El crecimiento y la expansión de las instituciones de Educación Superior ha generado un debate sobre las estrategias de difusión educativa que se emplean. Muchas de estas instituciones académicas, independientemente de su carácter público o privado, han adoptado enfoques más directos de difusión para atraer y retener estudiantes.

Por Monserrat Carrasco
Licenciada en letras inglesas de la PUC, magister en Educación Superior de la UCEN

Una de las tácticas recurrentes es la incorporación de figuras públicas en sus cuerpos académicos y directorios, presentándolas como símbolos de calidad y autoridad. Este recurso busca asociar la institución con la imagen de personas influyentes o exitosas, contribuyendo a reforzar su prestigio y percepción de excelencia.

Dicho fenómeno ha planteado interrogantes sobre el equilibrio entre la visibilidad pública de estas personalidades y el valor académico y pedagógico que aportan en el contexto universitario.

La ética en la gestión

Por otro lado, es interesante observar que muchas de estas instituciones están adoptando un enfoque más transparente en sus comunicaciones, como la publicación de datos sobre su gestión interna, salarios de académicos, presupuestos y resultados académicos. Estas prácticas buscan proyectar una imagen de confianza y compromiso con la rendición de cuentas, lo cual es sumamente positivo.

En este contexto, resulta pertinente reflexionar sobre la importancia de la ética en la toma de decisiones dentro de los directorios de estas instituciones. Si bien la gestión de las instituciones de Educación Superior se rige por principios de autonomía y libre mercado, es fundamental que las decisiones académicas y administrativas estén alineadas con los intereses formativos de los estudiantes, más allá de las presiones políticas o comerciales que puedan existir.

Marca institucional frente a la calidad del aprendizaje

Como académica especializada en la enseñanza del inglés en la educación superior, me preocupa particularmente el impacto de estas dinámicas en los procesos formativos de programas de lenguas extranjeras. A veces, el énfasis en la creación de una “marca institucional” sólida puede desviar la atención de lo que realmente importa: la calidad de los programas, el desarrollo de habilidades críticas y el compromiso con un aprendizaje integral.

Es importante preguntarnos si estas estrategias, aunque efectivas para captar matrículas, son sostenibles a largo plazo y si, en ocasiones, pueden sacrificar el propósito educativo en favor de objetivos comerciales.

Las instituciones de Educación Superior desempeñan un rol crucial en el panorama de la educación chilena, y es necesario reconocer tanto sus esfuerzos por ampliar el acceso a la educación como los desafíos que enfrentan en términos de garantizar una formación académica de calidad. Las estrategias de difusión, bien utilizadas, pueden ser una herramienta positiva, pero nunca debe desvirtuar el propósito fundamental de la educación: formar a los estudiantes con los conocimientos, habilidades y valores necesarios para enfrentar los retos del futuro.

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