Carlos Muñoz Lecerf
Abogado, contador y docente
Qué cómodos se les ve, en las discusiones de pasillo y acusaciones constitucionales, en sus directas e indirectas a través de los medios, luchando por derechos de la ciudadanía en la comodidad de sus cargos.
Qué tranquilo es luchar en la virtualidad sin temer de otras consecuencias físicas, que no sean aquellas que sus mismos pares han creado para resguardarse como clase. Pero nada garantiza que eso pueda seguir siendo así, porque tras cada acto de arrogancia, la ciudadanía recuerda el maltrato que representan.
El estallido social no es un hecho para celebrar, sino para conmemorar, para recordarnos que cada cierto tiempo, el Pueblo se torna físico, que más cerca que lejos estamos de saldar cuentas con los que se aprovecharon de la paciencia y el cansancio, porque nada se ha solucionado, porque nada ha cambiado y eso solo es leña para el fuego.
Se han concentrado en difundir la idea de que el estallido social fue perjudicial, de que Chile ahora es peor que antes y otras frases pegajosas que harían sonrojar al más amarillo de la mesa familiar; pero las protestas no fueron lo realmente dañino, sino que las conductas de quienes lo provocaron: ministros, autoridades, congresistas, dando declaraciones patriarcales y lecciones a personas de trabajo; recomendando comprar flores, levantarse temprano, esforzarse más, etc. Todo ello sin pensar en las consecuencias de sus aristócratas palabras que hirieron profundamente el orgullo de las personas que sí producen para lo que necesitan.
Solo espero que en el futuro revisemos las grandilocuentes frases de quienes hoy se jactan de despreciar el estallido, que se juzgue socialmente a los que ayudaron a perpetuar los abusos que nos llevaron a marchar y finalmente, no se les permita entorpecer el legítimo derecho de los chilenos y chilenas a elegir su forma Estado y Constitución.
Realmente espero que la próxima vez, esa acaudalada minoría no tenga espacio para engañar y vulnerar nuestra dignidad como lo siguen haciendo.