La formación de la parentalidad positiva se hace indispensable y la ley no se hace responsable por dotar a los padres, madres y cuidadores, actores esenciales de la comunidad educativa, de las herramientas necesarias para este tipo de crianza. Así solo estamos a la buena de Dios.

Violencia escolar

Los últimos eventos que hemos presenciado en el Instituto Nacional Barros Arana (INBA) nos devuelven la atención a la violencia en contexto escolar. Eso sí, es pertinente decir que no estamos ante una crisis. La palabra crisis nos hace pensar en algo que estaba bien y en algún minuto pasó a estar mal. La realidad que uno observa, desde antes de la pandemia y hasta el día de hoy, es que estamos en entornos escolares violentos, en donde han participado niños, niñas y adolescentes que viven en familias violentas, en un país violento, en el contexto del continente que es el más violento del mundo. De las 50 ciudades más violentas del planeta, 42 está en América latina.

La violencia en el aula comienza en el hogar

Cerca de la mitad de nuestros padres, madres y cuidadores, validan la violencia como un método de crianza. Asimismo, antes de la pandemia, casi el 40% de los alumnos y alumnas de cuarto básico -de nuestro país- reportaba haber sido víctima de violencia por parte de algún compañero o compañera. La principal preocupación de los padres, madres y apoderados, según la encuesta CEP de este año, es la calidad de las interacciones, sumada a la violencia escolar, muy por sobre la calidad de la educación.

Frente a estas problemáticas, hemos visto a las autoridades avanzar decididamente en un proyecto de ley sobre convivencia, buen trato y bienestar en las comunidades educativas. El proyecto, que incluye elementos indispensables para una buena convivencia, carece lamentablemente de una componente curricular y programático, aunque reconoce que la buena convivencia se aprende como se aprende a sumar.

Más allá de la ley: La importancia de un currículum para la convivencia escolar

En las últimas décadas, hemos sido testigos de la aparición de metodologías muy efectivas para el aprendizaje de las matemáticas, métodos que incluso se integran a las estrategias curriculares. Entonces, ¿cuál sería la estrategia curricular que vamos a integrar para la formación de la no violencia? Sin una definición clara de un currículum para la no violencia nuestra estrategia legal puede quedar vacía.

Lo mismo ocurre a nivel familiar. Los niños no se transforman en otras personas cuando pasan las puertas del colegio. Si no contamos con entornos familiares inmersos en la convivencia pacífica, vamos a tener niños y después adolescentes que resuelvan sus problemas en forma violenta.

La formación de la parentalidad positiva se hace indispensable y la ley no se hace responsable por dotar a los padres, madres y cuidadores, actores esenciales de la comunidad educativa, de las herramientas necesarias para este tipo de crianza. Así solo estamos a la buena de Dios.

Sin lugar a duda, necesitamos protocolos, políticas y personas dedicadas a custodiar y a prevenir situaciones de violencia en los colegios. Nuestros profesores y educadores deben ser protegidos de los entornos violentos, pero también necesitamos metodologías para enseñar la no violencia. De lo contrario, solo estaremos preocupados de detectarla cuando ya sea muy tarde.

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