En Chile, esta percepción ha sido exacerbada por las reformas neoliberales que, desde la dictadura militar, han promovido la idea de que el mercado es más eficiente que el Estado en la provisión de bienes y servicios.
Las recientes declaraciones de Evelyn Matthei, donde califica a funcionarios públicos como una “tropa de inútiles” nos invitan a reflexionar sobre un problema de fondo que trasciende a una sola figura política o a un evento aislado. Estas palabras, pronunciadas en el Foro Anual de la Asociación de Industrias Metalúrgicas y Metalmecánicas, no solo generan un fuerte revuelo en la opinión pública, sino que también exponen las tensiones latentes en la relación entre el sector político y los trabajadores del Estado.
Pero más allá del escándalo mediático que estas declaraciones provocan, es necesario abordar las implicancias sociológicas y estructurales que revelan.
Obstáculo para el progreso
El malestar que expresa Matthei es, en parte, comprensible. La frustración con la burocracia estatal no es un fenómeno nuevo y es compartida por muchos ciudadanos y actores privados. Sin embargo, la forma en que esta frustración se manifiesta y se verbaliza es sumamente problemática. Las palabras de Matthei no son solo un ataque directo a los funcionarios públicos, sino que representan una visión reduccionista y polarizadora de un sistema complejo que refleja las tensiones inherentes al propio Estado chileno.
Históricamente, la burocracia ha sido vista como el “esqueleto” del Estado moderno. Max Weber, uno de los padres fundadores de la sociología, ya subrayaba la importancia de la burocracia en la racionalización y eficiencia del Estado. Sin embargo, también advertía sobre el riesgo de la “jaula de hierro” en la que los procedimientos burocráticos pueden volverse un fin en sí mismos, obstaculizando la flexibilidad y la adaptación a nuevas realidades.
La crítica de Matthei parece surgir de esta tensión: un Estado que, en su intento de gestionar eficientemente los recursos y procesos, se convierte en un obstáculo para el progreso.
El funcionario público para la ideología neoliberal
Pero reducir la problemática de la “permisología” en Chile a la ineficiencia de los funcionarios públicos es simplista y, en cierto sentido, demagógico. No se puede ignorar que la burocracia estatal es el resultado de un largo proceso histórico de consolidación del poder y de la organización social. Este proceso ha sido moldeado por múltiples factores, incluyendo la centralización del poder, la tecnocracia y la influencia del neoliberalismo en las políticas públicas. La crítica de Matthei, al enfocarse exclusivamente en los trabajadores del Estado, omite estas dimensiones estructurales y sistémicas que son esenciales para comprender el funcionamiento del Estado chileno.
Es interesante observar cómo la figura del funcionario público ha sido históricamente objeto de desprecio y desconfianza, especialmente en contextos donde el Estado es percibido como ineficaz o corrupto.
En Chile, esta percepción ha sido exacerbada por las reformas neoliberales que, desde la dictadura militar, han promovido la idea de que el mercado es más eficiente que el Estado en la provisión de bienes y servicios. Esta narrativa ha alimentado una deslegitimación del sector público que se refleja en las palabras de Matthei. No es casualidad que estas críticas emerjan en un foro empresarial, donde la ideología neoliberal sigue siendo predominante.
Sin embargo, esta visión no es monolítica ni universalmente aceptada. Desde la otra vereda, la senadora socialista Paula Vodanovic defendió a los funcionarios públicos, recordando los esfuerzos realizados durante el gobierno de Michelle Bachelet para modernizar el Estado y agilizar los procesos burocráticos.
Vodanovic no solo cuestionó el lenguaje empleado por Matthei, sino que también subrayó la importancia de reconocer el trabajo de los empleados estatales en un contexto de recursos limitados y demandas crecientes. Esta defensa de la función pública es una respuesta necesaria, pero también refleja las profundas divisiones ideológicas que aún persisten en Chile.
El enfrentamiento entre Matthei y Vodanovic no es solo un choque de personalidades, sino que simboliza una pugna más amplia sobre el rol del Estado en la sociedad chilena. Esta pugna no es nueva, sino que tiene sus raíces en las luchas políticas y sociales del siglo XX, especialmente durante el gobierno de la Unidad Popular y la posterior dictadura militar. En este sentido, las palabras de Matthei resuenan con una narrativa histórica que ha buscado deslegitimar al Estado como un actor central en la vida social y económica del país.
“Tropa de inútiles”
Desde una perspectiva sociológica, la calificación de “tropa de inútiles” no es solo un insulto, sino que también es una forma de construir una realidad social en la que el Estado y sus trabajadores son vistos como obstáculos para el desarrollo y el progreso. Este tipo de discurso tiene el potencial de legitimar políticas de austeridad, privatización y desregulación que, a largo plazo, pueden socavar la capacidad del Estado para cumplir con sus funciones básicas.
El problema de la burocracia estatal en Chile no se resolverá con insultos o descalificaciones, sino con un debate serio y profundo sobre el rol del Estado en la sociedad. Es necesario reconocer que la burocracia, con todos sus defectos, es una parte integral del Estado moderno y que su funcionamiento refleja las tensiones y contradicciones de la sociedad en su conjunto. En lugar de demonizar a los funcionarios públicos, deberíamos centrarnos en cómo podemos reformar y mejorar las instituciones para que puedan responder mejor a las necesidades de la ciudadanía.
Las declaraciones de Matthei también ponen de relieve la creciente polarización en la política chilena. La figura del funcionario público se convierte en un chivo expiatorio en un contexto donde las élites políticas y económicas buscan desviar la atención de sus propias responsabilidades. Este tipo de retórica no solo es divisiva, sino que también es peligrosa, ya que alimenta un clima de desconfianza y resentimiento que puede tener consecuencias graves para la cohesión social.
Responsabilidades en la configuración del Estado
En suma, la crítica de Matthei a los funcionarios públicos refleja una visión limitada y superficial de los problemas del Estado chileno. Al centrar su atención en los trabajadores del Estado, ignora las causas más profundas de la ineficiencia burocrática, que incluyen la falta de recursos, la fragmentación institucional y las presiones externas. También omite el papel que las propias élites políticas y económicas han jugado en la configuración del Estado y sus instituciones.
La respuesta a los problemas de la burocracia estatal no se encuentra en el desprecio o la descalificación, sino en un compromiso serio con la reforma institucional y la modernización del Estado. Esto requiere no solo recursos y voluntad política, sino también un reconocimiento de la importancia del sector público en la provisión de bienes y servicios esenciales para el bienestar de la ciudadanía. La construcción de un Estado más eficiente y equitativo no se logrará mediante el conflicto y la polarización, sino a través de la cooperación y el diálogo.
En conclusión, las declaraciones de Evelyn Matthei sobre los funcionarios públicos son un síntoma de un problema más amplio en la sociedad chilena. Reflejan no solo la frustración con la burocracia, sino también las tensiones inherentes en la relación entre el Estado y la sociedad.
Sin embargo, es importante que estas tensiones se aborden de manera constructiva y que se evite la tentación de utilizar a los trabajadores del Estado como chivos expiatorios para problemas que son, en última instancia, responsabilidad de todos. En lugar de dividir, debemos buscar formas de unir y fortalecer nuestras instituciones para que puedan servir mejor a todos los chilenos.