Joaquín llegó al pasaje a buscar al Tommy. Salió corriendo cerro abajo gritando a uno y otro lado. En un escenario gris, no reconocía las calles. Tenía 9 años y nunca había vivido algo tan terrible y destructor.
Sólo recuerda gritos y calor sofocante, y una mano que lo toma con fuerza para protegerlo con una frazada mojada. Su familia perdió la casa, igual que todos sus vecinos, pero están vivos. Ese signo de conformidad repetido como un karma parecía una bendición en medio de la tragedia.
Hoy, los adultos limpian los escombros y ayudan a los más viejos, muchos de ellos solos. El Tommy está bien, todavía con susto y con algo de preocupación por el “negrito”, su gato regalón. Sin embargo, Joaquín -en el albergue- se traga sus lágrimas porque piensa que nadie lo verá en medio de tantas cosas.
Una pérdida tan grande como la sucedida durante los pasados incendios en la quinta región, profundiza la invisibilidad de la niñez en medio de la crisis. Los niños requieren de un apoyo especial durante estos días.
La Salud Mental en nuestro país muestra los peores indicadores generales y particularmente en este grupo. Se estima en más de 14 mil las listas de espera para un cupo en la atención de Salud Mental para niños y adolescentes. Asimismo, en el servicio Mejor Niñez, los programas ambulatorios tienen una lista de espera que ya supera los 35 mil niños, tres veces más que en 2021.
Es por esta razón que, aprovechando que el ejecutivo ha decretado zona de catástrofe producto de esta tragedia, es necesario utilizar las herramientas que hoy día el legislador ha dado a través de la ley de Protección Integral a la Niñez (ley de garantías), que en el artículo 17 dispone que en periodo de catástrofes los presupuestos públicos y todos los recursos deben ser priorizados en las necesidades de la niñez.
El legislador ha entendido la desprotección en que niños y niñas quedan en un contexto como el que se está viviendo en zona afectada, y en virtud de ello, ha establecido una fórmula que habilita al ejecutivo para disponer los recursos de manera preferencial.
Por tal razón, es importante que la Subsecretaría de la Niñez interceda por estas necesidades de manera concreta ante la Dirección de Presupuesto y los gobiernos regionales.
No basta con proveer una primera respuesta de contención o entregar un dispositivo como mochilas u otros, su alcance es limitado frente al requerimiento de especialistas en trauma complejo que deben intervenir tempranamente, habilitando adicionalmente espacios protectores para los niños donde cuenten con estas especialidades clínicas en resguardo de su salud mental y física.
Los cambios de los últimos años en materia de legislación de la niñez exigen el cumplimiento de un estándar distinto, más elevado en calidad, evidencia y cobertura.
Esperamos que el ejecutivo utilice todas las herramientas que le permitan garantizar dicho estándar y por cierto permita que un sello de este proceso de recuperación sea precisamente la protección y el bienestar integral de cada niño y niña en la zona afectada.