Hace poco más de cuatro años, fuimos sacudidos por una de las mayores crisis sanitarias de la historia moderna: la pandemia del COVID-19. Chile, como muchos otros países, enfrentó este desafío con diversas reacciones y consecuencias que aún repercuten en nuestra sociedad.

Sin embargo, más allá de la urgencia y la incertidumbre que este virus provocó, también evidenció falencias sistémicas y políticas que se arrastraban desde antes.

Desde los primeros días de la pandemia, surgieron múltiples voces exigiendo medidas para contener la propagación del virus. La discrepancia en las propuestas reveló una realidad más profunda que una preocupante falta de consenso: la persistente amenaza del aprovechamiento y el egoísmo sin límites.

Mientras algunos abogaron por estrategias serias, respaldadas por la ciencia; otros, simplemente, utilizaron la crisis como plataforma para fines políticos, incluso dentro de algunos gremios de la salud.

Parecía que el único interés era ir en contra de las decisiones del Gobierno de turno.

Una vez más, la politización sólo contribuyó a confundir y polarizar el debate público. El resultado: el debilitamiento de una respuesta colectiva frente a la emergencia, en momentos donde imperaba la incertidumbre.

Meses antes, nos vimos golpeados por una crisis de seguridad interna. Los principales centros urbanos del país fueron azotados por la violencia y la destrucción. Una escalada de delincuencia que fue avalada desde el Congreso por quienes hoy nos gobiernan.

El denominado Estallido Social elevó al máximo las tensiones políticas y sociales. Los discursos de odio se agudizaron. Las vastas diferencias sobre cómo abordar estas problemáticas estructurales respaldaron la necesidad urgente de un diálogo constructivo y transversal.

Modus operandi: Interés partidista e ideología

Lamentablemente, en medio de estos complejos cambios, fuimos testigos de una forma de hacer política que careció de fronteras éticas y morales. Un “modus operandi” donde el interés partidista y la ideología primaron por sobre el bienestar y los derechos de las personas. Esta instrumentalización de la política, en beneficio propio, ha desgastado la confianza en nuestras instituciones y en la capacidad del Estado para enfrentar los desafíos que nos acechan.

La semana pasada, una vez más, se repitió el “modus operandi”. La polémica en torno al tratamiento para el pequeño Tomás Ross fue el fiel reflejo. La duda sembrada por la Subsecretaria de Salud sobre la efectividad de un medicamento, respaldado por la FDA, destapó ese egoísmo que tanto daño nos hace: si yo no gano, tú tampoco.

Un desempeño pobre, cuando el único foco debiera ser el respeto por la integridad y la dignidad de los pacientes, más allá de las disputas políticas. Sobre todo, cuando detrás de esta ausencia de empatía y voluntad está la vida de un niño y la inquebrantable fe de una madre, que se convirtió en el modelo a seguir para quienes necesitan millonarios remedios para vivir.

A pesar de las divergencias, el futuro muestra luces de esperanza. El reciente seminario organizado por Horizontal, “Pacto por la Seguridad”, representa un ejemplo alentador: es posible construir consensos y trabajar de manera colaborativa.

El documento con 100 propuestas, elaborado por un equipo multidisciplinario y de distintos sectores políticos, fue entregado a la Ministra Carolina Tohá. La titular de la cartera de Interior acogió el trabajo e invitó al equipo del centro de estudios a sentarse con el Ministerio para profundizar en la agenda de seguridad y en las ideas planteadas.

Ejemplos como estos nos invitan a redoblar nuestros esfuerzos por construir desde la unidad, a través del diálogo, la colaboración y el compromiso.

Ciertamente, no es la solución, pero demuestra que es posible alcanzar puntos de encuentro y avanzar hacia soluciones efectivas y sostenibles. Ese es precisamente el camino que ha guiado mi carrera en el servicio público, como Director Ejecutivo del Hogar de Cristo, Seremi de Desarrollo Social e Intendente de la región del Biobío. Una hoja de ruta que me moviliza y que seguiré transitando.

Nuestra sección de OPINIÓN es un espacio abierto, por lo que el contenido vertido en esta columna es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial de BioBioChile