Estimado director

Hace unos años, en una fría tarde de invierno, mi esposo y yo decidimos explorar la función “Sorpréndeme” de Netflix, esa plataforma en la que, a veces, se tarda más eligiendo que viendo. Así llegamos a La colina de las amapolas, una película japonesa ambientada en los años 60. Lo que parecía una simple historia de amor adolescente terminó cautivándonos por su profundidad, especialmente por una subtrama que resonó mucho con nosotros.

La película mostraba a un grupo de estudiantes de secundaria que se unieron para defender un antiguo edificio que usaban para actividades extracurriculares una real pocilga. Lo interesante no era solo su lucha, sino la manera en que se organizaban: debates abiertos, diferencias de opinión respetadas, y una visión común de justicia, democracia y respeto por su historia. Todo esto a pequeña escala, pero con una claridad admirable.

Al terminar, mi esposo, profesor de enseñanza media, reflexionó: “Ojalá tuviera alumnos como ellos”. Y no era un lamento vacío, sino una observación sobre cómo el pensamiento crítico, la organización libre de ideologías extremas y la pasión bien encauzada pueden lograr cambios reales, profundos y duraderos.

Traigo esto a colación al leer la carta de un colectivo estudiantil que denuncia medidas “represivas”, reclama por la gratuidad frente a sanciones de la Ley Aula Segura, y llama a organizarse para transformar el sistema educativo. Si bien es legítimo el derecho a protestar y exigir mejoras, me preocupa la falta de profundidad en el análisis de sus argumentos y acciones.

Asociar automáticamente el lema “Por la razón o la fuerza” con una postura bélica, sin explorar su origen en el derecho y el equilibrio, refleja una pérdida de contexto que limita la discusión no discutiremos los dimes y diretes del político de turno, ya que sabemos cuál es su peso en cualquier discusión actual entre ciudadanos de a pie.

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Les recomendaría a estos y a todos los alumnos ver La colina de las amapolas. No como un simple entretenimiento, sino como una herramienta para reflexionar sobre cómo el diálogo, la inteligencia y el respeto a las ideas pueden lograr más que la violencia. Tal enfoque no solo facilita la construcción de un futuro más justo, sino que también aliviaría el sufrimiento que sus familias enfrentan cuando la rebeldía mal dirigida se convierte en sanción.

Atte.
Julieta Godoy Clayton

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