Nadie puede querer restarse de dar una mejor calidad de vida a sus trabajadores. Pero no basta con palabras para la galería. Es necesario que las autoridades avancen en formulas laborales que permitan congeniar su vida personal y familiar con el trabajo, permitirles de verdad hacer labores en modalidad de teletrabajo. Pero desde el punto de vista del empresario, no del gran empresariado, sino que del pequeño o pyme se hace cada día más difícil poder emprender.
Hace unos días, la ministra del Trabajo, Jeannette Jara, llamó a los empresarios a “respetar más los derechos de las personas” y a “pagar mejor”, a propósito de la entrada en vigencia de la ley de 40 horas. Desde los gremios respondieron y le señalaron a la autoridad de Gobierno que, una mayor “movilidad social”, se logra atacando la informalidad e impulsando medidas pro crecimiento.
De 1990 en adelante -con tensiones lógicas, pero sin ninguneos, ni falsas acusaciones- la relación del Ministerio del Trabajo y de sus ministros con los empresarios y los empleadores ha sido siempre de respeto. Hasta hoy.
Desde el punto de vista técnico, más allá de estos “dimes y diretes”, creo oportuno que la ministra Jara entienda algunos aspectos que se están dando en el día a día, a propósito de leyes nuevas que empiezan su aplicación -como la ley de 40 horas- y de otras, que llevan un corto tiempo vigentes, como el teletrabajo, la conciliación de la vida familiar y personal.
Estas leyes, impulsadas en los últimos años, no están entregando muchas alternativas de flexibilidad laboral al mercado.
Relaciones laborales entorpecidas
Con las normas actuales y que están a punto de entrar en vigencia, como país, no estamos logrando incentivar que todas las personas quieran emplearse formalmente con un contrato de trabajo y, por tanto, amparados bajo su regulación. Sino todo lo contrario, han entorpecido la formalidad en las relaciones laborales.
Esto no es sólo porque algunos empleadores eviten hacer contratos, sino porque también diversas personas o trabajadores, para poder llegar a fin de mes con más recursos económicos, porque les es más conveniente, o por sus horarios o su realidad personal, escogen libremente, por ejemplo, ofrecer servicios a honorarios en diversos lugares para distintos contratantes.
Si el mercado no ofrece los trabajos estables que buscan, las personas que lo requieran buscarán alternativas. La mayoría de ellas, alejadas de la rigidez de la normativa laboral.
La ministra Jara sabrá de seguro, que, a fines de 2023, los últimos 255 mil puestos de trabajo creados e informados por el INE, se debieron en gran parte al excesivo aumento de asalariados del sector público, y 112 mil puestos al incremento de las personas a honorarios.
En paralelo, mientras ello ocurrió, aumentaron los despidos por necesidades de la empresa, los cuales crecieron un 20%. Esa es la realidad se está enfrentando hoy en Chile.
En Chile no se incentiva la formalidad laboral
En el fondo, lo que deberían conocer y estudiar las autoridades tanto actuales como las futuras, es que en Chile hay tanta dificultad legislativa, que no se incentiva la formalidad, porque sencillamente no se crean puestos laborales. Y esto, no se da como lo dejaron entrever por una pseudo maldad del empresariado, sino por las condiciones estructurales que tiene nuestro mercado.
El actual gobierno defiende la tesis de que hay que regularlo todo. Sin embargo, uno de los elementos principales en mi opinión, es que nuestra legislación entrega muy poca flexibilidad.
No existen reales opciones para establecer jornadas de trabajo adaptables que permitan que las dueñas de casa, los estudiantes y otros segmentos de la población se incorporen al mundo formal del trabajo.
Hoy el mercado laboral no está entregando la posibilidad de pactar jornadas que se adecúen a su realidad. Personas con hijos que desean trabajar medio tiempo, o estudiantes que requieren jornadas los fines de semana, o de personas mayores que, muchas de ellas, ya no requieren o no pueden desempeñarse en un trabajo a tiempo completo.
Por ahora, el Estado, sólo está dando guiños menores, pero no está jugado en proyectos ambiciosos, que den respuestas a las diversas realidades de cada trabajador y de cada rubro.
¿”Paguen mejor”?
Nadie puede querer restarse de dar una mejor calidad de vida a sus trabajadores. Pero no basta con palabras para la galería. Es necesario que las autoridades avancen en formulas laborales que permitan congeniar su vida personal y familiar con el trabajo, permitirles de verdad hacer labores en modalidad de teletrabajo. Pero desde el punto de vista del empresario, no del gran empresariado, sino que del pequeño o pyme se hace cada día más difícil poder emprender.
Por ello es absolutamente cuestionable frases livianas como “paguen mejor”, señaladas por la ministra Jara. Olvida en ella y no toma en cuenta una serie de factores de mercado, ni hace la más mínima revisión y análisis de como las leyes que han impulsado, no están ayudando a mejorar sueldos, ni generando un mayor número de oportunidades y empleos.
El mundo político debe pensar en las leyes que impulsa, si realmente quiere un alza del crecimiento y de puestos de trabajo, ¿saben cuáles son los costos de incrementar la seguridad social y las cotizaciones de seguridad social solo a cargo del empleador? ¿Se traduce eso en beneficio para mejores empleos?, o más bien ¿se traducirá en más informalidad o menos puestos de trabajo? La respuesta razonable parece estar clara.
Un exceso de leyes laborales
La sobreprotección que muchas veces hacen los legisladores, para procurar darle derecho o garantía a los trabajadores, los lleva, sin mala intención de seguro, a pasarse de la línea de lo que el empleador puede acceder para mantener el complejo equilibrio financiero o comercial de un mercado complejo como el chileno.
Finalmente, en estos últimos años con pandemia incluida, el exceso de leyes laborales lamentablemente se ha traducido en lo contrario a lo que deben buscar.
Sin darse cuenta, el Gobierno, con la venia del parlamento, ha fomentado indirectamente la informalidad. No han visualizado cómo han elevado sustantivamente los costos operacionales -en particular para la pyme o empleador pequeño- que trata de subsistir en un mercado laboral complejo, siempre oscilante en torno a las variables económicas, las cuales en los últimos años no han sido, por lo menos en Chile, tan halagüeñas.
Todo lo anterior permite reflexionar que, sería de una medida eficiente y encaminada a incentivar la formalidad laboral, el retomar proyectos de flexibilidad laboral efectivos, en particular en materia de jornada de trabajo.
Destaca un interesante proyecto que fue presentado durante uno de los mandatos del fallecido ex presidente Sebastián Piñera y que establecía formulas modernas de adaptabilidad, esto para amplios segmentos de la población que requieren con urgencia alternativas reales para poder ingresar al mundo del trabajo.