La verdad es que los alcaldes y alcaldesas pueden ser quienes proporcionalmente están mayormente sostenidos por la soberanía popular y en quienes más depositan su confianza los sectores vulnerados de la sociedad (pobres y rurales).

Elecciones municipales: participación y lo que realmente importa

La participación electoral en las pasadas primarias para gobernadores regionales y alcaldes alcanzó al 6,2%. Tomando el promedio comunal de las 60 comunas en las que se realizaron, y considerando sólo las relativas a alcaldes, la cifra aumenta levemente hasta el 10,4%. Siendo más precisos aún, la mediana -medida recomendada para distribuciones atípicas, como la participación política comunal- alcanzó al 8,9%.

Más allá de si estas cifras son altas o bajas (son altas si se las compara con las primarias municipales anteriores del 2016 y 2020, y son bajas respecto de primarias presidenciales y parlamentarias), es importante comprender la distribución de la participación según el tipo de comuna de que se trate.

Es decir, observar cómo fue la participación en las comunas con mayores niveles de pobreza o en las rurales en comparación con las urbanas. Esto, porque los promedios esconden desigualdades, y cuando las desigualdades de participación política se superponen a desigualdades territoriales, es necesario llamar la atención sobre sus posibles consecuencias.

Comunas con mayor y menor participación

La comuna con mayor participación fue Guaitecas, de la Región de Aysén. Rural, con 1.606 habitantes y un 22,2% de pobreza multidimensional (CASEN 2022), su participación alcanzó al 35,6%.

En el otro extremo, la comuna con menor participación fue Concepción, de la Región del Biobío, urbana, capital regional, con 239.000 habitantes y un 11,5% de pobreza multidimensional. Participó el 2,2% de su padrón electoral.

Veamos con un poco de más detalle para sacar algunas lecciones correctas. De las 60 comunas en las que hubo primarias municipales, 22 tienen una pobreza multidimensional superior al promedio comunal y 38 bajo el promedio (que se sitúa en 19,5% a partir de las estimaciones de CASEN 2022). 23 de ellas son urbanas, 20 rurales y 17 mixtas.

Decíamos que la participación electoral mediana a nivel comunal fue de 8,9%, pero su distribución entre pobres y no pobres y entre urbanas y rurales no fue homogénea. En las 22 comunas más pobres la participación mediana alcanzó 12,4%, mientras que en las no pobres ascendió a 5,7%. Primera conclusión: la participación en las comunas más pobres fue más alta que en las menos pobres.

En las 23 comunas urbanas, la participación mediana alcanzó al 4,6%, mientras que en las rurales ascendió a 15,2%. Segunda conclusión: la participación en las comunas rurales fue más alta que en las urbanas.

Clientelismo, acarreo y otros factores

Para cerrar este breve análisis, es útil poner a la vista la evidencia previa: en las elecciones municipales votan más las comunas pobres y las rurales, al menos así ha sido en las elecciones con voto voluntario entre 2012 y 2021. Si bien puede parecer contraintuitivo, efectivamente, a diferencia de lo que ocurre en las elecciones presidenciales o parlamentarias, donde la participación de comunas pobres y rurales tiende a ser menor, en las municipales ocurre lo contrario.

Los estudios identifican varias razones posibles para que ello sea así: el interés predominante en estos territorios por las condiciones de vida en el entorno cercano y comunitario, de la vida cotidiana, más que en procesos de escala nacional; también la cercanía de las autoridades y de la institucionalidad local, más próxima por esencia que los niveles mayores del Estado (regional y central).

De ahí que se diga que los municipios son “la puerta de entrada” al Estado, o más bien la ventanilla que vincula a los más vulnerables con él.

Adicionalmente, por cierto, está el clientelismo, las prácticas que conectan a las autoridades y funcionarios con la ciudadanía en la forma de beneficios, atenciones y/o prestaciones a cambio de apoyo y respaldo en las votaciones. Y para sumar una más, está el denominado “acarreo”, más común en este tipo de comunas.

Alcaldes y alcaldesas: los más sostenidos por la soberanía popular

Por todo lo anterior, cabe hacer una reflexión tras las primarias y con miras a las elecciones municipales de octubre de este año. Es sabido que a nivel general existe una brecha de participación política según pobreza y ruralidad, que suele perjudicar a los sectores más pobres y a los más rurales, que tienen menor voz política.

Esta menor voz política supone un riesgo de reproducción de su situación desaventajada, pues si participan menos, son menos considerados y sus problemas menos atendidos. La contracara de esto es que en las elecciones municipales sí sacan la voz -sea por las razones que sea- y participan tanto o más que las comunas de altos ingresos y las urbanas.

Esto representa un gran desafío para los partidos políticos y para los candidatos y candidatas que se aventuran en la carrera por los sillones alcaldicios.

Aunque algunos vean este espacio como una plataforma para avanzar en sus carreras políticas, la verdad es que los alcaldes y alcaldesas pueden ser quienes proporcionalmente están mayormente sostenidos por la soberanía popular y en quienes más depositan su confianza los sectores vulnerados de la sociedad (pobres y rurales).

Por ello, es crítico que aquí brillen liderazgos y equipos que asuman esa responsabilidad y demuestren a la población que es posible hacer buena política desde los gobiernos locales.

El desafío es hacerla, no con actos de corrupción, no con nexos con actividades ilícitas ni con vorágines inmobiliarias. Sí con probidad, con vinculación comunitaria y construyendo ciudades y localidades cohesionadas, con mayor bienestar y seguridad.

Juan Fernández Labbé
Investigador CISJU-UCSH

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