenido vertido en esta columna es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial de BioBioChile