Debemos comenzar por entender que es una Pyme, en Chile, pequeña y mediana empresa.

En nuestro país toda empresa deja de ser una Pyme cuando sus ventas superan el umbral de las 100 mil UF al año. Esta cifra es equivalente a 3700 millones de pesos de ventas en un año; o 308 millones de pesos en ventas mensuales, durante todo un año comercial.

Los valores comentados anteriormente, parecen grandes ventas de este segmento empresarial, pero los invito a que realicemos un análisis más profundo de este sistema:

Imaginemos que una panadería y/o un minimarket, venden esa cantidad de dinero al mes (308 millones). La normativa legal y tributaria que tenemos en nuestro país, nos indica que esa empresa menor, es lo mismo que las grandes cadenas de supermercados, tales como el Jumbo, Tottus y/o el Líder.

Y es aquí donde nos surge la siguiente pregunta: ¿es esto justo?

Las grandes cadenas de supermercados, controlan gran parte de la red de distribución de alimentos de nuestro país. Tienen miles de empleados, se financian desde el exterior o de las AFP. Y el emprendimiento, como la panadería y/o el minimarket, para nuestra legislación, es igual a las grandes cadenas de supermercados, y eso no está bien.

A nuestro parecer, se debe modernizar el Sistema de Clasificación de las Pymes en nuestro país. Debemos implementar políticas públicas orientadas a potenciar la competencia, porque Chile no soporta más concentración económica, la que está siendo muy perjudicial y destructiva para el Libre Mercado.

Antes de seguir con nuestro análisis, es necesario precisar que no pretendemos que la tributación disminuya para las empresas que registren ventas que superen los 308 millones de pesos mensuales. Ni que el nuevo sistema de clasificación de Pymes, signifique costos adicionales para el Estado.

Pretendemos que el Estado articule una legislación moderna, ágil, oportuna y de un alto impacto a nivel económico y financiero, que permita que el futuro crecimiento de Chile venga de la mano de ese motor tan importante, como es el sector de la pequeña y mediana empresa.

Las interrogantes que nos surgen y que nos planteamos bajo esta nueva situación son:

    ¿Qué sucedería si el nuevo sistema de clasificación empresarial permitiera que las Pymes se financiaran y obtuvieran recursos frescos, no solo de los Bancos Comerciales -que es la única vía de financiamiento formal de este segmento-?

    ¿Qué sucedería si el Servicio de Impuestos Internos, la Inspección del Trabajo, el Servicio de Evaluación Ambiental, y todos los organismos del Estado de Chile, se volcaran a facilitar la vida de las empresas, que hoy están siendo vistas como grandes cadenas comerciales y no lo son?

La concentración económica y un Estado que “mira para otro lado”

Esta excesiva concentración económica se manifiesta en diversos sectores productivos de nuestro país. Se da en el sector financiero, en la minería, en el área forestal, en la construcción, sector pesquero, telecomunicaciones, transporte, retail, alimentos, entre otros.

No debemos perder de vista, que es muy necesario “hacerle más fácil la vida a las Pymes”, que son el motor de crecimiento de la economía y dan empleo a un porcentaje significativo de la fuerza laboral del país.

Nos da la impresión de que el Estado de Chile desconoce el mundo de las Pymes. Quizás porque no tiene un prisma correcto para mirar a esas empresas y/o sencillamente “mira para otro lado”.

Pongamos como ejemplo el efecto multisistémico de varias leyes, que parecen buenas por sí solas, pero cuando sumamos su efecto, lo único que hacen es ayudar a las grandes corporaciones a ser más poderosas. Porque ellas sí pueden traspasar a precios de ventas el alza de los costos y las Pymes no pueden, empujando a muchas de ellas a pensar en informalizar su actividad.

Podemos señalar como perjudiciales para nuestro sector la promulgación de actuales leyes, como la Ley de las 40 horas, del 6% de aumento de cotizaciones, del Sueldo Mínimo, ley de Delitos Económicos, etc. Tenemos la obligación como país de pensar bien como afectan las leyes a las Pymes, porque estamos caminando en el filo de la navaja en cuanto a concentración económica.

La forma inteligente y no destructiva de enfrentarla, es fomentando el músculo de las Pymes y el ambiente donde se desenvuelven. Hay muchas cosas sencillas, sin costo para el Estado, que se pueden implementar para mejorar el performance de las Pymes.

Lo primero que debemos hacer es Modernizar el Sistema de Clasificación de Pymes, no para pagar menos impuestos. La prioridad debe ser la coordinación del Estado para ayudar al desarrollo y posición de mercado de las Pymes, disminuir la creciente concentración de flujos de dinero de la economía y mejorar la competitividad y competencia de las Industrias.

¿Como hacerlo? Bueno, lo primero es saber que es una Pyme en cada sector económico. Cuáles son las brechas y como las ayudamos. Algo que es transversal para todas las Pymes en Chile es que se financian con la Banca y eso debe cambiar. Aquí surgen las preguntas, ¿por qué las AFP no le pueden prestar a las Pymes? ¿Por qué las grandes corporaciones tienen muchas más vías de financiamiento (emisión de bonos, AFP, banca internacional, etc).

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El absurdo del ser “globalistas”

Para concluir, Chile no puede seguir creciendo vía mayor concentración de mercado y flujos. Lo sostenible es el crecimiento constante y sano de las medianas empresas que hoy erróneamente el Estado de Chile, ve como si fueran grandes corporaciones y no pueden competir con las reales grandes corporaciones. Además, el mejor instrumento que visualizamos para combatir la creciente informalidad en Chile, es a través de las Pymes.

Hay que saber qué es una Pyme, en cada sector de la economía. Es primordial en los tiempos que corren, porque si agregamos que nos gusta la globalización, no podemos dejar que las empresas compitan con productos elaborados en lugares o “paraísos”, en los cuales no se les exige los cumplimientos que estamos pidiendo en Chile; tanto en lo ambiental, laboral, financiero e impositivo.

Muchas veces se escucha que nos gusta tener una huella de carbono baja (ojalá cero), pero no nos interesa cuando la importamos de países que no cumplen como nosotros (o no les exigimos cumplir). Es decir, somos globalistas para el comercio, pero no en lo ambiental y eso es un absurdo.

Esta conversación da para mucho más…

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