Cedida | Agencia UNO

La "Canción del Censo" de Ismael Parraguez

14 junio 2024 | 12:13

¿Cuántos somos los chilenos,

nietos de Caupolicán,

desde Tacna al Cabo de Hornos,

de los Andes hasta el mar?

Es el Censo quien nos dice

cuántos habitantes hay.

A lo largo de los años, los censos en Chile se han preocupado de recabar información a través de múltiples categorías para clasificar a la población, usando para ellas términos que hoy podrían considerarse llamativos, pintorescos, denigrantes, inexactos, etcétera. Pero que finalmente nos muestran cómo va avanzando el conocimiento de la sociedad sobre sí misma.

En 1813, por ejemplo, por orden de la Primera Junta de Gobierno, se realizó el primer censo de nuestra nación como país independiente. En él se contabilizó a los noveles ciudadanos chilenos dividiéndolos entre “vecinos” y “almas” refiriéndose, esta llamativa última categoría, a la cantidad total de habitantes del país.

En el contexto del censo nacional que se está llevando a cabo entre marzo y junio de 2024, resulta interesante explorar el caso de un canto escolar que marcó el inicio de la educación musical en el país a finales del siglo XIX y principios del XX. Este ejemplo ilustra cómo el currículo oficial y los educadores musicales compartían una visión común sobre la función de la música en la educación de los ciudadanos. Esta visión, construida bajo el paradigma de la modernidad, se centraba en la educación moral de los estudiantes.

¿Cuántos somos los chilenos, nietos de Caupolicán?

La “Canción del Censo”, canto escolar con letra de Ismael Parraguez y melodía tradicional inglesa, publicado a partir de 1908, es un caso curioso de música escolar. Su temática es absolutamente novedosa y muy acotada a la experiencia particular de participar en un censo nacional.

Si asumimos al año 1908 como el de su publicación, podríamos deducir que Parraguez compuso la canción seguramente inspirado en el censo de 1907, realizado durante el gobierno de Pedro Montt. Aquel es considerado el primer censo chileno realizado según una metodología y orientación más modernas, comparadas con los censos previos del siglo XIX, y cuyos resultados fueron publicados justamente en 1908.

Todos los cambios que modernizaron el alcance y validez del censo de 1907, y la publicidad que el proceso seguramente tuvo, parecieran haber motivado especialmente a Ismael Parraguez a componer esta canción que escapa notoriamente de las temáticas infantiles y escolares tradicionales, y cuyo texto original es el siguiente:

¿Cuántos somos los chilenos,
nietos de Caupolicán,
desde Tacna al Cabo de Hornos,
de los Andes hasta el mar?
Es el Censo quien nos dice
cuántos habitantes hay.

¿Cuántos son los hombres fuertes
que trabajan sin cesar,
los que impulsan a la patria
hacia la prosperidad?
Es el Censo quien nos dice
cuántos hombres fuertes hay.

¿Cuántos son los tiernos niños
que mañana hombres serán
y, semillas del futuro,
nuevas glorias nos darán?
Es el Censo quien nos dice
cuántos, cuántos niños hay.

¿Cuántos son los que disfrutan
de la luz que el libro da,
los que leen, los que escriben,
los que hacia el progreso van?
Es el Censo quien nos dice
cuántos miran más allá…

Somos fuertes los chilenos
en la guerra y en la paz;
pero ¿cuántos, cuántos somos
en la tierra y en el mar?
Es el Censo quien nos dice
cuántos habitantes hay.

Hay cuestiones representativas del Chile de la época en este texto. Por ejemplo, el hecho de que durante las dos primeras décadas del siglo pasado el territorio nacional abarcara desde Tacna -actual Perú- hasta Magallanes (o el Cabo de Hornos) en el sur, tal como señala la primera estrofa.

La segunda, tercera y cuarta estrofa hacen referencia a la idea de progreso como camino a la prosperidad de la patria y la importancia de la educación en la construcción de este ideario nacional.

La última estrofa plantea una idea de refuerzo al rasgo de la fortaleza como parte de la identidad del chileno “en la guerra y en la paz”, seguramente como parte del imaginario relativo a la celebración del centenario de la independencia en 1910, así también como resabio del triunfo en la Guerra del Pacífico, apenas un par de décadas antes.

Por otro lado, en el texto resulta evidente el sesgo de género en desmedro de las mujeres y su aporte al desarrollo del país, ya que en las diferentes estrofas solo se menciona a “los hombres fuertes que trabajan sin cesar” y a los “tiernos niños que mañana hombres serán”.

Lo destacable de este canto es la constatación del compromiso cívico que Parraguez poseyó durante toda su labor pedagógica y que lo motivó a crear un canto de estas características. En realidad, dicha visión sobre el rol formativo y civilizatorio que debía cumplir la música en la educación escolar llevó a este autor a crear muchos cantos similares en cuanto a su finalidad formativa y su carácter moralista, aunque no hay otras canciones referentes a un evento como un censo nacional.

“Educación musical para fines ideológicos”

Hoy podría parecer cuestionable esta utilización de la educación musical para fines ideológicos extramusicales y este resulta un debate muy necesario de tener entre todos los actores involucrados, pero, ¿cuándo la educación no ha sido ideologizada? Lo interesante es que, tal como ocurrió en el inicio de la educación musical latinoamericana, cuando en un país existe un consenso sobre el proyecto de futuro de la nación, allí también la educación artística puede constituir un aporte al logro de tal objetivo y un docente reflexivo podría ser un garante para que el curriculum no caiga en adoctrinamientos antidemocráticos.

Elliot Eisner, en su clásico libro “Educar la visión artística” (1972), planteó dos enfoques predominantes en la educación artística del siglo XX: aquel esencialista, que se centra en una visión neutral del fenómeno artístico en la educación; y el enfoque contextualista, el cual se basa en una mirada comprometida de la pedagogía artística con su medio social.

Tanto la educación musical de principios del siglo XX, como la obra musical y pedagógica de Ismael Parraguez y la “Canción del Censo”, son buenos ejemplos de este segundo enfoque.

A todo esto, y si en algo pudo influir dicha canción al éxito de su realización, aclaremos que a la pregunta de Parraguez, “¿cuántos somos los chilenos?”, la respuesta finalmente fue que en Chile, hacia 1908, vivían… 3.249.279 almas.