La expectación generada por un proyecto de la renunciada embajadora ante el Reino Unido (a materializarse en Chile vía una entidad sin fines de lucro), confirma el interés ciudadano en cuestiones de política exterior. Mientras algunos insisten que se trata de temas delicados (a manejarse en reserva), en tanto son asuntos que involucran recursos y/o servicios fiscales, esa rama del quehacer del gobierno está expuesta al escrutinio popular. Atrás quedaron los años en los que la Cancillería era -por default- el servicio mejor evaluado.

Es claro que el criterio de la ex embajadora no fue el mejor: patrocinar desde Londres un proyecto de financiamiento regional en un ámbito vinculado a su propio interés profesional, no estaba en las instrucciones para su misión diplomática.

La percepción general -correcta o no- es que pudo tratarse de un negocio privado y, tal vez, en el contexto de lo que ahora se llama el mecanismo de las fundaciones, de una estratagema para financiar al partido político que auspició a la exembajadora. Mientras eso no se demuestre, no es así.

El incidente ha distraído la atención Canciller, quien reconoció que el episodio se originó en la inexperiencia de la exfuncionaria. El problema es que la circunstancia ha dado pie para que recordar impasses de otros embajadores de la administración Boric, todos destacados en capitales de importancia para la política, el comercio y la cooperación del país. Todos, al igual que la exrepresentante en Londres, sin experiencia diplomática o internacional previa (ergo, inexperiencia).

Así, el origen del problema se relaciona con el mecanismo para la designación de quienes tienen el privilegio de representar al país en el exterior. Subsidiariamente, también en la designación del personal diplomático de carrera, encargado de asesorar a los embajadores.

Respecto de lo primero, la evidencia aconseja que, en el marco de la nueva Constitución, el Senado vuelva a tener la facultad de pronunciarse sobre la idoneidad de quienes tendrán la representación de los intereses de Chile. Sin afectar en lo principal la facultad del Presidente de la República para nombrar a sus embajadores, el Senado debería tener voz respecto de las aptitudes de los designados.

Sobre lo segundo, el Canciller ha revelado que nuestra Embajada en Londres ya atraviesa por dificultades de convivencia entre sus miembros (una suerte de virus propio de la Cancillería). Se sabe que en años recientes embajadores en lugares tan importantes como Canadá y Francia han sido cambiados por, precisamente, problemas de convivencia con los subalternos. Preocupante.

El impasse de la exembajadora en nada beneficia nuestra imagen internacional, ni menos nuestra relación bilateral con el Reino Unido.

Para cualquier país con intereses globales, la designación de su embajador en ese país es relevante. Para Chile también debería serlo.

Nuestra sección de OPINIÓN es un espacio abierto, por lo que el contenido vertido en esta columna es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial de BioBioChile