Por Camilo Riffo Quintana
Urbanista e investigador.
La controversia por el retiro de la bandera mapuche del frontis municipal de Concepción va más allá de un símbolo aislado. No se trata solo de la bandera, sino de cómo imaginamos el futuro de nuestra comuna y qué tipo de sociedad queremos construir. En una región con una historia tan rica como el Biobío, ignorar la diversidad cultural que nos antecede es perder la oportunidad de forjar una ciudad más inclusiva e innovadora.
No se trata solo de una bandera
La presencia de la bandera mapuche no es un gesto meramente identitario, sino un recordatorio vivo de las raíces que han forjado este territorio. Antes del Estado chileno, los mapuche ya organizaban su vida aquí, con saberes y valores que pueden inspirar nuevos caminos de desarrollo y que muchas veces ya lo hacen.
Si sentimos orgullo de ser chilenos, reconozcamos que ese orgullo se nutre de una identidad común arraigada en culturas anteriores al propio Estado. Esto no divide a la sociedad, la integra: al entender la interculturalidad como parte de lo que somos, nutrimos un relato común que va más allá de lo simbólico.
Hoy, cuando crecen discursos excluyentes, defender la diversidad no compite con las demandas urgentes de empleo digno, protección del medioambiente, educación de calidad, participación ciudadana o justicia social.
Incorporar las raíces culturales en la agenda pública fortalece estas demandas ante mayorías más amplias. No es que la presencia mapuche reste a las necesidades materiales; su reconocimiento nos fortalece y amplía las posibilidades de cambios concretos.
¿A quién convoca este gesto? ¿A qué proyecto mayor sirve?
Por eso, retirar la bandera mapuche sin diálogo ni explicación no es un mero acto administrativo: ¿A quién convoca este gesto? ¿A qué proyecto mayor sirve? En vez de tender puentes, se fracturan las oportunidades de un futuro compartido. Frente a ello, la integración cultural se perfila como un componente estratégico para enfrentar dogmatismos, disipar la desconfianza hacia la política y dar coherencia a un cambio con sentido ciudadano.
No se trata solo de una bandera. Se trata de proyectar un Concepción que valore su diversidad como motor de innovación social, capaz de dialogar con su pasado, enfrentar sus dilemas presentes y orientar un futuro más justo.
Así, la inclusión de la bandera mapuche deja de ser un gesto aislado y pasa a defender la pluralidad, que no es simplemente levantar un símbolo, sino afirmar la existencia de una alternativa política basada en el respeto, la libertad y el bienestar colectivo.