De acuerdo a UNICEF, cerca de cuatro mil niños y niñas han muerto y otros miles han resultado heridos desde el inicio del conflicto en la franja de Gaza, graficando este escenario como “un cementerio de niños”. Esta situación no parece que vaya a finalizar pronto, dado que son miles los niños, niñas y sus familias que se encuentran bajo el ataque permanente, el cual según las declaraciones de la autoridad de Israel será “largo y duro”.
Esta catástrofe humanitaria representa sin duda, el fracaso de la defensa de los derechos humanos, y en particular de los derechos de los niños y niñas, así como un atropello a las reglas mínimas de la convivencia internacional.
Las autoridades de diferentes países, entre ellos el nuestro, así como organismos internacionales, han solicitado el cese de los ataques a la franja de Gaza y el respeto al derecho internacional, lo cual no ha tenido resultados positivos.
Así también, la solidaridad hacia los niños y niñas víctimas del conflicto, ha convocado a numerosos artistas, organizaciones de la sociedad civil y académicos, entre otros, que a través del mundo han levantado su preocupación por la gravísima situación en las redes sociales y en diferentes manifestaciones a través del mundo.
Todos los niños y niñas no solo deben estar protegidos por los derechos humanos, como cualquier persona, sino que, dadas las características de la etapa de su desarrollo, son sujetos de protección especial, lo que se expresa en La Convención de los Derechos del Niño.
Este instrumento internacional ha sido ratificado por la gran mayoría de los países – siendo firmado el 3 de octubre de 1991 por la República de Israel, obligando a los Estados a respetar y garantizar los derechos de toda persona menor de 18 años. Sin embargo, la realidad de Gaza nos representa diariamente la debilidad en el cumplimiento de los acuerdos internacionales y la violación de los derechos de los niños y niñas.
Más allá de los compromisos y de la institucionalidad internacional que se ha creado para la protección de niños y niñas, la niñez ha sido históricamente símbolo de la esperanza y del futuro. Hoy somos espectadores de la muerte de esta esperanza.