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El nombre de la Universidad de Chile

Por Tu Voz

13 junio 2024 | 09:48

Que la libertad de expresión y el pluralismo sean principios orientadores de nuestra casa parece sugerir que no pueden ellos ser tenidos por poca cosa ante “otros males mayores”, como parecen pensar algunos.

“Estos, los que habitamos
los lugares alzados a golpe
de sangre y martillo,
más que vivir, juramos
por los sueños, por las manos
que por este edificio sin dueño
se hicieron doler”.

Canción de la Nueva Escuela
Silvio Rodríguez

“Aquí la nueva Universidad de Palestina”, comentó satisfecho un académico exhibiendo en sus RRSS una fotografía de la Casa Central “vestida” con una gran bandera de dicho Estado. Si la Universidad no se llamara de “de Chile” la anécdota sería menos significativa. Si muchos de sus campus y parte de su Casa Central no se encontraran “ocupados”, sería menos reveladora aún. Si esas banderas no hubieran devenido en imágenes irrespetuosas y vejatorias (como la de Netanyahu besando a la Rectora Devés), ni siquiera sería objeto del recuerdo.

Como sabemos, hoy los profesores de la Universidad de Chile deben ser autorizados por algunos estudiantes para ingresar a sus lugares de trabajo. También están impedidas operaciones que benefician a la comunidad y conectan a la Universidad con su medio, como los talleres deportivos del estupendo complejo del Campus Juan Gómez Millas, entre otros.

Muchísimas actividades del día del patrimonio debieron ser suspendidas. Niños, vecinos y diversos usuarios de las instalaciones de la Universidad de todos no pueden acceder a ellas.

Actividades como una conferencia de la Presidente de Ucrania debieron ser “relocalizadas”. ¿Acaso la Universidad, ese “edificio sin dueño”, es solo de algunos?

Que la Casa Central se vista de los colores de Palestina no es suficiente para quienes exigen una mayor identificación con la causa. Han participado de campañas duraderas inflamadas por la convicción de estar en la razón y por la certeza de defender valores universales.

Nos permitimos, sin embargo, hacer la pregunta: ¿Por qué debería una Universidad de todos, i.e. de los chilenos de origen palestino, judío, hispánico, mapuche, rapanui, croata o alemán buscar romper relaciones con las de un Estado en particular?

“Objetivos institucionales”

De acuerdo con algunos distinguidos promotores de esta idea habría “objetivos institucionales” que permitirían defender esta iniciativa. Nos preguntamos ¿qué clase de “objetivos institucionales” de la Universidad de Chile serían estos, que justificarían que se cancele selectivamente, repetimos, a Universidades de un solo Estado? No lo dicen.

Por el contrario, leemos en el primer artículo del estatuto de nuestra Universidad que ella es “una Institución de Educación Superior del Estado de carácter nacional y público” (“nacional” refiere aquí a Chile, aclaramos) cuyos principios orientadores son “la libertad de pensamiento y de expresión; el pluralismo; y la participación de sus miembros en la vida institucional, con resguardo de las jerarquías inherentes al quehacer universitario” (art. 4).

Que la libertad de expresión y el pluralismo sean principios orientadores de nuestra casa parece sugerir que no pueden ellos ser tenidos por poca cosa ante “otros males mayores”, como parecen pensar algunos. No parece justificable excluir de los vínculos universitarios a un solo Estado o a un grupo específico de universidades bajo el pretexto de que, en opinión de algunos, dicho Estado comete genocidio.

Incluso quienes no compartimos la política del Estado Israel (que es nuestro caso) podemos al menos plantear una duda respecto de la pertinencia de dicha calificación y sugerir que tal vez sería una muestra de pluralismo no dar esa verdad por sentada.

Entre la verdad y el boicot: dilemas académicos y políticos

Las condenas morales y políticas – por fundadas que estén – suelen remitir a cuestiones opinables. La razón de ello está a la base de la justificación de la comunidad democrática: dado que nadie posee la verdad en solitario, hemos de buscarla entre todos.

Más allá de que compartimos que las violaciones a los DDHH en Palestina perpetradas por el Estado de Israel son inaceptables e injustificables, en este caso es un hecho que, como en todo conflicto, existen al menos dos visiones sobre cómo han ocurrido los sucesos que conforman el contexto de la ocupación de Palestina y los siguientes episodios históricos, incluida la actual coyuntura.

Por de pronto, aunque no admitamos los medios que emplea, Israel ha actuado esta vez respondiendo a una agresión que incluye el secuestro aún vigente de decenas de sus ciudadanos y el bombardeo de sus ciudades.

Esto nos lleva a la siguiente cuestión: la campaña de boicot contra las Universidades israelíes es anterior a la luctuosa invasión de la franja de Gaza y no se funda en ella, sino en otras discutibles razones. Una mirada somera a las mismas se puede dar leyendo el documento “Academic Boycott of Israel and the Complicity of Israeli Academic Institutions in Occupation of Palestinian Territories”.

Así, por ejemplo, se cuestiona ahí el apoyo de la Universidad Hebrea de Jerusalén al ejército de Israel, como si cupiera a una Universidad pública tomar distancia de las instituciones de su dueño. ¿Alguien acaso esperó una condena institucional de la U. de Chile a las atrocidades de la dictadura mientras esta estaba vigente? ¿Mereció sanción la U. de Chile por cooperar con el ejército u otras instituciones del Estado en esos tiempos? Como bien ha hecho ver nuestra rectora, medidas de este tipo habrían acentuado el daño que nuestra casa sufrió entonces y habrían afectado a una mayoría de académicos opositores.

Una universidad de todos

La Universidad de Chile es una institución que pertenece a la nación toda. Sus “objetivos institucionales” no deben olvidar lo anterior. Chile es un país habitado por personas de diversos orígenes, incluidos miembros de la comunidad judía. Cancelaciones como las que se han promovido desembocan no pocas veces –como hemos visto a propósito de la reciente toma de la UMCE– en persecuciones a “académicos sionistas” y odiosidades incompatibles con la actividad académica y la unidad de la nación.

Debemos procurar detener esa espiral a la vez que cultivamos, como entendemos que lo hacen nuestros colegas legítimamente preocupados por la causa Palestina, una actitud de preocupación por el respeto a los Derechos Humanos en todo tiempo y lugar.

Francisco Abalo
Profesor Asociado del departamento de Filosofía. U. de Chile
Luis Placencia
Profesor Asociado del Departamento de Filosofía. U. de Chile.