En salud contamos con los estadios de Tanner, herramienta utilizada en el ámbito de la medicina para evaluar el desarrollo físico del adolescente. Esta escala describe los cambios corporales que ocurren durante la pubertad, permitiendo evaluar y clasificar el desarrollo sexual de niños, niñas y adolescentes. Los estadios de Tanner se dividen en cinco etapas, que representan los cambios progresivos desde la etapa prepuberal hasta la madurez sexual.
Frente a esta situación, educar a un niño menor de 10 años sobre sus cambios físicos puede requerir un enfoque sensible y adaptado a su nivel de comprensión. No es recomendable mostrar imágenes explícitas o detalladas de genitales en el contexto de educación. A esa edad, los niños aún están desarrollando su comprensión y capacidad para procesar información relacionada con la sexualidad; por lo tanto, es importante recordar que la educación sexual para niños pequeños debe centrarse en conceptos básicos, como el respeto por el propio cuerpo, la privacidad, las diferencias entre hombres y mujeres, y el desarrollo de habilidades de comunicación y relación saludables.
En lugar de utilizar imágenes gráficas, es preferible utilizar ilustraciones más abstractas y sencillas que ayuden a transmitir conceptos de manera adecuada a su nivel de desarrollo. Por ejemplo, se pueden utilizar ilustraciones de cuerpos sin detalles explícitos para enseñar sobre las diferencias entre hombres y mujeres.
En salud contamos con macromodelos o fantomas que simulan los genitales de las personas y que muchas veces utilizamos para nuestras educaciones en los distintos establecimientos a los que acudimos. Sin embargo, es importante tener la precaución de mencionar, previo a la charla, que: “nuestros cuerpos son naturales, que deben ser mirados con respeto, cuidado y admiración, por lo tanto, los modelos simulados que se mostrarán a continuación son solamente un ejemplo de la naturalidad que todos como seres humanos poseemos”.
En la educación sexual es fundamental llamar las cosas por su nombre, ya que de esa forma le quitamos el estigma de lo “sucio” o “morboso”. Muchas veces se reciben en la consulta niños abusados sexualmente que no saben el nombre real de sus genitales y llegan mencionando que les tocaron el “conejito”, que les contaron a sus padres y al colegio, pero a nadie le preocupó. Si el niño hubiese sido educado adecuadamente y se le hubiese enseñado el nombre real de sus genitales, la pesquisa del abuso sexual hubiese sido precoz y su familia no hubiese seguido creyendo que lo que le tocaron fue un muñeco.
Lo realmente importante al momento de educar en sexualidad es ver este proceso como algo integral, natural y con altura de miras. La sexualidad no es el coito, sino un aspecto integral de la vida humana que engloba la expresión, la orientación, el afecto, la identidad y las relaciones sexuales. Se refiere a la manera en que las personas experimentan y expresan su intimidad, deseo, atracción, orientación sexual, comportamiento sexual, género y roles de género. Abarca diferentes dimensiones, incluyendo aspectos biológicos, psicológicos, sociales y culturales. Está influenciada por factores como la educación, la cultura, la religión, las normas sociales y las experiencias personales. Es una experiencia subjetiva y diversa y puede variar considerablemente de una persona a otra.
Estos procesos deben darse en espacios adecuados, donde debe existir orientación e información para ellos y sus familias, con personal capacitado y protocolos establecidos. Debemos promover que exista más educación y, por el contrario, evitar que por desinformación se vayan cerrando espacios o instancias destinadas a promover el desarrollo integral de nuestros niños y jóvenes.