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Resumen automático generado con Inteligencia Artificial

La inclusión en la educación superior para jóvenes con discapacidad sigue siendo un desafío urgente a pesar del aumento en la matrícula en un 65% en dos años. Aunque se han implementado programas de apoyo y adecuaciones en la PAES, la inclusión real aún enfrenta serias limitaciones, revelando fragilidades en el sistema. Es necesario que las casas de estudio lideren con acciones concretas, como adecuaciones curriculares y apoyo psicosocial, para garantizar igualdad de oportunidades. Sin embargo, la transición hacia la vida adulta sigue siendo compleja, y se requiere un esfuerzo conjunto de la familia, escuelas, universidades y el Estado para lograr una inclusión verdadera y que cada joven con discapacidad alcance su máximo potencial en un entorno justo.

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¿Es posible una educación superior inclusiva donde todos puedan alcanzar sus sueños? Conocidos los destacados casos de jóvenes con discapacidad que alcanzaron puntajes máximos en la última PAES, esta es hoy una pregunta tan crucial como urgente. Porque a pesar del notable incremento que ha experimentado la matrícula de estudiantes con discapacidad —más de 5.451 en 2024, 65% más en dos años—, la inclusión en la educación superior aún tiene serias limitaciones.

Las leyes y políticas públicas han impulsado avances, pero todavía son insuficientes. La implementación de programas de apoyo, las adecuaciones en la PAES y la formación de equipos interdisciplinarios son pasos muy positivos, pero no garantizan una inclusión real.

Aunque el DEMRE ha facilitado la participación de estudiantes con discapacidad, con más de 17.000 solicitudes de adecuaciones en 2024, la desigualdad persiste. La falta de datos precisos sobre matrícula, progreso y egreso dificulta una evaluación de estas iniciativas y, más bien, revela una fragilidad del sistema.

La inclusión tampoco significa homogeneizar trayectorias, sino que ofrecer herramientas específicas para cada estudiante, y las casas de estudio deben liderar con acciones concretas que garanticen igualdad de oportunidades, como -por ejemplo- implementar adecuaciones curriculares y accesibilidad universal, y proveer apoyo psicosocial.

Y aun con estos avances, y el apoyo que puede darles la familia, la transición de estos jóvenes hacia la vida adulta sigue siendo compleja. Sin un acompañamiento que los prepare para el mundo laboral, los logros educativos corren riesgo de no traducirse en éxito personal.

Lo cierto es que, para lograr una verdadera inclusión, se necesita un esfuerzo conjunto de la familia, escuelas, universidades y del Estado. Es el llamado que desde hace muchas décadas hacemos desde Teletón, conscientes de que es vital que toda la sociedad se comprometa con la inclusión, para que cada joven con discapacidad pueda alcanzar su mayor potencial en un entorno justo e inclusivo.

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