Este gobierno, en su infinita mediocridad, no termina de sorprender a los chilenos. Ahora la chapucería estuvo marcada por otro gustito ideológico que pretendió darse la izquierda frenteamplista al anunciar que estaba en proceso de compra la residencia de Salvador Allende para convertirla en un museo y así rendirle culto a un presidente que destruyó Chile y dividió profundamente al país, vulnerando los principios elementales de la democracia.
Pero en esa transacción, que se pretendía hacer con recursos de todos los chilenos, había un pequeño detalle: una de las vendedoras de la morada era nada menos que la ministra de Defensa y nieta del exPresidente, Maya Fernández. Vaya, vaya, parece que nadie en La Moneda advirtió que se estaba vulnerando de forma flagrante la ley, ya que una ministra de Estado no puede celebrar contratos con el mismo Estado. Pero para este gobierno eso es una minucia, lo importante era anunciar el acto, y hacerle un guiño a su barra brava, y si pasaba, pasaba. Pero no pasó. La compra se tuvo que frenar y la ministra de Bienes Nacionales, Marcela Sandoval, dejar su cargo.
Este episodio retrata de cuerpo completo lo que es el Frente Amplio en su esencia. Un bloque político sin ninguna experiencia en la política real, que llegó al poder amparado por la violencia callejera y su intento por desmantelar el Chile de los 30 años de progreso con el objetivo de instalar su fracasado modelo cubano-chavista en lógica refundacional. Un grupo de jóvenes que sólo conocía de asambleísmos universitarios, que de ahí saltaron al Congreso y luego a La Moneda. Los resultados de esa falta de preparación, experiencia e ideas retrógradas, las está pagando ahora todo el país.
Si hay algo que sí ha hecho este gobierno durante sus tres años de mandato es perder la virginidad moral, esa pureza ética que le vendieron al país, enarbolando banderas de redención, con ellos como catones destinados a limpiar el “espurio” sistema político chileno. Sin embargo, desde que llegaron a conducir al Estado, no han hecho más que demostrar que esa aura de semidioses que se autoasignaron era de cartón piedra, y que son tan mortales como el resto, con vicios y conductas muy alejadas de los principios que decían defender.
La frustrada compra de la casa del exPresidente Allende no sólo reviste un problema de legalidad, sino que también de vulneración de principios. Para que no pareciera una adquisición con fines ideológicos, también incluyeron en el paquete la del exMandatario Patricio Aylwin, ya que así se blanqueaba la compra como una medida transversal, con un costo para el erario sobre los 2 mil millones de pesos.
Fallida compra
Pero si el argumento para hacer la transacción es que se busca preservar esas residencias con propósitos históricos y patrimoniales, eso implica que ¿el Estado debería comprar las viviendas de todos los exPresidentes? ¿La de los anteriores y de los que vendrán? Por supuesto que no. Como tampoco sería admisible que cuando haya Mandatarios de derecha en el poder, se den el gustito de adquirir las propiedades de exjefes de Estado afines.
Además, son muchas las urgencias sociales que tiene el país en la actualidad, en gran medida agudizadas por la deplorable gestión de este gobierno, como para estar despilfarrando recursos en esto y convirtiendo al Estado en un agente inmobiliario para intereses sectarios.
Ya va siendo hora de sacarle la careta a quienes están hoy en el gobierno, y mostrarle a la ciudadanía cuál es la verdadera naturaleza de los miembros del Frente Amplio y el Partido Comunista, y lo que hay detrás de cada una de sus acciones, que siempre intentan camuflar afirmando que se trata de “errores involuntarios”, cuando resulta evidente que son orquestados con propósitos ideológicos, a tal punto, que son capaces de mentir descaradamente si es necesario para ocultar sus verdaderas intenciones. Eso es parte del manual de la izquierda radical.