Estimado Señor Director

El reciente intercambio epistolar en el Mercurio entre nuestros premios nacionales de arquitectura, más allá de evidenciar una lucha de egos, pone de manifiesto una preocupante desconexión de nuestros referentes profesionales con la sociedad: su distanciamiento de la realidad y el uso de sus posiciones para defender intereses elitistas o posturas políticas.

El señor Germán del Sol critica la entrega del galardón a un proyecto que, en su opinión, no es bello. Aunque la belleza es un componente importante en la arquitectura, no siempre es el criterio principal por el cual un edificio es valioso para la sociedad.

La elección del Premio Nacional de Arquitectura debería considerar una variedad de factores más allá de la estética. Argumentar que “la belleza es más necesaria que el pan para vivir” y que “no cuesta plata” refleja una desconexión lamentable con la realidad de muchos usuarios y colegas.

Asimismo, sostener que el premio nacional debería reflejar únicamente la arquitectura “bella” producida en Chile, revela cómo nuestra élite profesional cree que su trabajo es representativo del país.

En realidad, son el elitismo y las profundas desigualdades socioeconómicas las que han permitido el florecimiento de una arquitectura chilena bella y única, destacada internacionalmente, pero desvinculada de las necesidades de la mayoría.

El hecho de que más de la mitad de los premios nacionales provengan de la Pontificia Universidad Católica refuerza esta percepción.

Por otro lado, la falsa modestia del señor Cristián Castillo resulta desconcertante. Como hijo de un ex Premio Nacional de Arquitectura, quien también fue ex alcalde de La Reina y director de la Escuela de Arquitectura de la PUC, es difícil entender su crítica a las “ventajas” de Germán del Sol.

Ambos arquitectos provienen del mismo círculo privilegiado de la Universidad Católica; sus diferencias son políticas y el proyecto en cuestión evidencia esta división.

Más allá de la discusión sobre la belleza, el Barrio Maestranza Ukamau remite a modelos de vivienda social de los años de la CORMU o del movimiento moderno. Sus largos corredores y sistemas de circulación han sido implementados en numerosos conjuntos a lo largo de la historia, tanto en Chile como en el extranjero, con resultados habitualmente desfavorables. Un ejemplo cercano son las pasarelas de la Remodelación San Borja.

En Alemania, las viviendas sociales buscan desde hace años eliminar este tipo de circulaciones, asemejándose lo más posible a los edificios de vivienda comunes en el tejido urbano.

No deberíamos centrarnos exclusivamente en defender, junto al señor del Sol, la belleza de la Arquitectura, ni en justificar proyectos de vivienda social únicamente por su carácter colaborativo y evocativo de un pasado político.

Al fin y al cabo, las pasarelas de las termas geométricas y los corredores de Ukamau tienen similitudes. La pregunta crucial es por qué estos modelos de vivienda social encuentran nuevamente un lugar en nuestras ciudades, y en qué medida, entre una y otra postura, los que finalmente salen perdiendo son las personas para las que construimos.

Por: Matías Ernstorfer
Mag. Arch. Pontificia Universidad Católica de Chile

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