Señor director:

Hace cuatro décadas, Chile registró su primer caso de VIH, hecho que marcó un desafío de salud pública que cambió el panorama médico y social del país en aquellos años.

Desde ese entonces, a nivel mundial, se han registrado significativos avances en la lucha contra el virus.

Antes de la introducción de la terapia antirretroviral (TAR), la expectativa de vida de una persona con VIH era de alrededor 39 años. Desde su implementación, la expectativa de vida se acerca a la de la población general. Así, la enfermedad dejó de ser mortal para ser hoy una condición crónica manejable.

Si bien se han hecho progresos, es fundamental que las personas que viven con el virus sean además evaluadas regularmente no solo en términos de su salud física, sino también de su salud mental y cognitiva.

A nivel local, las campañas de educación y prevención -promoción de prácticas sexuales seguras, aumentar la disponibilidad de preservativos y proporcionar un acceso generalizado a las pruebas de VIH- han sido cruciales para disminuir la propagación. Estos esfuerzos han tenido un impacto tangible: la tasa de nuevas infecciones por VIH se ha estabilizado en los últimos años, y el número de muertes relacionadas ha disminuido desde el inicio de la epidemia.

Actualmente, los científicos a nivel mundial siguen tratando de desarrollar una vacuna que sea efectiva contra este virus. En el intertanto, no hay que bajar los brazos, por lo que se requiere mantener una política de salud pública efectiva para prevenir y tratar esta enfermedad.

Karen Bohmwald
Viróloga y académica
Universidad Autónoma

Nuestra sección de OPINIÓN es un espacio abierto, por lo que el contenido vertido en esta columna es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial de BioBioChile