Poner en valor los alimentos locales y entregar protagonismo al rol que cumple la agricultura familiar campesina, es uno de los énfasis planteados a través de esta estrategia, entendiendo que los alimentos frescos, de origen local y no procesados son fundamentales para una buena nutrición y para el desarrollo del país.
La necesidad de fomentar el consumo de frutas y verduras frescas toma gran importancia al revisar las cifras del Mapa nutricional de Junaeb; más de un 30% de niñas y niños del país presentan una mal nutrición por exceso, realidad que se manifiesta por medio de retrasos en el crecimiento, evidenciando una “hambre escondida”. Esto significa que el cuerpo no está recibiendo los nutrientes necesarios que una niña o niños en crecimiento necesita para su desarrollo pleno.
Esta situación es un tema complejo para las familias, sobre todo de sectores más vulnerables que deben enfrentar altos gastos para acceder a una alimentación sana. Según estudios de la FAO, a nivel mundial una dieta saludable tendría un costo -a nivel latinoamericano- de USD 3,89, mientras que en Chile el costo sería de USD 3,4, algo así como $2.700 pesos diarios por persona.
Sin embargo, el costo no es el único impedimento para que niñas y niños accedan a una alimentación saludable; la educación alimentaria también es fundamental. Durante mucho tiempo se ha focalizado la alimentación escolar en las y los estudiantes más vulnerables. Sin embargo, basta con recorrer las escuelas para notar que aquellos estudiantes que no son beneficiarios del programa de alimentación no siempre consumen los nutrientes necesarios para la etapa de crecimiento. Es por esto que la alimentación saludable debe ser un derecho de todas las niñas y niños, visibilizando la necesidad de avanzar hacia la universalidad del programa.
La escuela otorga una oportunidad única para fomentar la buena nutrición, siendo un espacio de protección junto al Programa de Alimentación Escolar, el que se posiciona como una herramienta que asegura una alimentación saludable, variada y sin costo alguno para las familias, y que además, incide directamente en el proceso educativo.
Para avanzar en esta línea es importante contar con espacios de vínculo, como los que se gestan al momento de compartir una comida. Estos espacios, deben ser aprovechados para concientizar sobre la importancia de una buena nutrición, de la importancia que tiene esta en el crecimiento, y el desarrollo físico y cognitivo de niñas y niños.
Un primer desafío es que los sostenedores de los establecimientos valoren este espacio y puedan entregar la infraestructura adecuada y acogedora en cocinas y comedores; facilitar los tiempos necesarios para comer tranquilamente; promover que las y los profesores y educadoras/es aprovechen ese tiempo como un espacio educativo y lúdico. Por nuestra parte como institución, estamos comprometidos en revisar, con el apoyo de las comunidades educativas, si el actual modelo de entrega de alimentación es el adecuado para abordar estos nuevos tiempos.
Trabajar y avanzar en garantizar el derecho a una alimentación saludable, a la seguridad alimentaria y a la educación nutricional implica la coordinación de múltiples actores. Nosotros ya comenzamos, porque entendemos que alimentar también es educar.