La importancia de resguardar los patrimonios- sean arte, arquitectura, documentos históricos o tradiciones- radica en su facultad de mantener viva la memoria colectiva. Estos tesoros son más que simples objetos. Son vínculos tangibles con nuestras raíces, recordatorios palpables de quienes éramos, de dónde venimos y de cómo hemos evolucionado como sociedad.
El patrimonio, en todas sus formas, actúa como un faro de orientación en medio del avance del tiempo. Nos proporciona un sentido de continuidad y conexión con nuestras raíces, permitiéndonos comprender mejor nuestro presente y vislumbrar el futuro. Es a través de la preservación y la valoración de los patrimonios que podemos trazar un mapa emocional que ilumina el camino hacia una comprensión más profunda de nuestra identidad colectiva.
De Isla Negra a Venecia
Por ello, resulta tan relevante que una pieza como el Bordado Colectivo de las Bordadoras de Isla Negra, que recoge paisajes y costumbres propias del litoral central, sea hoy protagonista en uno de los principales pabellones de la Bienal de Venecia. Esta obra que vistió los muros del edificio original de la Unctad III y que fue despojada y desaparecida tras el golpe de Estado, se recuperó medio siglo después para sumarse a la colección de diecisiete obras patrimoniales que hoy custodia el Centro Cultural Gabriela Mistral y que dan cuenta de un fecundo período en lo artístico, pero también de la historia de nuestro país.
Sin embargo, el patrimonio no solo nos habla del pasado. También influye en el presente y moldea el futuro. Al preservar y promover nuestras tradiciones y obras de arte, estamos enriqueciendo el tejido cultural de nuestras comunidades y fomentando un sentido de orgullo y pertenencia entre sus miembros.
Un recordatorio de nuestra riqueza cultural
En un mundo en constante cambio y evolución, el patrimonio sirve como ancla que nos mantiene arraigados a nuestra historia compartida. Es un recordatorio constante de la diversidad y la riqueza de nuestra herencia cultural, así como un llamado a la acción para proteger y celebrar estos tesoros para las generaciones venideras.
Por lo tanto, la preservación de los patrimonios no es solo una responsabilidad, sino también un acto de amor hacia nuestras raíces, nuestros recuerdos y hacia aquellos que vendrán después de nosotros. Cada esfuerzo por salvaguardar nuestro legado cultural es una inversión en el futuro, garantizando que la memoria colectiva de nuestra comunidad siga brillando en el transcurso de la historia.